En estos días sucedió una vez más lo que Woldenberg nos anticipó en su novela protagonizada por Manuel: caímos en un desencanto. Purificación Carpinteyro, parlamentaria de la “izquierda” mexicana, quien en la última elección tuvo una votación favorable que la coloca como la segunda diputada con más votos a favor de entre los 300 Diputados por mayoría de la LXII Legislatura (superó a otros “progresistas” como Andrés Manuel y Miguel Mancera), fue delatada a través de una grabación de audio, en la cual conversaba con un empresario -que además se presume que era su familiar- sobre un proyecto de negocio personal que armaría, claro, con financiamiento público.
Resulta que esta mujer es la experta en materia de telecomunicaciones y las políticas de libre competencia dentro del Congreso. Antes, trabajó muchos años en el sector privado. Lleva años pregonando por mayor competencia en el sector. Incluso, se ha atrevido a publicar libros y presentarlos en noticieros considerados como reaccionarios, como lo son el de Carmen Aristegui o Javier Solórzano. Sin duda quien la haya escuchado, tendría en sus palabras la clara imagen de un progresismo envidiable. Hoy esto no es así.
Es interesante cómo el tiempo nos ha demostrado que en conflictos de interés y corrupción no existe espectro político. Cada día se evidencia más las falencias institucionales que permiten que el ciudadano que vota sea engañado. Este caso de la Señora “Purificación” nos muestra que cuando se trata de ganancias personales, empresariales y familiares, la inclusión del otro dentro de la esfera pública termina.
Otro punto lamentable, es que sin duda este suceso será utilizado por los grandes monopolios (Televisa, América Móvil, etcétera) del sector telecomunicaciones para distraer la atención sobre su poder monopólico. Tanto en los conflictos de interés de Doña Puri, como en la utilización de esto por parte de los grandes monopolios opera la ambición del mercado. Entonces, lo importante sería preguntarnos cómo opera el Estado. ¿De qué manera nuestras instituciones podrán regular estos actos y “sanear” el sector de las telecomunicaciones?
Por sanear me refiero a alcanzar un sector de telecomunicaciones más competitivo, sí, pero en donde el legislador sólo fiscalice y no obtenga beneficios personales que agrandan la brecha de desigualdad y profundizan la frustración ciudadana.
No olvidemos que nuestros parlamentarios son nuestros agentes, nosotros somos ese principal que los empodera para tomar las decisiones trascendentales del país. Toda acción de ellos afectan nuestra estructura institucional y, por lo tanto, nuestra calidad de vida. Por ello, debemos avanzar hacia una regulación de las relaciones de poder que el parlamentario mantiene dentro y fuera del Congreso. Ellos perciben un sueldo que proviene de las contribuciones del ciudadano y que, por lo tanto, deben de legitimarse ante él, no ante nadie más. En fin, una vez más, hasta ahí llegó el progresismo.
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