Hay muchos motivos para celebrar la niñez (para no divagar en discusiones amorfas), de todos modos, las celebraciones no pierden un tinte consumista, pero celebrar es siempre un motivo de rememorar aquello que nos es importante.
Hay muchas leyes y documentos que protegen y exaltan a los niños. Las Naciones Unidas hablan, en la Convención de los Derechos de los Niños, sobre “la urgencia de preparar a los niños para la vida independiente… en un espíritu de paz, dignidad, tolerancia, libertad, igualdad y solidaridad…”, para lo que se hacen una serie de aseveraciones que deben realizar los países, con lo que se garantice el correcto desarrollo de la niñez.
Sin embargo, en la realidad, sigue habiendo una marcada brecha entre lo que dicen las palabras y lo que afirman los hechos. No hablemos de empleo infantil, corrupción de menores, pobreza extrema, enfermedades y desintegración familiar como el contexto donde se violentan los derechos de la infancia, quiero suponer que esas son las consecuencias de un destrabajo previo. La realidad más bien apunta a que los discursos siguen siendo un aliciente que al concluirlos, es como si las cosas ya se hubieran hecho, dejando trabajos pendientes que no sólo le corresponden al gobierno, como mucha gente apunta: unos medios de comunicación particularmente que no ayudan al desarrollo del conocimiento y que sí permiten que se permee en la comunidad con una serie de ideas que van generando distorsiones sociales: violencia degenerada, un sensualismo mortal, el ridiculismo en que se ponen valores sociales y la displicencia con que las noticias pueden llegar a afectar una idea concreta (por ejemplo en el suicidio, hay incluso un protocolo para que este sea tratado por los medios de un modo que no se convierta en un “dar ideas” al usuario), en cambio vemos cada vez un amarillismo más soez y mezquino (me acuerdo de aquellas revistas como alarma y otras que no voy a mencionar pero que están en la tribuna del pueblo), y que promocionan el escándalo y la crudeza de la tragedia como una forma de vender. No le quiero decir de la política o de los deportes, convertidos por los medios en mecanismos de entretenimiento más que de derechos de acceso a la información o de formas de desarrollar el cuerpo y el espíritu humanos (ya ve que si dice uno alma, pa’ pronto le achacan la derecha ultra), pero nadie niega el espíritu. Entonces, los niños crecen pensando que el mundo es de una forma hasta cierta edad, y luego que es de otra forma hasta otra edad y cuando llegan a la juventud o adultez, se desilusionan creyendo que todo es una gran mentira escrita por quien tiene el poder (de la información), y acaban por ser de las cifras de los amargados que prefieren retraerse y dedicarse a algo que les permita sobrevivir en un mundo de aparentes mentiras. Esto parece casi aquella creencia de las tortugas y los elefantes sosteniendo la tierra.
El día de la infancia -dígase el 30 de abril- es otra fecha más como el de las madres o el del trabajo, son actos de festejo, y cuando se acaban, todo sigue igual. Ese es el problema, que todo sigue igual: gente que reparte culpas, echadores de mentiras y niños creciendo en la incertidumbre. Por eso vale la pena recordar que las sociedades que no han cuidado a su niñez, han acabado padeciéndola. Al principio le decía de consecuencias de cosas que no hemos hecho, y mire. Ayer se quitó la vida un joven menor de 30 años, otra vez por motivos increíbles pero ciertos, lo que me hace pensar que debemos pensar.
Los medios de comunicación tienen mucho que ver en la educación no formal de la sociedad, no se diga de los niños, por lo que hoy siendo día de asueto, me gustaría proponerles tres cosas:
Los medios debieran pensar en sus contenidos -no en los infantiles- para que consideren que siempre hay un niño o una niña observando. Como humanos que somos, deberíamos tomarlos en cuenta para generar propuestas que les desarrollen habilidades de reflexión -luego hay quien insiste en tratarlos como chimpancés en evolución hacia el homo sapiens- para poder afirmar que el dicho de palabras acompañadas de testimonios, se cumplen. La infancia merece un ejemplo positivo, incluso en momentos como este, en que se aparenta un caos irremediable.
