Los recortes de gasto público son peligrosos, éstos se cifran en vidas humanas perdidas; y estas vidas no las recuperan ni los bancos ni las calificadoras de riesgo.
El argumento anterior efectivamente suena crudo, pero existe evidencia que lo respalda. Las medidas de austeridad, tan de moda en la actualidad, parten normalmente de recomendaciones que organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) hace a los gobiernos que enfrentan crisis económicas, a cambio de rescates financieros.
Tomando como preámbulo lo anterior, y en referencia al libro de David Stuckler y Sanjay Basu Por qué la asuteridad mata (2013), el día de hoy abordaremos las medidas de austeridad como decisiones de política y sus efectos en la vida real.
La austeridad es un tratamiento concebido para reducir los síntomas de las deudas públicas y los déficits, y para curar las recesiones. Generalmente los países que han adoptado este tratamiento, lo han hecho con recortes de gasto estatal en cobertura médica, subsidios de desempleo y en ayudas a la vivienda. La historia nos aporta robustas conclusiones acerca de sus efectos.
A principios de la década de los noventa, en Rusia perdieron la vida 10 millones de ciudadanos. Este país transitó al capitalismo adoptando severas políticas privatizadoras acompañadas con enormes recortes de gasto social. Así pues, aislando las tasas de mortalidad de otros efectos externos a las decisiones de política (privatizaciones y recortes presupuestales), los recortes de gasto social fueron determinantes en el aumento estratosférico de las tasas de mortalidad.
Asimismo, la crisis financiera de Asia oriental fue un experimento natural que puso a prueba múltiples teorías sobre cómo responder ante una recesión. La recesión, efectivamente, puso a millones de personas en riesgo de caer en la pobreza, pero lo que convirtió la crisis en un desastre de salud pública fue la decisión política de recortar los subsidios de alimentos y desempleo. De igual forma, si bien aún no se puede concluir con mucha rigurosidad, la reacción del gobierno griego ante la actual crisis que se vive, ha convertido una mala situación económica en una catástrofe de salud pública.
Por otro lado, es interesante el caso de Islandia. En 2008, este país enfrentó una grave crisis financiera proveniente de las crisis hipotecaria de los Estados Unidos. Ante la debacle económica, el gobierno islandés acudió al FMI para obtener un paquete de rescate. Lo interesante es que antes de que el FMI lo entregara bajo las condiciones de austeridad correspondiente, el gobierno de Islandia decidió preguntarle a su pueblo si se adoptaban estas medidas o de lo contrario evitar la gran dosis de austeridad. El 93 por ciento de los islandeses votaron contra de las medidas de austeridad. Según los resultados, ante la crisis, la salud pública de este país no resultó afectada y su recuperación económica fue sobresaliente. El pueblo salvó al propio pueblo.
En resumen, el libro de Stuckler y Basu nos aporta sólidos antecedentes sobre los alcances que pueden tener las decisiones de política fiscal en la calidad de vida de las personas. Los recortes de gasto social no sólo detienen el crecimiento, ¡son letales para la vida humana!
Bibliografía recomendada
Stuckler, David y Basu, Sanjay (2013). Por qué la austeridad mata. El coste humano de las políticas de recorte. Editorial Taurus.
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