Envoltorio de papaya
Morder al perro
Edilberto Aldán
Sequía de noticias
Para definir la calidad de noticioso que pueda tener un hecho, invariablemente se acude al ejemplo del hombre que muerde al perro, eso sí es noticia, mientras que a la inversa, no; te dicen, te repiten, reiteran en forma constante para destacar que, en mucho, lo “insólito” forma parte del ADN de la noticia; por su simplicidad, pero sobre todo porque sirve como punto de partida para una explicación mayor, no suele cuestionarse el ejemplo, así que tarde o temprano, en una redacción ante la sequía de noticias, no falta quien mande al reportero a morder un perro para así tener algo que contar; es lo común.
Bien visto, es tristísimo que se pueda considerar que hay “sequía de noticias”, pero ocurre en todas partes, más si se sostiene la mentira de que Aguascalientes es el lugar donde no pasa nada. Creer que no ocurren cosas refleja la pobre idea que se tiene de lo que el interés público es.
Los medios de comunicación, abrumados por no saber lidiar con la fuga de lectores hacia lo ligero, lo digerido, el divertimento, llevamos mucho tiempo evitando la reflexión de qué es lo que debe interesarle al público y qué es lo que le interesa; desesperados porque no hemos logrado vivir de quien nos lee, solemos caer en la trampa de aligerar los contenidos para atraer la atención de quienes viven con la mirada fija en los chistes, el rumor, incluso la nota roja; rendimos con facilidad nuestras páginas a las “nuevas” ideas de lo que el público necesita, se deja a un lado la investigación, el análisis, el informe detallado, la crónica y el reportaje de largo aliento para ceder esos espacios a la infografía mal hecha, la fotografía sin contexto y la nota que parte de la declaración.
Fologüers y laics
Cuando en una redacción se asume que hay sequía de noticias, nunca falta el reportero que con la orden de ir a morder un perro, regrese con una nota sobre la percepción económica de algún funcionario público; es nuestra moderna (no tan nueva) mordida al can; no hay forma de errar con una “noticia” de ese tipo, dan la oportunidad de satisfacer el morbo de la audiencia, de “exhibir” los excesos de la clase política, de pontificar sobre las injusticias del sistema… y si a esa nota se le llena de calificativos, mucho mejor, porque se puede ligar el sueldo de un funcionario a sus pertenencias y bienes para tender el manto de la sospecha sobre cómo se obtuvieron esas propiedades.
El reportero defiende a capa y espada que su nota sobre el sueldo que percibe algún miembro de la burocracia (si es de la alta dirección, mejor) pertenece de forma irrefutable al interés público; por supuesto, no lo es, pero resulta sumamente cansado discutir para quien se ha formado buscando no lectores sino fologüers, para quien prefiere los laics a los comentarios del lector y hace lo posible para que el contenido de sus textos le sumen seguidores dispuestos a demostrar públicamente que vieron su trabajo, no que lo leyeron.
Las indagatorias sobre las percepciones de la burocracia jamás están de más, es dinero público, estamos obligados a conocer cómo y en quién se gastan esos recursos, pero la simple exposición de un nombre y una cantidad no son sino el inicio de una investigación que en verdad satisfaga el interés público.
Los legisladores son el mejor ejemplo, sabido es que un diputado gana “muchísimo”, si no se entiende el proceso legislativo, calificar de cuantioso el sueldo es más simple, pues basta aplicar una sencilla división entre su ingreso y los días que sesionan para que las cuentas excesivas nos salgan. Se busca la cantidad, se pasan por alto datos y se acusa: Excesivo gasto en diputados… voilà, ahí está mordido el perro.
Siguiendo la imagen del can agredido, lo que debería ser considerado de interés público es qué le sucedió después al perro, las razones por las que el hombre lo agredió, si fue capturado, si será castigado, cuál es la condición del chucho tras el ataque… Lo mismo con la nota donde se exhiben los “exagerados” sueldos de los servidores públicos, ¿quién decidió que eso es lo que debe ganar, con qué criterio, a quién rinden cuentas, cómo lo desquitan… Rendición de cuentas y transparencia.
Quiero saber que no me importa de ti
En el derecho al acceso a la información del que gozamos, el Estado es un sujeto pasivo, en las definiciones que suelen colocar las páginas de los sitios de gobierno señalan (porque están obligados) que es un derecho fundamental y que “el ciudadano no requiere acreditar interés alguno; no se requiere justificar el uso que dará a la información; el ejercicio del derecho es gratuito; las autoridades son susceptibles de sanción si obstaculizan el ejercicio del derecho”, pero los medios solemos quemar la pólvora en infiernitos, basta con calificar de excesivo el gasto y ya.
La culpa no es toda del reportero, en los editores y directivos es sobre quienes recae la responsabilidad, para no lidiar con la necesidad de transformarse para no perder lectores, aceptamos publicar la nota escandalosa, el contenido no verificado, la investigación somera, con tal de transformarla rápidamente en “contenido” digno de fologüers y laics.
Ahí estamos, no parece que vaya a mejorar con el tiempo.
La confrontación entre Ciro Gómez Leyva y Carmen Aristegui por el tratamiento que dan al caso de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre; la multiplicación vergonzosa de opiniones machistas por el caso de La Volpe y su expulsión del equipo Chivas; son dos casos recientes de lo que ocurre cuando se escribe sin tener en cuenta cuál es o debería ser el interés público, porque en ambos casos, las diatribas, defensas y comentarios en general, centran su atención no sobre las víctimas, a veces ni siquiera sobre el hecho noticioso, perdemos el tiempo colocando a los lectores en los extremos de la defensa o ataque del periodista, no lo acompañamos a una reflexión sobre lo que sucede.
En Aguascalientes, la cobertura que se ha dado a la aprehensión de Luis Armando Reynoso Femat es un ejemplo claro de que al momento de dar cuenta de la noticia, los medios y sus representantes no estamos preparados, del océano de notas que hemos publicado sobre el caso, si se separan los hechos de las opiniones, veríamos que una vez más nos rebasó el morbo.
Coda
Un ejemplo más, que fue el que me llevó a pensar en por qué mordemos al perro, los diputados aprueban la compra de 30 automóviles nuevos; en los medios reproducimos declaraciones a favor y en contra de los mismos legisladores, de casi todos, de los mismos que en sesión privada aprobaron el gasto de seis millones, por unanimidad. Lo que va a ocurrir es que una vez que se compren, todos los diputados van a estrenar automóvil, sin tener que justificar si lo necesitan o no y cuando acabe esta Legislatura, los esconderán en un estacionamiento, desgastados, arruinados, inservibles, al fin que nadie les pida cuentas. No estaría mal que, por una ocasión, una sola, al menos un diputado, de frente a quienes los eligieron, desistiera del privilegio de estrenar automóvil, porque no lo necesita, porque su sueldo le da para usar su propio carro (tal y como hacen millones de empleados); ¿quién se atreverá a dar la nota?, desde ahora apuesto en mi contra: ninguno, su mediocridad sólo da para despotricar ante un micrófono, no para actuar.
@aldan
Excelente Aldan, excelentes untes, tu debate desde hace tiempo es el papel de los medios en una sociedad liviana y light. Excelente.