Con el título “Humorismo Clínico” y el subtítulo “Notas para el Folklore en la Medicina”, Fernando Topete del Valle -quien ejerció la medicina con auténtico amor y caridad cristianos- publicó este opúsculo en 1966, en una edición privada impresa por Daniel Méndez Acuña.
En un sencillo epílogo advierte: “Ahí están esas acotaciones jubilosas, transcritas aun cuando sea sin el tono y la categoría que la expresión oral directa les proporciona, consignadas con la confianza de que ciertos giros del lenguaje, de color un poco subido en sus tonos, no despierten aspavientos o escándalo en la pulcritud o circunspección de algunos espíritus pudibundos, pues suprimir ciertos pasajes restaría naturalidad, o si se quiere la sabrosa vulgaridad a los trances referidos.”
Disfrutemos en este breve espacio una selección de sus acotaciones que me tomé la libertad de titular:
SOBRADA DE NATURALEZA. Un cliente que me tenía gran confianza por los muchos años que tenía de ser médico de su familia ocurrió a solicitarme un Certificado Pre-Nupcial diciéndome: Vengo a notificarle que se me casa el mayor de mis muchachos y viera que más no dejo de estar un poco afligido, porque pa’ mí que ha escogido a una mujer muy recia, muy sobrada de naturaleza, y mis piensos son de que no va a dar cumplimiento, porque ha de saber, Dotorcito, que nosotros estamos acostumbrados a dar servicio a la mujer diariamente -respetándole su vesita- y a mi hijo ya lo conoce usté: está en malas carnes, como encanijao; por eso tengo el resquemor de que vaya a fallar. Por tal motivo he querido anticiparme para tratar el asunto que no deja de ser un poco molesto, pero quién se lo manda que le tengamos confianza pa’ meterlo en estas danzas. De manera es que mañana le mando al muchacho pa’ que lo registre bien; si lo mira poco raquítico dígaselo; no le socape nada, dé donde diere.
LA SUCURSAL. …tenían veinte años de casados. La señora se quejaba de molestias propias de la menopausia; una vez que extendí la receta, el marido en tono brusco dijo:
–¿Verdá Dotor, que lo que tiene la vieja no es ninguna enfermedá sino achaques propios de su avanzada edad…?
No tuve tiempo de contestar pues enseguida la señora comenzó a reírse estrepitosamente y, dirigiéndose a su esposo, expresó:
–Mira viejo: ya que estamos aquí deja la pena a un lado y que te recete el Dotor; dile que de plano tú ya no soplas; que estás diatiro acabao.
El esposo, sin hacer caso a lo que decía la mujer, se disponía a salir cuando ella insistió nuevamente:
–¡Ándale, viejo! Que te examine y te recete lo más fuerte que tenga para que te compongas.
–Muy bien, Dotor: recéteme pero pasemos a la pieza siguiente, para explicarle ampliamente todo lo que siento.
Así lo hicimos y en voz muy baja me dijo:
–Estoy perfectamente bien de todo; lo que pasa es que la misma baraja cansa y hay que cambiarla para que se caliente el juego; la verdad es que yo tengo una sucursal; por eso es que cuando llego a casa de lo único que tengo ganas es de dormir y no me llama apetito mi mujer. Recéteme cualquier cosa para cumplirle su gusto y que no se dé cuenta de nada.
ESTÁ CALADA. –Dotor: sabrá usté que tenemos ya cuatro años de casados y no hemos lograo familia; yo quisiera una medicina güena pa’ que tuviéramos siquiera un hijo.
–Es necesario -expliqué- examinar no solamente a usted sino también a su señora.
–No, Dotor, yo quiero que nomás a mí me recete. (Me contestó el señor).
Insistí nuevamente sobre la conveniencia de que se estudiara a los dos. El esposo, un tanto molesto, me dijo:
–Mire, Dotor: yo sé mi cuento; mi compañera ya está calada como güena y estoy cierto que ella es familiar. Verá usté que el año pasado que me juí de bracero pa’l norte ella resultó con criatura; por eso quiero que no más a mí me especule pos yo me consiento que yo soy el vano.
¿QUÉ PRETENDE? Después de interrogar a una señora a quien acompañaba su esposo, le indiqué que era indispensable practicarle un examen ginecológico para lo cual le expresé lo siguiente:
–Pase usted, señora, a la pieza que sigue; quítese su calzón, súbase a la mesa acercándose a la orilla y abra las piernas; ya que esté lista me avisa para pasar yo.
El esposo de la señora después de oír mis indicaciones me dijo en tono agresivo:
–¡Por eso, Dotor! ¿Qué pretende?
Aguascalientes, México, América Latina
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NOTA: Por un error de mi parte, en la versión de Tlacuilo de La Jornada Aguascalientes publicada la semana pasada, omití el siguiente texto: “…entre los médicos escritores del siglo XX contamos con mi querido amigo y compañero de labores en el IMSS, el exquisito poeta originario de Asientos Desiderio Macías Silva, purista del soneto…”