Este artículo concluye con la serie de tres en los que ofrecí una visión del colapso civilizatorio que se manifiesta actualmente en el mundo. La primera parte se centró en la crisis monetaria-financiera global. La segunda, versó sobre el cambio climático que está impactando severamente en el equilibrio ecológico del planeta, con impactos más notorios en el patrón de tormentas y en la producción de alimentos.
Ambas crisis simultáneas, una creada por el ser humano y otra, aunque acentuada por acciones humanas, provocadas por fenómenos cósmicos, no causarían el colapso civilizatorio si no fuese por el hartazgo, la saturación que actualmente experimenta la humanidad.
Hacia dondequiera que uno vea y con los parámetros que uno quiera medir, los seres humanos sobre el planeta, desde muy diversas perspectivas y muy diferentes motivos, nos encontramos violentados por el entorno. La violencia ha existido durante toda la historia de la humanidad. Pero es por el avance tecnológico que las personas pueden ahora ver, sentir y pensar sobre la violencia que otros padecen en lugares distantes y culturas diferentes. La empatía de la raza humana se ha activado gracias a la velocidad e intensidad de las comunicaciones.
Los medios de comunicación reflejan e incluso acentúan, como es el caso del cine y la televisión, los eventos de violencia, las crisis y las manifestaciones de desesperación. Basta con ser consciente de las noticias del día para llevar al trabajo, la escuela o a cualquier otro lugar de encuentro, el vértigo cotidiano. Las historias personales de cada individuo en las masas protestando por los recortes en España o en Italia son cada día tan nuestras como las angustias por no ajustar para el pago de la letra del auto o la renta.
El descrédito de la clase política y de los gobernantes de facto es común en casi toda la faz de la tierra. El gobierno de los Estados Unidos de América, que para muchos era faro de luz de las democracias occidentales, se ha hundido en la más profunda ciénega de la ignominia y la deshonra. Desde la injustificada invasión de Irak, la debacle financiera global provocada por la banca norteamericana, hasta la legalización del autoritarismo y negación de los derechos civiles dictada por el gobierno de G.W. Bush, la confianza en la nación más poderosa del mundo se ha perdido para una gran parte de la población occidental. Con las revelaciones hechas por Wikileaks y la abierta denuncia del espionaje sistemático que el gobierno norteamericano conduce, apoyadas en la alta tecnología de la informática revelada por Snowden, la teoría de la conspiración del grupo que controla el poder tras presidentes, reyes y dictadores, ha pasado a ser una verdad sólo callada por el temor a represalias. El juego del poder omnímodo, varias veces descrito en esta columna y tan claramente explicado en las 10 reglas del control mediático de Noam Chomsky, ha prohijado una humanidad recelosa de todo, temerosa y dependiente que de repente en 2014 se descubre saturada de todo ello y anhelante de un cambio.
Titulando un reportaje sobre la situación en México, el semanario Proceso con frase lapidaria describió recientemente la realidad: Un país enfermo de violencia. Una es la violencia impuesta desde la impunidad por los grupos de delincuencia organizada y otra la ejercida desde la administración pública. La imposición de las llamadas reformas estructurales dictadas desde el pragmatismo tecnocrático del poder político adquirido -en el más plano sentido del término-, en 2012 por el actual gobierno mexicano, hiere, sofoca, oprime y denuesta a muchos. Con cada aprobación de estas reformas por parte de un Congreso dúctil, -laboral, energética, de telecomunicaciones, educativa y fiscal- , se acicateó la protesta civil y el callado encono. Con la caída en la recaudación fiscal durante los tres primeros meses del año, la razón no parece haber asistido a la tecnocracia gubernamental, según revela un estudio reciente de la Secretaría de Hacienda. Aunque falta aún conocer las cifras que pronto publicarán respecto a la ralentizada actividad post-reformas en el país, la voz popular anuncia una fallida política económica. La población está saturada de angustia por mal desempeño económico durante más de tres décadas.
La situación no es muy distinta en otras latitudes y, donde parece haber abundancia, como en el lejano oriente, la opresión por falta de libertades pesa ominosamente. Varios gobiernos de países que no se encuentran tan cerca de la órbita de influencia del capitalismo salvaje, han adoptado la estrategia de distraer sobre los problemas domésticos con la invención de causas nacionalistas y enemigos extranjeros. Su población también está por eso, saturada de violencia e insatisfacción.
Dirán algunos que la gente asiste feliz a los partidos de su deporte favorito, a bares, restaurantes y antros; que ve la tele, disfruta series y películas. Pero en realidad estas acciones son fuga momentánea de la saturación. Y a veces ni eso, por los contenidos que extienden y magnifican la violencia perenne de la realidad cotidiana.
La humanidad ha sufrido siempre de tiranías y distintas formas de opresión. Pero, gracias al poder de la informática, hoy toda esa realidad está en una caja de cristal; está visible en todo momento. Y eso, por acuciante e inquietante que parezca, es precisamente lo que está provocando la adquisición colectiva de conciencia. Es el despertar colectivo, sacudido por la saturación, el que provoca el colapso de una civilización inoperante. La empatía humana ha provocado el surgimiento de nuevas formas de convivencia y tecnologías que nos dan tema a tratar intensamente en los próximos artículos.
Estos temas, tratados con fundamento y optimismo, son asimismo eje de nuestro programa “Viene Bien” que se emite los miércoles a las 6PM por BI-TV y se sube al canal virtual respectivo: https://www.youtube.com/channel/UCoAJzb8fnY6PS12agW3mRCg Agradeceremos sus comentarios al mismo por este medio.
@jlgutierrez