Internet se consideró -y algunos aún lo consideran- una herramienta de democratización y de apoyo para un desarrollo político más social-progresista. Las y los usuarios activos en Twitter representan alrededor del 15% de la sociedad mexicana, y registra huellas de clasismo en varias de las cuentas de esta parte privilegiada de la población. Aunque el acceso a los medios digitales y a dispositivos de la microelectrónica no es reprochable, sino que es una consigna pendiente para todo individuo, lo preocupante es que esta clase digital realiza en varias ocasiones apología de discriminación de una forma sutil y normalizada, lo cual es un reflejo de un estrato social con ciertas comodidades y un snobismo que demarca a buenos y malos, quienes están dentro y fuera en el espacio virtual. Por ejemplo, el considerar que quienes sólo tienen acceso a la televisión abierta son zombies, y deben ser salvados de las garras de la TV por los mesías con un teléfono inteligente y planes de datos, en lugar de enseñar y compartir conocimiento para que sepan comparar medios de comunicación y utilizar los recursos electrónicos, para una reducción integral de la brecha digital.
Esta semana surgió en medios sociales el hashtag #Todossomosmacacos, en reproche al suceso en el encuentro entre los grupos de fútbol Barcelona y Villarreal de la liga española, en el cual algún espectador arrojó un plátano a Dani Alves, un jugador del Barcelona de origen brasileño, una burla a los “sudacas” (forma despectiva en España para referirse a los sudamericanos). Se capturó un video del evento y varios jugadores, equipos deportivos y usuarios de Twitter han enviado mensajes contra el racismo en el deporte y se han tomado fotografías en las cuales se capturan comiendo un plátano. Esta y otro tipo de demandas contra múltiples formas de discriminación se han observado en distintos medios sociales, pero también se muestran discursos de los usuarios de estas plataformas con otras realidades que deben reflexionarse.
Originalmente, la categoría de raza describía a un grupo poblacional en un espacio determinado aislado al interior de una especie, el cual había tenido poco o nulo flujo de genes con otras agrupaciones. De forma reciente se descubrió que en los humanos sólo existe un 0.012% de diferencia en el material genético que podría plantear una “posible” racialización. Sin embargo, podemos entender al racismo como prejuicios negativos y estigmas respecto a un grupo por marcar corporales propias o externas observadas e interpretadas, como el color de piel y la belleza; lo cual puede o no tener relación con la clase. En varias cuentas de medios sociales se observan imágenes o mensajes en los que se ridiculizan ciertos gustos y cuerpos: burlas contra cholos y cholas, señalamientos negativos sobre mujeres con obesidad que usan leggins, o expresiones despectivas por el cabello teñido con colores claros en personas morenas, por mencionar unos ejemplos. Además, se muestra una fuerte aspiración por corporalidades norteamericanas y europeas estereotipadas, así como una negación a lo local, lo cual evidencia las pretensiones de la clase media ante el consumismo y los imperialismos culturales. Estos discursos sólo invisibilizan, niegan y aíslan aún más a la diversidad de cuerpos y multiculturalidad tan rica en América Latina, e irónicamente, en ciertos casos, los usuarios se muestran en contra de este tipo de acciones despectivas, aunque puede deberse a otro tipo de idealismos “intelectuales” superficiales.
