En lo que se refiere a películas que tienen como escenario principal el interior de un avión, podríamos decir que ya lo hemos visto todo, desde serias y emotivas como Vuelo 93, cómicas y divertidas como Dónde está el piloto y hasta ridículas como Serpientes a bordo, y eso sin mencionar aquellas de suspenso y acción en las que proliferan las persecuciones y los balazos, las cuales tienden a poner a las audiencias al borde del asiento, pues no se necesita mucho análisis para entender que pistolas y aviones no son una buena combinación, aunque para el cine es una mezcla súper entretenida.
Con esa combinación Non stop, o Sin escalas como la tradujeron en algunos cines del país, ya era una cinta interesante, sobre todo para los que buscamos un momento de esparcimiento en el que podamos divertirnos, comer palomitas y dejar a un lado los problemas cotidianos; pero si al binomio le sumamos a Liam Neeson, quien en los últimos años se ha revelado como EL héroe de acción, pues a pesar de sus años todavía corre, pelea, dispara y retuerce cuellos sin perder la cara de perrito desvalido -otra combinación maravillosa pues por lo general uno no sabe si tenerle miedo o adoptarlo- resulta estupendo tanto para las historias que interpreta como para la taquilla.
El atractivo principal de Non stop es lo bien escrito que está el guión así como la dirección inteligente que realiza Jaume Collet-Serra que nos permite disfrutar del suspenso prácticamente hasta el final del filme. Esta película me recordó un poco a los libros de Agatha Christie en los que uno continuamente está tratando de adivinar quién fue el asesino, brincando de uno a otro personaje según van actuando para convertirse en el sospechoso más probable.
Lo anterior no quita nada al hecho de que muchas de las situaciones, e incluso algunas de las acciones que presenta esta película son improbables y poco lógicas, pues si uno piensa un poquito resultan no solo increíbles, sino imposibles, no obstante, el secreto para realmente pasar un buen rato está en no pensar, ni analizar y dejarse envolver por la trama, permitir que la tensión vaya creciendo hasta el momento del desenlace.
Es difícil contarles un poco de la película sin arruinar la experiencia, yo cuando menos permití que me atrapara la historia, de hecho me sentía como envuelta en una dinámica parecida al juego infantil de Quién se comió la galleta sin decir -¿lo recuerdan?- en el que cada participante, al ser acusado por las circunstancias parecía decir “¿Quién, yo? Yo no fui, ¿entonces quién? sería Menganito de tal” y Menganito a su vez reiteraba la fórmula y así en una interminable repetición de lo mismo hasta el final.
Al inicio del largometraje conocemos a Bill Marks en un muy mal momento, se ve cansado, deprimido, medio alcoholizado y muy frustrado mientras discute con alguien más por teléfono. Sabemos que está a punto de iniciar un viaje en avión que lo llevará a Londres, mientras camina por el aeropuerto sus ojos escanean nerviosamente a todos los pasajeros que lo acompañarán en el vuelo. Es absolutamente perceptible que se trata de un hombre que está a punto de explotar,
Si a todo el nerviosismo que demuestra, le sumamos que tiene un casi altercado con otro pasajero, un momento emotivo con una pequeña que viajará sola, que confiesa a su compañera de asiento que tiene terror a los despegues y que la azafata le sirvió agua en vez del Gin and tonic que pidió, es imposible no prever que algo está a punto de pasar…y que ese algo no puede ser muy bueno pues toda esa energía está confinado a un pequeño espacio -bueno, no tan pequeño- y se encuentra en medio del Atlántico y a miles de kilómetros sobre la tierra.
Justo cuando el avión se nivela y todos los pasajeros se están preparando para pasar la noche lo más cómodamente posible, Bill recibe un mensaje de texto: Uno de los pasajeros va a morir a menos que se depositen 150 millones de dólares en una cuenta determinada, y esto se repetirá cada 20 minutos hasta el momento en que la aerolínea cumpla las demandas del extorsionador…
¿Entonces Bill es el bueno, el dueño o agente de la ley? ¿Por qué el villano se comunica sólo con él? ¿O es que es su socio? ¿Cómo es que recibe mensajes en su celular, no está eso prohibido por las regulaciones aeronáuticas? ¿Cómo logró pasar por seguridad la pistola que de pronto nos muestra? Y principalmente ¿Quién es la víctima y cómo se arreglarán para matarlo cuando hay cientos de personas alrededor? Estas son los primeros de muchos cuestionamientos que saltan a la mente tras ese primer contacto telefónico y que se irán resolviendo poco a poco para dejar otros en su lugar, mientras el estómago de los asistentes a la sala de cine se va convirtiendo en un nudo cada vez más apretado y nos vamos acomodando en el borde del asiento.
Definitivamente Non stop no es la película del año y seguramente sí es, en esencia, bastante olvidable, pero, lo que sí puedo asegurarles, es que mientras dure la experiencia y por el tiempo en que permanezca en su memoria será un viaje que bien vale la pena el boleto.
Productor: Joel Silver, Andrew Rona y Alex Heineman; Director: Jaume Collet-Serra; Guión: John W. Richardson, Chris Roach y Ryan Engle; Fotografía: Flavio Labiano; Edición: Jim May; Música: John Ottman; Elenco: Liam Neeson, Julianne Moore, Michelle Dockery, Lupita Nyong’o, Corey Stoll, Scoot McNairy, Linus Roache y Shea Whigham; Duración 1 hora 45 minutos.