Efectos secundarios en San Marcos / Cinefilia con derecho - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Para mi generación la película Efectos secundarios (2006) fue muy divertida, se trataba de una cinta que reunía a un grupo que había cursado la preparatoria doce años antes, y pues obvio que las circunstancias más entretenidas afloraron, como el retomar los apodos, reírse de lo que sucedió, las anécdotas, pero sobre todo es una visión positiva del presente, no tanto el ver a la juventud como ese divino tesoro, sino entender y vivir la adultez, tal vez por ello el mensaje soso y medio dulzón del final de la película llamado “receta para cumplir 30”. La cinta es dominguera, cine mexicano sin otras pretensiones que divertir (a veces eso se agradece) de hecho la directora y escritora Issa López había mostrado esa veta cuando elaboró el guión de la también entretenida Lady’s Night (2003).

¿Qué significa ser treintañero en Aguascalientes? Bueno, yo veo dos polos opuestos que andan por ahí navegando: el eterno joven que vive en las modas del grupo social o estrato con el que se identifique (sea rocker, fresa, y un largo etcétera) y aquel que se dejó alcanzar por la madurez o que se alienó, como quiera que se le vea; ambos polos se dejan ver en nuestra feria.

El lunes pasado, durante la segunda parte del recorrido inaugural que hizo el señor gobernador, pasamos por la zona industrial llena de estands de grandes empresas hidrocálidas, todos, o al menos la mayoría, engalanados con prototipos de la belleza ya sea femenina o masculina, cuando se analiza la edad de algunas y algunos de ellos, lo viejo cala más entre los huesos, con mis apenas 34 años, casi les doblaba en edad, y lo más triste que casi les triplicaba en peso. Por cierto en este recorrido fuimos testigos de otro acto significativo en el cumplimiento del decreto que declara la fiesta de los toros como patrimonio inmaterial de Aguascalientes: la inauguración del museo taurino, un excelente recinto (la Cava Domeq) que ya es punto de referencia internacional.

Por la tarde noche de ese mismo lunes presencié un espectáculo muy entretenido de Venado azul, un grupo huichol que interpreta música bastante interesante, en mi discoteca de ese grupo sólo tengo el cd Mi corazón es un vagabundo (2009), de hecho el sencillo homónimo es de mis favoritos, el cover que hacen de una de las emblemáticas de Los Acosta es una delicia. Por sí mismo folclórico, traía un plus: un niño de 5 años que cantaba verdaderamente bien y que además usaba el escenario con soltura. Y de ahí a La Cuca, donde hicimos presencia los treintañeros: lo mismo había esos adolescentes de más de tres décadas que iban con su disfraz de rockers, sintiéndose malos cada que mentaba la madre, con sus novias de veinte años (¿Le hablarán a su suegra de usted o de tú?) pero curiosamente también pululaban godínez con saco y sin corbata que se han alineado al sistema capitalista tan odiado por el izquierdoso rockcito mexicano (Hugo García Michel dixit) e incluso algunos (yo entre ellos) ya hasta leímos El pequeño cerdo capitalista de Sofía Macías. Todos cantando al unísono El son del dolor, que fue recibida con estruendo, cientos de duros rockeros hidrocálidos cantando la misma canción que los fresas escuchan en el antro más cute del norte (o del centro histórico, aunque de éstos dicen que los andan extinguiendo).

Al día siguiente sentí un raro contraste al presenciar a Molotov, y es que a pesar de que también son de mi generación, el hecho de que sigan en el ánimo del público hacía que hubiera muchos más chavos que congéneres. En un pedante papel de rockstars arrancaron del público estruendosos gritos con sus clásicos, mientras yo me refugiaba en lo más alto de las butacas, donde pude disfrutar del show sin los inconvenientes del slam (la última vez que lo bailé fue hace unos cuantos años en un concierto de El Tri). Y sin embargo, después de rockear, de gritar que muera televisa o el gobierno o tantos otros clichés, una gran parte de los asistentes siguieron con una farra muy capitalista.

Y bueno, vivida una semana de intensa feria lo mismo en conciertos que antros para adultos contemporáneos (en la Última Luna o Reuma como se le dice en la jerga) escribimos esta columna (entre gritos tempraneros del hijo que hace más intensa la resaca), sólo nos queda decir como en la receta para cumplir treinta: “después de todo no es tan malo como te imaginas un domingo de cruda”.

 

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