Moscú, Federación Rusa. 21 de febrero de 2014. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, se regodea por el éxito de los Juegos Olímpicos de Invierno, celebrados en Sochi. Sin embargo, algo le inquieta: la situación en Ucrania, donde su aliado, Víktor Yanukóvick está a punto de ser defenestrado por los opositores, quienes son financiados por la Unión Americana.
Cual tigre siberiano, que sopesa sus posibilidades antes de abalanzarse sobre su presa, el mandatario ruso contempla dos opciones: primero, designar a su contraparte ucraniana como “gobernante legítimo en el exilio”; la otra, anexar la península de Crimea.
La escena previamente descrita sirve como prefacio al presente artículo, el cual pretende explicar cuál es el pensamiento estratégico del líder del Kremlin.
Los antiguos griegos utilizaban el vocablo strategos para referirse al nombramiento del comandante de un ejército. Con el transcurso del tiempo, la expresión pasó a simbolizar “el arte del general”. Por lo tanto, según la Biblioteca de Planeación Estratégica, una estrategia “es el patrón que integran las principales metas y políticas de una organización”.
El pensamiento estratégico es el arte de superar a un adversario, sabiendo que el rival está tratado de hacer lo mismo con uno. En su lucha por resucitar a Rusia como gran potencia, Putin ha prevalecido, en varias ocasiones, sobre sus rivales occidentales -la guerra de Osetia del Sur, en 2008; el asunto Snowden y la crisis en Siria, ambos en 2013; y, recientemente, la anexión de Crimea.
¿Cómo lo hace? Para el general francés, Vincent Desportes, Putin “es un maestro de la estrategia y un campeón de ajedrez”, pues se “toma su tiempo, adaptándose a las circunstancias y aprovechando las oportunidades”. Esto coincide con el comportamiento estratégico del antiguo oficial de la KGB, ya que transcurrieron casi seis años entre la victoria sobre Georgia, en agosto de 2008, y la amalgama de Crimea, en marzo de 2014.
Para el también ingeniero, sociólogo y doctor en Historia, Putin no tiene prisa, ya que se comporta como “estratega oriental”. Esto significa que no provocará la próxima oportunidad, sino que, como un lobo de las estepas rusas, “tenderá una emboscada” (UPI 29/04/2014).
La hecatombe ocurrida en la ciudad portuaria de Odessa -donde casi cuarenta activistas pro-rusos, quienes se habían refugiado en las oficinas de un sindicato y que perecieron como consecuencia de un incendio provocado por sus adversarios anti-rusos-, devino en un punto de inflexión en la crisis que vive Ucrania. Esto porque un porcentaje de la población ruso-parlante se mostraba reacia a confrontarse con el gobierno pro-estadounidense asentado en Kiev.
Sin embargo, como consecuencia de la tragedia, miles de ucranianos de origen ruso han inundado con sus llamadas telefónicas las oficinas del Kremlin, pidiendo desesperadamente “ayuda a Rusia”. La respuesta del gobierno ruso, en voz de Dmitri Peskov, ha sido de acusar a Ucrania de “tener manchadas las manos de sangre”. Por ende, la masacre en Odessa pudiera, en determinado momento, ser la coartada con la que Vladimir Putin justificara una intervención militar rusa en el este de Ucrania.
Por su parte, el geopolítico y estudioso de la globalización, el británico Mark Leonard, considera que Putin es “impredecible”, pues de esta manera incrementa su influencia sobre los Estados Unidos y la Unión Europea. (Reuters 24/04/2014).
A lo mencionado por Desportes y Leonard, el escribano quiere agregar lo siguiente: en la cultura estratégica rusa subsisten, desde tiempos zaristas, dos rasgos: el primero es ver a las naciones-Estado como enemigos o “tontos útiles” (Lenin dixit). Es decir, prevalece el principio de kto-kovo (quién-a quién), quién domina a quién gracias a su poder coercitivo o el estatus poseído.
Por ello, Putin ha solicitado la mediación de la canciller de Alemania, Angela Merkel. La líder germana es la persona con mayor influencia en la Unión Europea. Además, Alemania es el principal socio comercial de Rusia en Occidente. Finalmente, Rusia ha desplegado, como medida de presión, 40 mil tropas a lo largo de la frontera con Ucrania.
Más todavía, el liderazgo estratégico ruso siempre ha sido reacio a tomar riesgos: en 1939 el líder soviético, Iósif Stalin atacó a los japoneses en Mongolia, una vez que hubo asegurado su flanco occidental, mediante el pacto con la Alemania nazi. Esta regla sólo ha sido rota una vez: durante la crisis de los Misiles en Cuba, en octubre de 1962, cuando Nikita Jrushchov, desplegó proyectiles nucleares en la isla caribeña, a fin de presionar al presidente norteamericano, John F. Kennedy.
Finalmente, Putin como buen ajedrecista se ha embarcado en una partida que tiene doble objetivo: asegurar la supervivencia de Rusia como entidad política y cultural y construir un mundo multipolar, donde la influencia estadounidense sea disminuida. ¿Lo logrará?
Aide-Mémoire.- Alfonso Cuarón lo hace de nuevo.