La propuesta infantil. En ese sentido bien vale la pena otorgar espacios en medios escritos y electrónicos para que los niños tengan que tener (fíjese el énfasis) un entretenimiento que genere conocimiento. Ya sabemos que la propuesta es infinita, pero la cultura y las tradiciones no se fomentan cuando hay una televisión entretenedora más que educadora. Y esto no implica que tengamos que hacer programas acartonados y aburridos, pero a nadie se le ha ocurrido, por ejemplo (incluido este diario), espacios para que la niñez se exprese, dialogue, se entretenga y aprenda. He estado participando en algunas actividades con niños y me doy cuenta que sufren de la ignorancia de sus padres, de la indiferencia de la sociedad y de la confusión de los medios de comunicación, y eso no sólo es grave sino presupuestal: queremos gente buena pero hacemos todo lo contrario. Los ciudadanos se forman en la infancia, se reafirman en la juventud y se ganan o se pierden en la adultez (bueno, en realidad se ganan o se pierden en cualquier momento).
Valores. Parecería que el término está muy “choteado”, y más si tenemos amigos en los medios que repudian el término, pero queramos o no, el ser humano necesita crecer con ideas que le permitan reconocer que en la vida no hay cosas buenas o cosas malas, sino consecuencias, por eso coincido en que debemos hacer lo posible para que los niños crezcan sabiendo verdades que les reafirmen su personalidad y les permitan la convivencia humana. Hay muchos valores en que todos convergemos: honestidad, transparencia, solidaridad y así. Fomentar estos valores no sólo es bueno, sino económicamente redituable.
Dejémonos de chantajes sobre la realidad, hay muchas cosas nocivas que nos están destruyendo, eso lo sé, lo sabemos, pero no es sólo denunciándolas como acabaremos con ellas, y en materia de niños, ya hay muchos denunciantes, hacen falta más educadores y no me refiero sólo a lo formal, sino a la vida social, incluida el importante papel de los medios, a todos los necesitamos. Felicidades a los niños en su día.
El día del niño: educar desde los medios de comunicación
Ricardo Serrano
Hay muchos motivos para celebrar la niñez (para no divagar en discusiones amorfas), de todos modos, las celebraciones no pierden un tinte consumista, pero celebrar es siempre un motivo de rememorar aquello que nos es importante.
Hay muchas leyes y documentos que protegen y exaltan a los niños. Las Naciones Unidas hablan, en la Convención de los Derechos de los Niños, sobre “la urgencia de preparar a los niños para la vida independiente… en un espíritu de paz, dignidad, tolerancia, libertad, igualdad y solidaridad…”, para lo que se hacen una serie de aseveraciones que deben realizar los países, con lo que se garantice el correcto desarrollo de la niñez.
Sin embargo, en la realidad, sigue habiendo una marcada brecha entre lo que dicen las palabras y lo que afirman los hechos. No hablemos de empleo infantil, corrupción de menores, pobreza extrema, enfermedades y desintegración familiar como el contexto donde se violentan los derechos de la infancia, quiero suponer que esas son las consecuencias de un destrabajo previo. La realidad más bien apunta a que los discursos siguen siendo un aliciente que al concluirlos, es como si las cosas ya se hubieran hecho, dejando trabajos pendientes que no sólo le corresponden al gobierno, como mucha gente apunta: unos medios de comunicación particularmente que no ayudan al desarrollo del conocimiento y que sí permiten que se permee en la comunidad con una serie de ideas que van generando distorsiones sociales: violencia degenerada, un sensualismo mortal, el ridiculismo en que se ponen valores sociales y la displicencia con que las noticias pueden llegar a afectar una idea concreta (por ejemplo en el suicidio, hay incluso un protocolo para que este sea tratado por los medios de un modo que no se convierta en un “dar ideas” al usuario), en cambio vemos cada vez un amarillismo más soez y mezquino (me acuerdo de aquellas revistas como alarma y otras que no voy a mencionar pero que están en la tribuna del pueblo), y que promocionan el escándalo y la crudeza de la tragedia como una forma de vender. No le quiero decir de la política o de los deportes, convertidos por los medios en mecanismos de entretenimiento más que de derechos de acceso a la información o de formas de desarrollar el cuerpo y el espíritu humanos (ya ve que si dice uno alma, pa’ pronto le achacan la derecha ultra), pero nadie niega el espíritu. Entonces, los niños crecen pensando que el mundo es de una forma hasta cierta edad, y luego que es de otra forma hasta otra edad y cuando llegan a la juventud o adultez, se desilusionan creyendo que todo es una gran mentira escrita por quien tiene el poder (de la información), y acaban por ser de las cifras de los amargados que prefieren retraerse y dedicarse a algo que les permita sobrevivir en un mundo de aparentes mentiras. Esto parece casi aquella creencia de las tortugas y los elefantes sosteniendo la tierra.
