Una universidad no puede ser una república de iguales.
Ella está basada en la presunción esencial
de que los mayores tienen algo que transmitir
Lewis Feuer
En días pasados tuve la oportunidad de visitar una institución educativa. La persona que la dirigía me presentó a tres de sus colaboradores, muy jóvenes y algo tímidos. Su carta de presentación era la de ser egresados de la misma. Habían estado colaborando mientras estudiaban y cuando terminaron los contrataron sin dudarlo siquiera. Son muy eficientes, me decía, y muy trabajadores. Yo los miré con cierta tristeza y pensaba que se estaban perdiendo la oportunidad de volar lejos de su alma máter, que podrían adquirir mil experiencias y después regresar a trabajar a ella, si es que eso era lo que querían, pero claro está, volverían mucho más sabios. Esa institución, como muchas otras, estaba cometiendo una endogamia intelectual.
La endogamia, según la Real Academia Española (RAE), en una de sus tres acepciones significa: “Cruzamiento entre individuos de una raza, comunidad o población aislada genéticamente”. Cuando eso ocurre, se produce un gran retroceso en dicha población y severos daños genéticos. Pues bien, cuando una universidad contrata a los recién egresados para que formen parte de su planta docente está cometiendo endogamia y al mismo tiempo, condenándolos al retroceso y el empobrecimiento intelectual y de paso a sus alumnos, con el consiguiente perjuicio en la calidad académica de la institución.
Es verdad que hay alumnos brillantes y que se antoja enormemente retenerlos por su gran capacidad intelectual y laboral, además de contar con la garantía de que su formación está acorde a la filosofía de la misma; así que se evitan el tema de la inducción y capacitación para lograr que se comporten a la altura. Sin embargo, una institución de educación superior es un centro de saber, es un lugar donde bullen las ideas y en la medida que éstas sea más amplias y variadas conducirán a una mejor investigación y a la generación de un conocimiento mucho más completo.
Los expertos hablan de diferentes grados de endogamia. Los hay que únicamente han estudiado la licenciatura, pero el posgrado lo realizaron en otra. Los que sólo estudiaron el posgrado en la universidad que los contrata y los que estudiaron, tanto la licenciatura como el posgrado en la misma; con lo cual esta última se convierte en la más grave de las endogamias. Estos docentes, lejos de traer ideas y saberes nuevos, tienden a repetir esquemas en los métodos de enseñanza y en los procesos de investigación, con poca o nula innovación, de manera que acabarán convirtiéndose en profesores anodinos, tanto en su desempeño como en los resultados que pueda obtener en la investigación que realice, si es que la hacen.
Las universidades más endogámicas alegan en su defensa que envían a sus maestros a intercambios o a estudiar otros posgrados, pero lo cierto es que no todos gozan de ese privilegio y sólo unos pocos elegidos, que casi siempre son los mismos, gozarán del aire fresco de nuevos contextos ideológicos.
Otra de las excusas para justificar la endogamia es que existe un crecimiento mal planeado de la educación superior, que está ocasionando un aumento desmedido de universidades, y con ellas la necesidad de maestros que conformen su claustro, por lo que no les queda más remedio que recurrir a los propios egresados para solventar el problema. Sea por estas u otras razones, lo cierto es que no es una experiencia aconsejable cuando de ofrecer calidad educativa se trata.
Justamente una de las prácticas más exitosas en las universidades de Estados Unidos es la de evitar la endogamia a la hora de seleccionar a sus catedráticos. Ellos envían a sus propios doctores a trabajar fuera de la institución para que hagan carrera en otras universidades. Por cierto, en los países de habla inglesa prefieren utilizar el vocablo inbreeding que da una idea más social del proceso, en vez de endogamy que alude a la genética, así que hablan de faculty inbreeding al referirse a la endogamia de los profesores. Tal vez sea por el cuidado que tienen en la selección de su planta docente, que la calidad de su educación superior sea reconocida en todas partes, en especial la de los posgrados, siendo hasta ahora el país que más doctores prepara en el mundo.
La endogamia no es recomendable para ninguna institución de educación superior, ya que una de las ideas centrales que define a la universidad es precisamente la noción de libertad intelectual. Es un lugar de creación filosófica, cultural, técnica y científica, donde puedan contrastarse diferentes ideas y pensamientos; donde la investigación y generación del conocimiento esté alimentada por la innovación y la apertura a la crítica transformadora.
Es por ello que sus docentes deben estar formados en otras universidades, tienen que viajar, leer, tener intercambios y nutrirse constantemente de diferentes fuentes. Sólo así podrán formar a su vez profesionistas capaces y bien preparados para enfrentar los retos presentes y futuros. En los profesores universitarios descansa una gran parte de la responsabilidad de hacer la diferencia entre un centro gris y mediocre de capacitación para el trabajo o una institución generadora de conocimiento, abierta a las ideas y en constante renovación.
Twitter: @petrallamas
No es aplicable el concepto de endogamia en una Universidad. Es increíble que se pueda pensar así. Es como decir que un hijo no debe obedecer a sus padres (sic)