Hace algunos días Lorenzo Córdova Vianello, Presidente del Instituto Nacional Electoral, comentó que una vez que se inicia el proceso de relevo para la integración de los consejos electorales, llegó un candidato a presentarle su currículum para ser considerado en la integración de estos órganos.
Junto con el currículum, el aspirante le planteó que venía de parte de un Gobernador, del cual no mencionó su nombre. Comentó también que este político estaría muy satisfecho si el aspirante, que estaba recomendando, quedaba en el Consejo Electoral de su Estado, y que eso le ganaría el afecto y el agradecimiento del Gobernador que además le enviaba un afectuoso saludo.
Una vez que se retira esta persona, el Consejero Presidente toma el currículum que recibió unos momentos antes y, sin siquiera revisarlo, lo tira a la basura.
Posteriormente lo comenta a los medios de comunicación e indignado dice que ceder a las presiones y chantajes del poder, es perder autonomía e independencia, que es el objetivo fundamental por el cual fue creado el IFE, hoy INE.
Fue muy enfático cuando dijo que distanciarse y desaprobar abiertamente este tipo de prácticas de los hombres en el poder, es lo que fortalece a las instituciones y genera una cultura de estado de derecho en donde cada parte cumpla de manera irrestricta sus responsabilidades.
Esto lo comento porque en los próximos días el Poder Judicial va a estar sujeto a una serie de reflexiones, consultas y cabildeos, porque van a elegir al representante del Poder Judicial.
Dados los escenarios por los que atraviesa el país por consolidar su joven democracia, sería ingenuo pensar que esta elección es un proceso de trámite.
No voy a repetir la conveniencia que tiene para el Estado y sus instituciones la separación de poderes, entendida como acto de especialización de funciones, junto con los procesos de colaboración.
Pero a pesar de que encontremos gran cantidad de textos que hablen de la conveniencia de mantener la separación de poderes, en la vida cotidiana no es un asunto que se asuma verdaderamente y a plenitud. Depende mucho de la voluntad y el respeto que tenga un poder sobre otro para mantener esta sana distancia, pero también depende del respeto que ese poder se dé a sí mismo para poner límites a otro.
La división de poderes no es una práctica mecánica, requiere de un esfuerzo permanente donde hay que corregir y remediar acciones.
Por lo tanto la elección que el Poder Judicial tiene en puerta no determina sólo quién lo presida, es también y al mismo tiempo una oportunidad para darle independencia y dignidad al Poder Judicial. Es un asunto de soberanía y de ciudadanía.
Del nuevo papel de los jueces y magistrados ante el Estado Constitucional, va a depender que éste sea un país de leyes e instituciones. El Poder Judicial es el máximo garante de los derechos humanos, de la organización estatal y de la Constitución; ellos dan vida y lo transforman con sus resoluciones y de ahí que son ellos, y solamente ellos, los que van a tomar esta importante determinación.
Defender la autonomía de este poder es asumir compromisos para hacer de este país algo mejor. Por ello, y a pesar de las presiones, es necesario evitar una posición de no tener posición. Para algunos la posición silente tal vez sea la más cómoda, pero es la más irresponsable.
Creer en las definiciones permite comportamientos en donde uno se siente más cómodo. Actuar de acuerdo a definiciones y convicciones dignifica y engrandece.
Esta es una batalla en la que no es conveniente rehuir, ni ocultarse ni protegerse, quizá vale la pena correr riesgos y actuar de acuerdo a lo que creemos que es correcto.
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