En el primer cucharón humea este cuadro de Bartolomé Esteban Murillo, pintor barroco español nacido en 1617: San Diego de Alcalá dando comida a los pobres. Más que un acto exclusivo de este santo, ésta era una actividad consetudinaria de los frailes quienes, al toque del ángelus, distribuían una sopa hecha a base de agua, pan y algún vegetal. Se trataba de un platillo frugal que era conocido como sopa boba o bodrio. Es curioso, de esta sopa gratuita surgió otro nombre, el de los sopistas. Los sopistas eran los estudiantes que, debido a sus bajos recursos económicos, subsistían de las limosnas y las sopas bobas.
Cierto, la sopa boba también era conocida como bodrio. Resulta irónico pensar que la mayoría de los sopistas estaban en el área de las artes, comedores de sopa boba o bodrio. Y bodrio terminó refiriéndose a algo mal hecho, mal terminado, sobre todo en cuanto a arte se refiere. Además, sopista también se transformó en sinónimo de vividor. Entre cucharón y cucharón, podemos descubrir estas curiosidades cuyo origen se encuentra en la sopa. Me gusta pensar que, en efecto, existe una poética de la sopera, y bajo su condimento podemos localizar múltiples expresiones artísticas.
En algún punto, la llamada modernidad transfiguró la santidad de la sopa. Tal es el caso de la falsa tortuga, personaje que aparece en el país de las maravillas de Lewis Carroll, la cual hace referencia a la sopa de falsa tortuga: la receta procuraba reproducir el sabor y la textura de la sopa de tortuga empleando, entre otros ingredientes, vísceras de animales diversos. En algún momento dicha sopa fue enlatada y comercializada como tal, es decir, sin ocultar su falsedad. Falsa o no, nos ha legado un hermoso himno: aquí la canción parodia que entona el personaje de Carroll:
Hermosa sopa, en la sopera,
tan verde y rica, nos espera.
Es exquisita, es deliciosa.
¡Sopa de noche, hermosa sopa!
No hay duda, la sopa enlatada tiene sus ventajas. No sólo para el viajero o el campista sino para comer en un dos por tres tras un día ajetreado. Pero se debe recordar que al principio los enlatados tuvieron su lado aciago. Prueba de ello se encuentra en los cuerpos de la expedición Franklin enterrados en el hielo del polo, perfectamente conservados. Estos exploradores terminaron enloqueciendo tras ser envenados por el plomo de las latas antiguas. Aunque no toda la culpa recae en las latas sino también en la mala alimentación ante un clima inclemente.
No vamos a satinizar a la lata porque toca servir lo que para muchos fue, en su momento, un bodrio, en toda la extensión de la palabra. Me refiero a la famosa sopa Campbell’s ilustrada por el controvertido Andy Warhol. Este pintor estadunidense, nacido en 1928, inició su trabajo como dibujante publicitario. Su representación de elementos de la cultura de masas y del consumo lo convirtieron en icono. No me malentiendan, adoro el arte pop, pero cuando observo el cuadro de Murillo, su sopa boba, entiendo por qué en su momento se consideró un bodrio a las sopas enlatadas de Warhol.
Aunque bien mirado, al leer los ingredientes de una sopa enlatada, no cuesta trabajo ver el rostro de la falsa tortuga bajo el disfraz de falso pollo, falso tomate, falsos tallarines o falsa minestrone. Más de uno imaginará a la falsa tortuga llorando conservador. En fin, en verdad sí me gusta la obra de Warhol y también algunas sopas enlatadas de sabor único e irreproducible por la vía natural.
La estética cambia al igual que nuestro paladar. ¿Qué es hermoso, qué es sabroso?, ¿qué es saludable para el espíritu?, ¿qué para el cuerpo? ¿Qué facilita nuestras vidas o las hace más plenas? Todo depende del punto de vista. Es una lástima que aun con nuestras latas no hayamos logrado erradicar el hambre en el mundo.
Todos nuestros métodos de conservación no evitan que nos envenenemos con aditivos cuestionables. ¿Debemos invertir horas en la cocina para que todo sea orgánico?, ¿la mujer sufrirá una involución al regresarla a su rol de cocinera? o ¿acaso el hombre dejará de ser sólo chef para preparar la comida diaria? Seguramente pintaremos sopas bobas, bodrios y sopas enlatadas mientras buscamos respuestas.
Dudo que la sopa tengan un punto final. Humea en los niños de Murillo y humeará frente a los que están por venir. Ojalá todos puedan disfrutar la sopa como alimento y la sopa como manifestación artística. El tener el cuerpo y el espíritu ahítos tendría que ser un derecho universal.