Estimado lector, caminando por los pasillos de la Universidad Interamericana para el Desarrollo, me topé con este documento que Diana Preciado, estudiante de la licenciatura en Administración de Empresas que escribió para su clase de Comunicación oral y escrita, me parece que cuenta con los requisitos para ser compartido con ustedes, sobre todo en su contenido, aquí su reflexión sobre la equidad de género.
Mientras nuestros hombres celebran con gran furor los sorprendentes resultados del Tri en Brasil, las legisladoras mexicanas traen casi el mismo alboroto con la reciente reforma en la Ley Electoral en materia de Equidad de Género. A 60 años de lograr el voto de la mujer en México, para 2015, oficialmente es obligación de los partidos políticos tener en la Asamblea Legislativa el 50-50 por ciento de damas y caballeros. “Las mujeres materializamos una antigua aspiración…al conseguir la distribución proporcional de 50-50 con respecto a los compañeros varones, en un plano de igualdad fraterna” afirmó para La Jornada del 22 de junio la diputada Rocío Sánchez.
¿Fraterna? Yo tengo mis dudas. Desde que era niña, recuerdo las eternas competencias escolares de hombres contra mujeres, rivalidad comparable a la de Argentina vs Brasil. Fui creciendo y resulta que no era sólo una forma rápida de armar equipos en clase; mi país es machista y he crecido en el parteaguas de la lucha por la igualdad de género y parece, sólo parece que se logró.
Lector, imagine conmigo que usted prepara a un grupo de estudiantes para un concurso de conocimientos y en las eliminatorias van dejando fuera a los menos preparados. Conforme la competencia va avanzando, se da cuenta de que sus eliminados son, en su mayoría varones ¿será que es cierto que, finalmente las chicas somos más listas? Así que desea comprobarlo con sus propios ojos, consulta los resultados publicados de las puntuaciones y se lleva la gran sorpresa de que Karen con 890 puntos ha dejado fuera de la competencia a Luis con 897, Lucía eliminó a Omar aún con 12 puntos por debajo de los obtenidos por su alumno y así, el patrón se repite. Imagine, ¿cómo reaccionaría usted? Seguramente igual que yo, saltaría de indignación ante tal injusticia y hasta maternalmente (o paternal, según sea el caso) acudiría con el Jurado Calificador a reclamar y a defender con pruebas contundentes el error que se está cometiendo. Y resulta que el Jurado nos contesta “no hay ningún error, el grupo de finalistas debe estar conformando por un 50% de niños y 50% niñas, esto para asegurar la igualdad de oportunidades en los participantes…”
Así es querido lector, y aunque lo parezca, mi ejemplo no está nada lejos de la realidad. En el 2013, ADN Político realizó una encuesta de escolaridad y género en la Cámara de Diputados y Senadores. Resulta que la tabla nos da desde “sin información académica” (significa que el 6.4% de las y los congresistas se dieron el lujo de no comprobar su escolaridad ni contestar la encuesta y conservar su trabajo) hasta doctorado, pasando por todos los niveles educativos. Para empezar, un cargo político de la talla de un congresista no debería tener opción a tener sólo educación básica (desde primaria a estudios técnicos) como sucede con el 3.8% y 7.4% de mujeres y hombres, respectivamente. Me tranquiliza un poco ver en licenciatura un 62% de mujeres y 61.2% de hombres. Pero en doctorado, las cifras son aplastantes, tenemos a 23 legisladores hombres y sólo a 4 mujeres.
Diputadas y senadoras en turno, las felicito por éste gran paso en la política para las mujeres, ¿pero académicamente están listas? Para las y los congresistas, ¿es mucho pedir una maestría? No lo creo, simplemente para dar clases en una Universidad privada es requisito, ¿Por qué para aquellos que deciden el rumbo del país no?
No quiero arruinarles la fiesta pero debo decir que como ciudadana no me siento representada de saber que el 50% del Congreso usa maquillaje igual que yo. Así de parcial y superficial es la igualdad en nuestro país. Más que equidad, me parece sexista tal división pues marca aún más la línea entre rosa y azul, “equidad lograda” por una característica tan básica como un cromosoma XX o XY. A mi punto de vista solamente consolida la inmadura pregunta del “¿quiénes son mejores, los niños o las niñas?”
Igualdad de género no es que los hombres no tengan derecho a ser pensionados por sus esposas, igualdad no es que en un divorcio el padre no tenga posibilidades de ganar la custodia de sus hijos. Y en lo laboral, no quiero ser contratada sólo por ser mujer y que reduzcan mi currículum a la profundidad de mi escote. Quiero oportunidades proporcionales a mi capacidad y preparación al igual de mis colaboradores, más allá del femenino o masculino.
Considero que la equidad de género es simplemente pasar desapercibido si se es hombre o mujer. Le invito a revisar un billete de $50, lo dijo Morelos hace más de 200 años “Que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano del otro el vicio y la virtud” así de fácil, pero no lo hemos entendido. No me interesa ver al congreso 50% rosa y 50% azul o verde, morado o amarillo da igual, quiero verlo 100% competente.
Es completamente gratificante cuando como sociedad nos encontramos con estudiantes propositivos, analíticos, críticos, que se expresan y escriben de esta manera. Enhorabuena Diana, impulsa a tu generación.
Twitter: @ericazocar