Hace falta que las autoridades en salud mental ofrezcan tratamiento a chicos violentos y a víctimas - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

  • Entrevista a Héctor Grijalva sobre bullying
  • Los jóvenes que le ocasionaron la muerte de su compañero en Tamaulipas deben hacer algo para reparar el daño

 El caso del niño que murió como consecuencia del acoso escolar en Ciudad Victoria Tamaulipas ha conmocionado la opinión pública en todo el país. Es un problema no nuevo, con un enfoque novedoso por la oportunidad, por el dramatismo y por las consecuencias. Sobre estas consecuencias, preguntamos al doctor Héctor Grijalva, de quien ayer se publicó en estas páginas El cadáver de Mickey Mouse. Una hipótesis sobre el origen del bullying.

La Jornada Aguascalientes (LJA): Han sido ya denunciadas tres personas, el encargado de la biblioteca, la trabajadora social y la prefecta. ¿Le parece a usted que con ello, ya se hizo justicia?

Héctor Grijalva (HG): De ninguna manera. Ellos fueron acusados por abandono y encubrimiento, no por complicidad, eso me parece bien. Por ello salieron libres bajo fianza. Pero los directamente culpables fueron los compañeros del muchachito y sus padres. No se ha informado de ninguna sanción contra ellos. Mientras no se haga algo con los verdaderos responsables, no se puede hablar de justicia.

LJA: ¿Cuál es la responsabilidad de los padres en este caso?

HG: Enorme. No a cualquier estudiante se le ocurre abusar de un compañero, no cualquiera imagina un “juego” tan pernicioso como “el columpio”. Los cuatro muchachos involucrados ejercieron violencia con premeditación, alevosía y ventaja, que son serios agravantes ya que el chico asesinado no tuvo oportunidad de defenderse. Pero los agresores aprendieron la violencia en sus hogares y fue enseñada por sus padres.

LJA: ¿Cree que no hay ninguna culpa de la escuela?

HG: Creo que la escuela y los acusados no tienen la culpa, aunque sí responsabilidad. Desde que se enteraron que había abusos, debieron haber hecho algo firme y definitivo. Quizás expulsar a los alumnos violentos o mejor aún condicionar su estancia en la escuela, a la asistencia de sus padres a talleres de sicoterapia familiar. La violencia no se enseña en la escuela, los adolescentes la aprenden en sus casas. En todo caso, el pecado de la escuela y los profesores es permitirla sin hacer algo.

LJA: ¿Cómo enseñan los padres la violencia a sus hijos?


HG: El hijo no aprende lo que se le dice, aprende lo que ve. Los chamacos violentos siempre proceden de hogares violentos. Han visto a sus padres gritarse insultos, arrojarse objetos o golpearse. Incluso muchos de ellos han sido víctimas de la violencia de sus padres. Su rabia por inconformidad o deseos de venganza, ya sea contra el padre o la madre, no pueden desahogarse contra ellos, entonces van a la escuela y la descargan contra los compañeros. Por eso la solución es poner armonía y paz en el hogar. No enviar a la cárcel al personal docente del colegio.

LJA: Los muchachos ahora convertidos en asesinos y sus padres, ¿deberán ir a la cárcel?

HG: No, eso no serviría de nada. El caso amerita de manera urgente sicoterapia individual para cada uno de los jovencitos, para ayudarles a sanar de su culpa, para auxiliarlos a enderezar el rumbo, para tener conductas de sanación personal y social. Quizás fuera conveniente un cambio de escuela, para que no sean objeto de rechazo y señalamientos vergonzantes. Y sin lugar a dudas se debe obligar a los padres a recibir terapia de pareja o familia. Y digo obligar porque por costumbre y tradición los padres no asisten a las reuniones de padres de familia, mucho menos a una terapia. Deberán ir obligados judicialmente.

LJA: El presidente de la República, en una visita a la ciudad, saludó y dio el pésame a los padres ¿Estuvo bien?

HG: Desde luego, con este acto sencillo el presidente da realce nacional al problema. Además lo mencionó en su discurso oficial y esto marca una línea de acción para las autoridades educativas. Aseguró que dio instrucciones a las autoridades policiales y educativas para que concluyan el tema. Me hubiera gustado que hiciera un señalamiento sobre la culpa que tuvieron los padres de los chicos asesinos.

LJA: El presidente ofreció ayudar a los padres del muchacho fallecido, ¿qué opina al respecto?

HG: Es una buena acción. Claro que eso deberán hacerlo también el gobernador y el secretario de Educación de ese estado. Tengo entendido que les ofreció becas a los otros hijos, ayuda para casa y apoyo en el empleo del padre. Todo eso me parece bien, es una manera de reparar el daño. Sólo que esta familia también guardará además de los sentimientos de tristeza y dolor, algunos pensamientos de rencor y resentimiento. Es lógico, por ello me parece que las autoridades locales deben ofrecerles ayuda sicológica.

LJA: ¿Realmente se puede reparar el daño?

HG: Claro que sí. Desde luego no vamos a caer en esa frase trillada y absurda que emiten algunas personas con gran ligereza cuando dicen: “Nada de lo que hagan le devolverá la vida al muchachito”, es tan obvio que no merece comentario. Los jóvenes que le ocasionaron la muerte de su compañero deben hacer algo para reparar el daño. En ocasiones sirven los rituales, algo así como darle el nombre del alumno a una calle, o a la escuela, realizar una ceremonia de gratitud y amistad al compañerito, dar conferencias y charlas en otras escuelas advirtiendo sobre los peligros del bullying. En fin, hay muchas maneras de que los muchachos y sus padres muestren públicamente su arrepentimiento y convicción del daño que hicieron.

LJA: En nuestra ciudad y nuestro estado ¿Cómo están las cosas al respecto?

HG: Por lo pronto tanto las autoridades de Seguridad Pública y las autoridades de enseñanza han declarado públicamente que harán campañas de prevención y atención. Creo que es una medida muy saludable y confiamos que darán buen resultado. Hace falta algo, que las autoridades en salud mental ofrezcan el tratamiento a los chicos que ya han sido detectados como violentos y a las víctimas. Pero sobre todo, lo primordial es establecer cursos y talleres de terapia familiar y de pareja en escuelas y centros sociales. Es una magna tarea, pero hay que hacerla.


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