Como todos los días, minutos antes de que la chicharra del despertador se active, abres los ojos a las seis cincuenta de la mañana. Dormiste de maravilla, como siempre, como si no debieras ni un quinto a nadie, de corrido y sin sobresaltos. Salvo un espacio aún tibio, a tu lado ya no hay nadie, así que seguro en estos momentos tu pareja debe estar cantando bajo la ducha. Antes de levantarte de la cama, estiras un poco los brazos, las piernas, las cervicales, y te encaminas a la cocina a preparar las primeras tazas de café de la mañana; claro, soluble ni pensarlo, café en grano. Mientras la cafetera hace su trabajo, echas un ojo a las posibilidades que encuentras para el desayuno… Primero lo primero: tomas del cesto un par de naranjas. Después de lavar y de pelar los cítricos, sacas del refrigerador las tortillas y una cebolla, y luego sales al balcón para cortar un pequeño tomate rojo. Mientras picas la verdura con la que vas a cocinar los huevos a la mexicana, te despachas el primer americano del día, cargado, caliente y sin azúcar. Una hora más tarde saldrás rumbo a tu oficina, fresco después del baño y bien desayunado. Como ocurrió ayer y sucederá mañana, calzando tus tenis preferidos -los zapatos de vestir van en el backpack– recorrerás caminando casi tres kilómetros antes de abordar el transporte público. Para cuando llegues a tu chamba, ya habrás saludado y sonreído a varios vecinos, al dueño de la recaudería en la que todas las mañanas pasas a comprar la fruta con que acompañarás la ensalada que almuerzas, y también a varios desconocidos… Minutos antes de las nueve y cuarto de la mañana, ya habrás puesto en práctica varias de las reglas que el doctor David Agus establece en su A Short Guide to a Long Life.
De entrada, el médico norteamericano insiste en que el cuerpo adora la predictibilidad (Regla 3), es decir, la repetición consistente de rutinas que favorece la condición de estabilidad interna que persigue todo organismo (la dichosa homeostasis). Por ello mismo quien fuera el último médico de Steve Jobs recomienda cohabitar (Regla 12), dado que las personas que comparten la cotidianeidad con otras suelen apoyarse mutuamente para establecer y seguir hábitos saludables de vida… Cohabitar, por supuesto, puede entenderse como vivir en matrimonio -ya lo decía Hipócrates, “los hábitos inveterados, aun cuando sean perjudiciales, ocasionan menos daño que las cosas no acostumbradas”-, pero no sólo, un buen roommate podría ser suficiente… El médico plantea que cuatro son las áreas de oportunidad para establecer rutinas que impactarán favorablemente en tu salud: los ciclos de sueño-vigilia, los horarios de consumo de alimentos, los períodos de actividad física y, para quienes sea el caso, las tomas de medicamentos.
Muchas de las rutinas que aconseja Agus no van a resultar una novedad para nadie… Por ejemplo, tal y como han venido sosteniendo muchas abuelas desde hace incontables generaciones atrás, el médico predica que siempre hay que dormir bien y lo suficiente como para despertar sin dificultad, y que nunca hay que brincarse el desayuno (Regla 41). Dormir mal puede acarrear hipertensión, confusión, pérdida de la memoria, incapacidad para adquirir nuevos conocimientos, enfermedades cardiovasculares, depresión y obesidad.
El autor requiere muy pocas páginas para convencernos de las bondades de sus admoniciones; por ejemplo, sostiene que conviene hacer estiramientos (S-t-r-e-t-c-h, Regla 44) si queremos mantener a lo largo de los años la movilidad, coordinación y balance suficientes para ejecutar con cierta autonomía las actividades del día a día.
En otros casos, la sabiduría que condensa la guía se manifiesta en la flexibilidad que conllevan sus propias prescripciones, y para ejemplo la Regla 8: Mantén un protocolo de dieta que sea adecuado para ti; es decir, hay de muchas sopas: así como hay muchas religiones en el mundo, existen muchas tradiciones gastronómicas sanas, concede el autor -quien, conviene recordarlo, es nieto de un rabino-, en las cuales podemos encontrar algunas constantes compartidas, como porciones moderadas y comida compartida en una mesa común. En otros casos, sin darle muchas vueltas a las cosas, Agus receta específicamente: Toma una aspirina (Regla 22), o, mis ejemplos preferidos, la Regla 18, en la cual indica que la cafeína es una sustancia que reporta beneficios a la salud, y la Regla 10, Toma una copa de vino en la cena.
Ciertamente, varias de las reglas incluidas en A Short Guide to a Long Life se encuentran en el costal de esas obviedades que resultan molestas no tanto por obvias sino porque, a pesar de ello, no siempre las atendemos -sonreír y ser positivos, Regla 29 y 31-, mientras que otras puede que te parezcan sorprendentes -desnudarte, tener un perro, y evitar el consumo de jugos naturales y de vitaminas y suplementos, Reglas 15, 49, 60 y 62, respectivamente-.
Después de los 65 consejos generales, el libro incluye una serie de recomendaciones específicas, de acuerdo a la década que está viviendo cada lector o lectora, en ámbitos como la salud sexual, el ejercicio físico, la alimentación, la presión sanguínea, etcétera. Fiel a su tradición, David Agus concluye su guía con una serie de prácticas listas -diez acciones para reducir el riesgo de enfermarse, las diez causas de muerte más importantes en Estados Unidos y el mundo, mitos sobre la pérdida de peso, los pescados con Omega-3, diez razones para salir a caminar…