Y a tapar las caaalles que no-o pase nadie. Jugábamos los chiquillos hidrocálidos hace varias décadas. De preferencia había que jugarlo cuando llovía para terminar empapado ¡Sí! Pero con causa, o bueno, por lo menos a nosotros nos parecía que seguir jugando a pesar de la lluvia era una buena causa.
El juego consistía en tomarse de las manos de niños y niñas, abarcando el ancho de la calle en que uno vivía. Yo y mis hermanos lo jugábamos en nuestro domicilio en Galeana o donde la abuela Juanita, en Cinco de Mayo muy cerca del Ranchero. Como ambas calles eran de las más transitadas a pie, pues no les quedaba de otra a los transeúntes que pedirnos el paso, o bien ofrecernos una enorme moneda de cobre con valor de veinte centavos, o un dulce para obtener vía franca. No faltaba, por supuesto, el amargoso o la impaciente que simplemente rompían la cadena humana y seguían su paso; gritos y rechiflas recibían en pago ellos o ellas, por su falta de tolerancia y humor. ¡En fin! Aquí le dejo, apreciable lector, estimada lectora, el estribillo que cantábamos: A tapar las caaalles que no-o pase nadie. Que pa-sen los-abuelos comiendo buñueeelos. Que pa-sen las-abuelos comiendo ciruelas. O que pa-sen las tí-as comiendo sandí-as. Y a tapar las caaalles que no…
Matilde Arteaga y la Ciudad. Ya que han sido días de lluvia, recomiendo que el lector y la lectora se hagan de un chocolate bien caliente para disfrutar de lo siguiente que escribió Matilde Arteaga, quien durante mucho tiempo nos ha regalado un periodismo nacido de la inteligencia femenina y la orientación poética. Es el primer día del verano y la lluvia repiqueteó toda la noche en el techo, trayendo la vieja canción de los veranos con ríos de frescura asomándose en cada calle mientras mis hermanos y yo corríamos detrás de nuestros barcos de papel intentando atraparlos antes de que zozobraran en el remolino de las calles. Es verano y la nostalgia asoma de nuevo en la memoria de nuestros antiguos sueños en la ciudad que fue y que aún es. ¡Ándele pues! ¿Verdad que el texto amerita el chocolate calientito y más?
Lluvia temprana. Al que le llegó bien tempranito la lluvia fue al “Señor de los Terrenos” Martín Orozco, actual Senador por Aguascalientes y a partir de ahora formal aspirante a gobernador de la Entidad. Ya que en una “cenita” de 500 convidados, pues dijo que sí, a lo que él mismo se preguntó. ¡Oiga Usted! La verdad es que en esta cocina el senador-aspirante, como diría el extinto actor Arturo de Córdoba, no tiene la menor importancia; pero lo que sí es jurídicamente importante, es que a partir de esa cena, cualquier evento público que lleve a cabo el “Genio de los Bienes Raíces” debe considerarse para las leyes electorales como acto de pre-campaña y, en apego a la ley, clasificarse como gasto y como acto encaminado a ese fin. A ver, Senador Orozco, ¿de qué fondo salió la pequeña cenita?
Uno al que le llovió. Al que le llovió tupidito, fue a mi Martincito Martín del Campo, por el asunto ese de los “siniestros cheques azules”. Como no hay mucho que agregar al asunto,esta cocinera sólo puede solicitar a su admirado Alcalde, que desoiga a esos políticos plásticos del tipo “hay que cacarear el huevo”. No, mi Martincito. Éso no le va a Usted, con su manejo humano y sencillo. Quererle “sacar raja política” a sucesos delictivos no le ayuda a Usted, ni le va a su estilo de gobierno. Y es que en esta cocina, como ya ha quedado claro, Antonio Martín del Campo sí tiene la mayor importancia y a esta cocinera no le gustaría verlo despegar esos pies que tiene tan firmemente adheridos al piso. Eso, mi Martincito, déjeselo a otros martines, o para decirlo de otra manera: ésos no son sus terrenos.