Mientras aquí seguimos embebidos en las fiestas abrileñas, déjeme comentarle, estimado lector, que ayer se cumplieron siete años de que el aborto se despenalizó en el Distrito Federal, aborto hasta las doce semanas de gestación. Ayer se cumplieron siete años de un capricho ideológico de quienes pretenden hacerle creer a la gente que con ello se disminuyen las cifras de muertes maternas y de los derechos de quienes sufren una violación. Ayer quedó claro que los embarazos “no deseados” como le suelen llamar quienes se incontienen ante sus deseos carnales, no se disminuyen con abortos ni con condones. Sin embargo, lo que sí ha sido un éxito es el negocio jugoso que sin otra regulación o normatividad, la capital de este país -el más feliz del mundo- solapa para que algunos se hagan ricos matando gente. Además, el DF ha registrado más muertes maternas que en otros estados como Guanajuato o Hidalgo, de acuerdo a las instituciones de la mujer en esas entidades. No olvidemos que uno de los argumentos siempre ha sido que el aborto despenalizado, en “condiciones higiénicas” y con “seguridad médica”, disminuye las muertes maternas, aunque doctores y expertos a nivel mundial ya les dijeron -les mandaron decir- que las muertes maternas su gran mayoría es por otras razones ajenas a los abortos clandestinos que alegan quienes defienden el absurdo.
Por otro lado, mucho hemos dicho aquí en este espacio -en la calle, en los discursos, en las mesas de diálogo y en todos lados- que lo que se requiere para erradicar los males que atentan contra la dignidad de las mujeres y los hombres, tienen otro sentido que seguimos sin buscar: por ejemplo, la ayuda necesaria para las mujeres embarazadas que además tienen condiciones vulnerables (las vuelas y luego las dejan solas) dejándolas al arbitrio de la discriminación y la violencia que supuestamente luchan contra ello.
Si a siete años de violaciones a los derechos fundamentales de los seres humanos como la vida, esto ha mostrado que solo es una práctica de negocios lucrativos a costa de vidas, es necesario recapitular, reflexionar y, por supuesto, cuestionar que el gobierno de la capital insista en estas políticas, mientras que el presidente Peña Nieto acaba de decir que la prioridad para este país es erradicar la pobreza (siendo uno de los factores que debemos mejorar en la condición del género femenino para poder permitir su adecuado desarrollo), y además es tiempo ya de descubrir que bajo el telón político de aquella ciudad, convertida en una ciudad “progresista” que lo permite todo -todo-, no hay más que el vacío ideológico cuya tendencia en los círculos políticos y económicos a nivel mundial pululan con organizaciones que van financiando proyectos sociales a costa de permitir la adhesión de estas ideas abortistas y destructivas en sus programas de gobierno, cuando deberían estar impulsando proyectos reales, importantes, serios y metódicos para reivindicar a las mujeres -si eso es lo que dicen que dicen- y además, estrategias para la planificación familiar, la educación sexual adecuada y para otros problemas que este país enfrenta en ese sentido y cuyas respuestas han sido sólo pragmatismos que hacen más difícil solucionaros de raíz. Fíjese, los jueces de la corte y los políticos defeños asumieron (los convencieron) que despenalizando el aborto disminuiría la práctica clandestina, la mortalidad materna y otros fenómenos derivados, y hoy, hoy es tiempo de hacer cuentas. Súmele además que se han puesto en la mesa problemas derivados de los abortos como los síndromes psicológicos y psiquiátricos no sólo para las mujeres, sino para los hombres, aumentando otros índices de enfermedades como la depresión y otras físicas irreparables. No dejo de mencionar que la peor enfermedad es la que le ha pasado a la sociedad, en la que creyéndose dueños de las vidas ajenas, han incrementado incluso sus índices de violencia doméstica, de inseguridad social y de otros delitos que poco a poco hacen pensar que permitir la violación del derecho fundamental de la vida, nos da la posibilidad de violentar cualquier otro derecho, haciendo lentamente un tejido social frágil y endeble.
Ahora, el problema que enfrenta la ciudad capital es mayor. Por un lado se incrementan los embarazos no deseados, por otro lado se encuentran con que los abortorios privados están dejados a su propia autoridad, sin vigilancia y apoltronados en las reglas de la oferta y la demanda en que un aborto puede costar entre 2,500 y 7 mil pesos, teniendo un promedio de estos, de 3 mil al año. Imagínese, de matar, se ganan más de 18 millones de pesos por año, libres de polvo y paja.
El otro día me llegó un reporte que en ciertos hospitales de Gran Bretaña, los restos de los abortos los usan para calentar calderas -¡Hágame usted el favor!- como en aquella película de Cuando el destino nos alcance en que se comían a los muertos convertidos en polvo verde. Bueno pues ante eso, sería conveniente preguntarle a los políticos del DF, ¿qué están haciendo con esos restos de niños abortados? ¿Los tiran a la basura? ¿Los usan para calentar el boiler? ¿Cómo están manejando los residuos quirúrgicos y los desechos?
Otro tema que hay que tratar, es que se aferran a cuestiones y relaciones absurdas -por pura ideología de moda progresista- y el tema de las adopciones para familias sigue siendo un caos. Hay casos en que el proceso tarda hasta tres años; está bien no darle a cualquiera un hijo como si fuera a comprar una televisión, pero lo que no está tan bien es que se aferren a seguir haciendo batallas por otro lado, y a los que quieren darle una familia a un niño que se puede adoptar -con el derecho que tiene el niño de tener una familia, no los padres- se le sigue dando largas al tema.
¿Qué sigue después de la despenalización del aborto en el DF? ¿Qué va a hacer la autoridad ante este fracaso mediático y práctico? ¿Cuál será la solución al problema? ¿Qué debe hacer la ciudadanía ante estos atropellos legales? No tengo todas las respuestas, pero al menos le puedo decir que después de siete años, lo que sigue es repensar la forma en que debemos ayudar a las mujeres y a sus hijos.
Oiga Don Ricardo Serrano ¿de dónde obtiene dichas alarmantísimas cifras de muerte y millones? ¿podría citar fuentes?
Que le pasa a Ricardo Serrano? Así de alarmistas y retrógradas son los profesores de la Universidad Panaméricana? Suponía que el artículo trataría de la educación como principal medida para evitar los embarazos no deseados, no me imaginé esta retórica morbosa.