Otra movilización de mensajes más local en plataformas de comunicación interactiva, como Twitter, fue la campaña internacional NOH8, creada en California para promover la igualdad de matrimonio y género. Como parte de esta campaña, y con apoyo del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), se ofrecieron sesiones fotográficas para el público, y con costo, en el centro comercial Reforma 222 en la Ciudad de México; también se invitó a publicar selfies (fotografías tomadas por sí mismo) y mensajes con el hashtag “NOH8MX”; y se realizó un convivio con ciertos artistas, servidores públicos y reporteros. A esta reunión asistieron algunos tuiteros con el perfil de mariposas sociales (social butterflies) y algunos marcadores de tendencia (trendsetters), en su mayoría inmersos en la llamada “comunidad LGBT” (población amplia en Twitter), quienes aunque se manifiestan a favor de la igualdad, y en especial contra la homofobia, suelen realizar comentarios despectivos y burlas sobre cierto tipo de personas disidentes de la heterosexualidad. Por ejemplo, plantear que los “pasivos” en las relaciones sexuales (quienes son penetrados) son siempre “afeminados” y con una categoría menor que los gays masculinos; exaltar a los “osos” (hombre viriles por sus actitudes y/o cuerpo) como la máxima representación literal de la homosexualidad, “hombres” que gustan de “hombres”; entre otro tipo de imaginarios que lo único que promueven es reforzar la homofobia y estereotipos contra las prácticas sexuales distintas a la heterosexual, y aunque retoman la idea de que lo masculino no está peleado con ser gay, genera discursos discriminatorios contra los menos viriles, ya sea por no tener abundante pelo o voz ronca por genética, o por no actuar con posturas, palabras o gustos desarrollados al interior de la heteronormatividad. Es decir, algunos tuiteros que participaron activamente en “NOH8MX”, o suelen asumirse como promotores de la igualdad, comúnmente refuerzan la idea de que los gays, lesbianas y chicos o chicas trans respetables son las que adopten totalmente los estereotipos del ser hombre y ser mujer de la heterosexualidad, la división sexual por la cual se han desarrollado los estudios de Género y de la Mujer, que en ocasiones y de forma risoria deja a la pluralidad sexual y afectiva en manos de “otras academias” como los estudios Queer.
La mayoría de los usuarios de medios sociales, y en especial de Twitter, suelen ser de al menos clase media, un estrato social que muestra los conflictos internos por la desigualdad y aspiraciones de formar parte, al menos indirectamente, a la clase alta (2.5% de los hogares en México, es decir, 1.71% de las personas mexicanas, de acuerdo al INEGI). Muchos de estos tuiteros con la posibilidad de acceso a la educación superior, tienen una conciencia de inclusión social que parece discrepar de otro tipo de mensajes que publican. Los humanos tenemos derecho a la contradicción, pero también requerimos de hacernos conscientes de la misma, para reflexionar las implicaciones de nuestras palabras y actos que materializan nuestros pensamientos, mismos que no sólo son individuales, también colectivos. ¿Será que en el mundo digital existen ciertas clases sociales de acuerdo a las características de cada plataforma y la habilidad para apropiarse de ellas? Tal vez sí, y si es así, ¿qué tipo de posturas e idearios se promueven de forma viral y en red hacia todo el mundo? Tal vez Internet sea una opción para construir una humanidad con mayor conocimiento y movilidad, pero, ¿qué tipo de estereotipos y exclusiones se promueven en la llamada sociedad red?
Estas contradicciones sobre racismo y clasismo observables en Twitter son un escollo como el de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, por la cual algunos demandados o acusados suelen argumentar que la discriminación sólo implica el negar el acceso a libertades y derechos fundamentales constitucionales y públicos; es decir, el negar el acceso a la educación o a un parque público por razones de “raza”, clase, sexualidad o género es penado; pero el negar el servicio en bares, antros, zonas residenciales y eventos empresariales puede no ser investigado o penalizado, ya que es posible considerarlos como espacios privados y no respaldados constitucionalmente. La discriminación va más allá de lo legal e ilegal (y las formas de jugar con ello), incluso más allá de la violencia, la discriminación existe en el momento en que generamos imágenes específicas negativas sobre algún grupo. Un día, al jugar “¿cuál es mi personaje?” (se muestra en una escena de la película “Inglourious Basterds”), me indicaron que era una mujer de color, que no estaba en el espectáculo, el activismo, la política o la literatura, pero que era un personaje real que fue comercializado en la ficción. Al cuestionarme cuál sería, sólo pensé en mujeres robustas, con paliacates en la cabeza y delantal, pregunté si era la doméstica de “Tom y Jerry”, de películas y telenovelas animadas, y al final resultó que era la “Tía Jemima”. Lo importante es que reconocí los imaginarios que he estructurado a lo largo de los años, esquemas que debemos reconocer para repensarlos, modificarlos y caminar rumbo a una comunidad realmente igualitaria no sólo en lo diplomático, sino que desde lo interno de las ideas que materializan y forman a la sociedad.
Twitter: @m_acevez