Banksy / H+D - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Vamos a sacar la producción pictórica y escultórica de los museos -cementerios- y de las manos privadas para hacer de ellas un elemento de máximo servicio público y un bien colectivo, útil para la cultura de las grandes masas populares

David Alfaro Siqueiros

No recuerdo bien a bien mi primer encuentro con él, vino a movérmelo todo, agarró el mazo del arte y me golpeó duro la cabeza contra una pared de ladrillo salpicando violentamente nuevos caminos, concepciones fecundas de ideas, de lenguaje, arte y diseño sobre mis estereotipos. Banksy es anónimo, nadie fuera de su cerrado círculo de amigos sabe con certeza su verdadero nombre, su complexión física, su edad (menor de 35), dónde fue a la escuela, ni su biografía, su lugar de residencia o su número de teléfono. Nadie conoce a Banksy. Todos conocen su obra. Dualidad extraordinaria en estos tiempos de culto a la personalidad, la exhibición banal y desmedida en la superficialidad y la nula atención al contenido de fondo de lo que se tenga por decir.

Desde muy joven formó parte de la vivísima cultura de la pintura callejera de Bristol, en Londres -donde se especula habrá nacido-. Su técnica es dura y directa; el esténcil, realiza plantillas que coloca en la pared y que luego rocía con spray de pintura automotriz. De noche, clandestinamente, simple, directo, rápido e impactante. Él lo llamara Existencilism (Existencilismo). Su obra comienza tapizando las calles y parques de Bristol con uno de sus iconos predilectos: las ratas. Ratas de espíritu y actitud burlona, críticas, que se integraban a la urbanidad y su mediocridad policromática publicitaria. Había surgido uno de los artistas más controversiales de nuestro tiempo.

La policía los borraba en cuanto los encontraba como hacía con otros grafiteros, para ellos es vandalismo y punto. Banksy es otra cosa. ¿Hay algo más democrático que pintar en la calle para que lo vea todo el mundo? ¿Hay algo más directo que desafiar al sistema con el arte? ¿Hay algo más liberador que el sonido de una lata de spray sobre una pared a medianoche? “A los que gobiernan las ciudades no le gustan los grafitis porque piensan que nada debe existir a menos que dé un beneficio”. Banksy.

Lo que hace de manera clandestina que comprende grafitis, pero también esculturas, instalaciones, happenings e intervenciones que se burlan de las instituciones, irrespeta al poder, al capitalismo, la política internacional, la violencia, la cultura comunicacional y corporativa de las sociedades actuales deriva en una comunicación directa y franca con el espectador callejero, el hombre de a pie que va rumbo a su trabajo agobiado por la abrumadora cotidianidad y que no tiene el tiempo, ni las ganas, ni la remota intención de visitar una galería de arte o un museo. Para Banksy el público, el ojo popular va primero, utiliza su arte urbano callejero para promover visiones distintas a la de los medios hegemónicos de comunicación.

Pronto se darían órdenes a los policías de Londres de identificar cuáles eran los grafitis de Bansky para no borrarlos, la locura por el artista del esténcil llegó a los altos circuitos del arte y la sociedad, alguien pujó en internet con 270 mil euros por un grafiti estampado en una pared de Londres. El precio no incluía ni la extracción de la pintura del muro ni la reposición de la pared del dueño de la casa en cuestión -sus obras se han subastado por millones de euros-. También el misterioso, escurridizo y silenciosos artista ha llenado con sus pinturas el muro de Gaza, ha pintado en las grandes ciudades del mundo -siempre clandestinamente- y ha entrado disfrazado con gafas, sombrero y bigote postizo a los museos más importantes para colgar obras suyas llenas de sátira, humor, sexualidad e ironía al lado de cuadros venerables. Ha incursionado en Disneylandia y puesto a un reo de Guantánamo hecho de plástico. Enumerar sus obras y su mensaje llenaría este diario. Desde 2006 más de ochocientos Banksy se han vendido en subasta, el artista intentó parar esta venta lanzando un manifiesto titulado Pest Control que buscaba desautorizar a las galerías que comercializaban sus obras, esto fue tomado como un gesto irreverente que impulsó aún más su valor. El misterio que lo envuelve, el contundente mensaje de sus grafitis, su ideología artística antisistema, su profunda reflexión sobre el hombre posmoderno, lo han convertido banalmente en “icono anticapitalista”, lo cual ha aumentado el interés y cotización de sus obras. No es su culpa. Es una paradoja, los que él critica en sus pinturas le recompensan adorándole. ¿Y él qué puede hacer?

Banksy sigue tirando aerosol en las calles, estamos hablando de un tipo de arte ilegal, contestatario, público y efímero, el arte callejero es una expresión cuyo uso de la vía pública es esencial para su significado, nos invita de golpe a chocar en nuestra vacía comodidad intelectual, a reflexionar sobre nuestro contexto global, el valor artístico, la crítica y la posición política. Lo que desea es sacar al espectador de su indiferencia, alterarlo casi al punto de la esquizofrenia, estimular sus sentimientos, provocar su juicio, ¡atrévete! busca sus obras, sus imágenes en tu celular inteligente, en tu tableta ultradelgada, ¿a ver qué pasa, a ver si te sientes vivo?

No puede pasar un tiempo muy largo sin que vea un Banksy, es difícil hablar de alguien sin ver su obra, busca a Banksy, encuéntrate con él para que te estampe la cabeza sobre una pared de ladrillos, y si ese choque te da para ponerte una sudadera oscura, salir de noche, grafitear las calles y los edificios, cuestionarte el arte, la política, la vida y con ello cambiar a seis, siete u ocho personas por ahí, ¡bienvenido!



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