Mosul, Irak. 9 de junio de 2014. Los milicianos, encapuchados y blandiendo amenazadoramente sus fusiles AK-47 y lanzacohetes RPG, celebran la captura de la segunda ciudad más importante del país exclamando: Allahu Akbar -Dios es Grande. De pronto, uno de ellos voltea hacia las cámaras de video que graban su belicosa procesión y grita: “Insha’ Allah -Si Dios quiere-, nuestras banderas negras ondearán algún día sobre Londres y Nueva York y la guarida de los apóstatas, Teherán”.
La escena arriba descrita sirve como prefacio al presente artículo, el cual pretende explicar al amable lector quién es El Estado Islámico de Irak y Levante (ISIL) y cuáles son las implicaciones diplomáticas y geopolíticas de su relampagueante avance rumbo a la capital de Irak, Bagdad.
La invasión anglo-americana de Irak, en el año 2003 -orquestada por George W. Bush, el Texano Tóxico, y el primer ministro británico, Tony Blair, con los argumentos espurios de “destruir las armas de destrucción masiva” de Irak y “eliminar a Al-Qaeda”- resultó en un sangriento fracaso, pues jamás encontraron el mencionado armamento, pero sí atrajeron, como moscas a la miel, a miles de extremistas islámicos ávidos de combatir a los modernos cruzados: las tropas estadounidenses y británicas.
En 2004 se fundó Al-Qaeda en Mesopotamia, una franquicia de la red terrorista Al-Qaeda, dirigida por Osama bin Laden. El dirigente de esta rama era el jordano Abu Musab al-Zarqaui. Tras un breve pero brutal liderazgo, al-Zarqaui fue eliminado en un ataque aéreo estadounidense en junio de 2006. Durante cuatro años, la conducción de la representación recayó en Abu Hamza al-Mohayer, quien también fue abatido en 2010.
La tarea de recomponer a Al-Qaeda en Mesopotamia recayó en los hombros de Abu Bakr al-Baghdadi, un doctor en estudios islámicos, quien fue retenido por cuatro años en Campo Bucca, un centro de detención estadounidense en Irak. Según el relato de varios policías militares norteamericanos, al salir de prisión al-Baghdadi dijo a sus captores: “Nos veremos en Nueva York”.
Al-Baghdadi -gracias a los generosos donativos de los “aliados” de Estados Unidos en la región, Arabia Saudita, Kuwait y Qatar- reorganizó a su caterva. Asimismo, el 9 de abril de 2013, el grupo, al intervenir en la guerra en Siria, adoptó el nombre de El Estado Islámico de Irak y Levante.
Según Douglas Ollivant, un investigador y veterano de la guerra de Irak, el conflicto en Siria proporcionó una invaluable experiencia bélica, pues “te mueres o mejoras y esos tipos simplemente mejoraron”. Además, al-Baghdadi rompió con el sucesor de Osama bin Laden, el doctor Aymán al-Zawahirí.
La captura de Mosul, la segunda ciudad más importante de Irak y capital de la provincia de Nínive, Tikrit, el lugar de nacimiento del tirano Saddam Hussein, la presunta ejecución de mil setecientos soldados iraquíes (En vivo, a todo color y por YouTube y Twitter) y el avance sobre la capital, Bagdad, prendieron los focos rojos en Washington, Londres y Teherán.
Desde el punto de vista geopolítico, la instauración de un califato bajo la égida del ISIL, que se extienda desde el mar Mediterráneo hasta los montes Zagros, es un anatema para Irán, pues pondría en peligro su existencia como nación y destruiría el Eje Teherán-Bagdad-Damasco, con el cual contiene a Arabia Saudita y la Unión Americana.
Para los Estados Unidos, la desintegración de Irak en términos religiosos (El ISIL es sunita y la mayoría de los iraquíes e iraníes son chiitas) pondría en peligro su estructura imperial en la zona y amenazaría la seguridad de su principal aliado en la zona, Israel.
Turquía no desea que Irak, al igual que Siria, devenga en una zona de inestabilidad en su frontera sur. Asimismo, los turcos percibirían como una amenaza a su integridad territorial el futuro establecimiento de un Estado kurdo independiente.
Espoleados por la amenaza del ISIL, Irán y el “Gran Satán”, los Estados Unidos, iniciaron pláticas tras bambalinas con el objetivo de compartir inteligencia que conduzca a la eventual derrota de los acólitos de al-Baghdadi.
El primer paso fue el envío a Irak, con el apoyo táctico estadounidense, del general Ghasem Soleimani, jefe de la Fuerza Quds (Jerusalén, en farsi), una unidad especial de los Guardianes de la Revolución Islámica. Asimismo, 5 mil voluntarios iraníes han jurado defender los sitios sagrados chiitas en Irak.
Barack Obama, fuertemente criticado por la caída de Mosul, la cual ha sido comparada en términos geopolíticos a la anexión de Crimea por parte de la Federación Rusa, ha enviado efectivos navales a la zona del Golfo Pérsico. Igualmente, el Reino Unido, en un claro mensaje diplomático a Irán, anunció la reapertura de su embajada en Teherán.
Lo anterior permite afirmar que una alianza de conveniencia entre Washington, Londres y Teherán estaría emergiendo con el objetivo de contener al ISIL y evitar la fragmentación de Irak.
Con Irak al borde de la desintegración y Siria en llamas una cosa es cierta: las fronteras del Medio Oriente, diseñadas por Gran Bretaña y Francia durante la Primera Guerra Mundial, jamás volverán a ser las mismas.
Aide-Mémoire.- ¿Quién o quiénes están orquestando la crisis migratoria en la Unión Americana?