El día de la infancia -dígase el 30 de abril- es otra fecha más como el de las madres o el del trabajo, son actos de festejo, y cuando se acaban, todo sigue igual. Ese es el problema, que todo sigue igual: gente que reparte culpas, echadores de mentiras y niños creciendo en la incertidumbre. Por eso vale la pena recordar que las sociedades que no han cuidado a su niñez, han acabado padeciéndola. Al principio le decía de consecuencias de cosas que no hemos hecho, y mire. Ayer se quitó la vida un joven menor de 30 años, otra vez por motivos increíbles pero ciertos, lo que me hace pensar que debemos pensar.
Los medios de comunicación tienen mucho que ver en la educación no formal de la sociedad, no se diga de los niños, por lo que hoy siendo día de asueto, me gustaría proponerles tres cosas:
Los medios debieran pensar en sus contenidos -no en los infantiles- para que consideren que siempre hay un niño o una niña observando. Como humanos que somos, deberíamos tomarlos en cuenta para generar propuestas que les desarrollen habilidades de reflexión -luego hay quien insiste en tratarlos como chimpancés en evolución hacia el homo sapiens- para poder afirmar que el dicho de palabras acompañadas de testimonios, se cumplen. La infancia merece un ejemplo positivo, incluso en momentos como este, en que se aparenta un caos irremediable.
La propuesta infantil. En ese sentido bien vale la pena otorgar espacios en medios escritos y electrónicos para que los niños tengan que tener (fíjese el énfasis) un entretenimiento que genere conocimiento. Ya sabemos que la propuesta es infinita, pero la cultura y las tradiciones no se fomentan cuando hay una televisión entretenedora más que educadora. Y esto no implica que tengamos que hacer programas acartonados y aburridos, pero a nadie se le ha ocurrido, por ejemplo (incluido este diario), espacios para que la niñez se exprese, dialogue, se entretenga y aprenda. He estado participando en algunas actividades con niños y me doy cuenta que sufren de la ignorancia de sus padres, de la indiferencia de la sociedad y de la confusión de los medios de comunicación, y eso no sólo es grave sino presupuestal: queremos gente buena pero hacemos todo lo contrario. Los ciudadanos se forman en la infancia, se reafirman en la juventud y se ganan o se pierden en la adultez (bueno, en realidad se ganan o se pierden en cualquier momento).
Valores. Parecería que el término está muy “choteado”, y más si tenemos amigos en los medios que repudian el término, pero queramos o no, el ser humano necesita crecer con ideas que le permitan reconocer que en la vida no hay cosas buenas o cosas malas, sino consecuencias, por eso coincido en que debemos hacer lo posible para que los niños crezcan sabiendo verdades que les reafirmen su personalidad y les permitan la convivencia humana. Hay muchos valores en que todos convergemos: honestidad, transparencia, solidaridad y así. Fomentar estos valores no sólo es bueno, sino económicamente redituable.
Dejémonos de chantajes sobre la realidad, hay muchas cosas nocivas que nos están destruyendo, eso lo sé, lo sabemos, pero no es sólo denunciándolas como acabaremos con ellas, y en materia de niños, ya hay muchos denunciantes, hacen falta más educadores y no me refiero sólo a lo formal, sino a la vida social, incluida el importante papel de los medios, a todos los necesitamos. Felicidades a los niños en su día.