José María tiene cinco años de edad. Hace algunos meses, me platica su mamá, trató de explicarle la teoría de la evolución con la simplificada idea de que los seres humanos venimos de los changos. Papá y mamá, buenos amigos de quien esto escribe, lo llevaron recientemente al zoológico de León, Guanajuato. La visita seguramente sirvió para materializar en la mente de José María el tema explicado tiempo atrás, tanto que esa noche, después de cenar, el nuevo filósofo preguntó: “Papá, ¿el chango enorme que estaba en el zoológico, cuándo se va a volver señor?”.
Cuando me platicaron la historia recordé a aquel niño pequeño que le pregunta a su mamá de dónde vienen las personas, y la señora atiende la inquietud con la historia bíblica de Adán y Eva, en ese momento el niño la interrumpe para decirle: “Pero mamá, mi papá dice que venimos de los changos”, a lo que la señora replica, muy segura: “Bueno, yo te estoy hablando de mi familia y tu padre de la suya”.
El trovador Mauricio Díaz El Hueso compuso una maravillosa canción –de corte darwiniano, aclara cuando la interpreta en vivo- titulada “Pero el chango me persigue”. La letra más o menos dice que las personas siempre quisiéramos presumir nuestras cualidades y lo hacemos como si uno tuviera la melena de un león, la elegancia de un leopardo, el vuelo de un colibrí, o el majestuoso, largo y afilado colmillo de un elefante; sin embargo en el estribillo aclara que lamentablemente un chango nos persigue, y al final con ciertas actitudes nos dejamos llevar por nuestras emociones y nosotros solitos alcanzamos al chango. He escuchado a alguna señora reprimir el comportamiento inadecuado de sus hijos con la frase: “Hoy se portaron como unos verdaderos chimpancés”.
La prensa nacional ha destacado en semanas pasadas un escándalo sexual atribuido al Presidente del PRI en el Distrito Federal, la investigación presentada la llevó a cabo el equipo de la periodista Carmen Aristegui.
Lo que ha quedado demostrado es que contrataba a mujeres jóvenes con ciertos atributos físicos para que realizaran labores administrativas como atender llamadas telefónicas, que fueran edecanes en los eventos que se les requiriera y además, para tener relaciones sexuales con el ahora ex dirigente, todo pagado con el dinero de usted, apreciable lector.
Además se ha publicado que hace algunos años tres jóvenes que se negaron a tener relaciones sexuales fueron, por ese motivo, despedidas, por lo que demandaron en la vía laboral y en consecuencia el instituto político les tuvo que pagar alrededor de un millón de pesos de indemnización, dinero que también salió del erario.
Cuando empezó a circular la noticia del escándalo, un amigo me preguntó: ¿de dónde habrán sacado a ese cuate?”, “creo que de algún tiradero de basura”, contesté desenfadado. Ante el reclamo de mi amigo, pues conoce mi filiación partidista, y creyó que me refería al partido del obeso dirigente, le aclaré que el orondo personaje es, además de destacado militante del PRI, líder de un importante gremio de pepenadores en la Ciudad de México.
Lo que nos distingue a los humanos de otras especies es la capacidad de contolar nuestras pasiones, no de evitarlas, no de dejar de sentirlas, tan sólo de controlarlas, para que ellas no nos controlen a nosotros. Sin embargo, los humanos nos hallamos constantemente perseguidos por el chango del que habla El Hueso, hasta que somos nosotros quienes le damos alcance, sometiéndonos a lo más bajo de su animalidad.
Conciencia es -según la RAE- la propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta; es el conocimiento del bien y del mal; es el conocimiento reflexivo de las cosas. Es lo que nos distinguen de los animales.
Morelos, otro José María ilustre, escribió en los Sentimientos de la Nación que sólo debe distinguir a un individuo de otro el vicio y la virtud.
Si algún familiar del defenestrado dirigente le recrimina su comportamiento, alegando que actuó como un verdadero chango, estará equivocado, por la sencilla razón de que los changos así no se dan cariño. Hasta entre sus antecesores, entonces, el obeso priísta podría encontrar mayor humanidad que en sí mismo.
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