Esta Cocina, está de luto. Hoy no se lee, no se estudia ni se conversa de todo. Hoy no se habla de política.
He llegado hasta aquí y no hay regreso posible. Regresar podría convertirme en estatua de sal. Busco, como las águilas en su vejez, un lugar en medio de las rocas, un intersticio breve que me brinde protección, mientras enfrento este invierno, desnudo. Una a una han ido cayendo mis plumas, y en ellas vuelan aquellas historias que le dieron sentido a mi vida. Mío, lo que se dice mío, ya no queda nada. Apenas este cuerpo aterido que escondo e inútilmente protejo de amenazas anónimas. Ex. “Volver”, Bernal Tiscareño.
El pasado martes seis de mayo, Bernal Tiscareño llegó a ese lugar en donde no hay regreso posible. Periodista, filósofo, novelista y cuentista; Francisco encontró ese lugar entre las rocas, que le brindó la protección final.
Según el Diccionario General de Aguascalientes, Francisco Bernal Tiscareño estudió periodismo en la ciudad de México, en la prestigiosa escuela Carlos Septién García, allá por los años setentas. Más tarde realizaría estudios de filosofía en la Universidad Bonaterra de Aguascalientes.
El Doctor Bernal Tiscareño, participó en el taller literario de Raúl Navarrete y fue fundador y director de la Revista Crisol, que entonces se publicaba impresa y que hoy se difunde en medios electrónicos.
En Aguascalientes se integró al taller literario, coordinado sucesivamente por los Maestros Miguel Donoso, David Ojeda y David Huerta. Fue Becario del taller literario de la Universidad de Zacatecas y participó en el Encuentro Latinoamericano de Narradores.
Además de ejercer la estomatología, Bernal Tiscareño coordinó talleres literarios e impartió clases de literatura a la juventud hidrocálida.
Fundó la Alianza de Escritores del Centro, con los Maestros Jorge Galván y Refugio Miramontes; a través del cual se editaron los 12 libros de la Colección Septiembre 19, además fue Jefe de Ediciones del Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA) a mediados de los ochentas, y Jefe de Redacción de Noticias en Radio y Televisión de Aguascalientes (RyTA) en la década de los noventas.
Bajo su pluma dieron a luz las novelas El Crack y la chica de mirada lejana, Espejo de Ruidos, Volver y Polvo de Estrellas. En ellas el realismo golpea al lector en un inicio, para luego llevarlo a través de la calidez humana de sus personajes que juegan a relacionarse, a encontrarse, a entenderse, para luego volverse a la indiferencia y el desdén.
En el mundo de la narrativa, se ha visto al género del cuento como una isla, como un lugar apartado. Apenas se le reivindicó al género recientemente, al otorgarle el Premio Nobel de Literatura 2013, a la cuentista canadiense Alice Munro; pues bien… Francisco Bernal Tiscareño fue un extraordinario cuentista publicado en espacios locales y nacionales, más nunca fue -a diferencia de la canadiense- ni en lo local, ni en lo nacional, suficientemente reconocido.
Los cuentos de Bernal Tiscareño dejaban atrás las dificultades del realismo y daban rienda suelta al ensueño, al erotismo, a la ironía y, por supuesto, a la alegría. El narrador se permite crear y se desborda en cada uno de sus cuentos cortos y largos compilados en los libros Para un complot, Escándalo de Agua y La realidad es lo increíble; los dos últimos, colectivos.
En esta Cocina se queda el espíritu irreverente de Bernal Tiscareño, o como lo escribiría él mismo: su fantasma insolente. Ignacio Ruelas Olvera, al obsequiar el prólogo del libro Para un complot describiría al escritor ante todo, por “su calidad de hombre bueno”. Quizá hoy deberíamos recordarlo por su calidad de narrador prodigioso, que transformó la realidad en un sueño, la tragedia en juego, la tolerancia en enamoramiento…
En su vida cotidiana, efectivamente el Doctor Francisco era un hombre de esta tierra: era un hombre bueno. Pero a través de su escritura, Bernal Tiscareño buscaba -según él lo decía- “transgredir lo inexistente”; por ello confesó: escribo con la fuerza que lo mismo te impele a llorar, reír, gritarle a todo mundo lo mucho que lo amas; pero que igual los mandarías a la mierda con el mismo brío (…) Espacio, es lo único que parecen añorar mis insolentes fantasmas; su territorio es el tiempo.
En su novela Volver, como una premonición de lo que inevitablemente sucedería tarde o temprano, Bernal Tiscareño esbozó las siguientes líneas, que aquí le dejo a Usted, apreciable lector y estimada lectora, a manera de su propia despedida: “como las águilas me he deshecho de mis plumas y he destrozado contra las rocas el pico. Y estas garras que me acompañaron en tantas batallas ahora son un estorbo. Es necesario: mi vida depende de ello. Esto me deja a merced de cualquier depredador inferior por tiempo indefinido. Éste, por desgracia, no es un viaje astral en alguna remotísima cueva del Tíbet, en la que algún Lama cuida de mí mientras me desplazo hacia otras dimensiones asidas únicamente a mi cuerpo por un fino Cordón de Plata (…) Todo está escrito. Ninguna frase me pertenece”.
*Me permito compartir el dolor que embarga a mi querida amiga Elenita Bernal, hija de Francisco Bernal Tiscareño, por la pérdida de su padre, amigo y cómplice.