En últimos días, hemos seguido viendo historias de niños, adolescentes y jóvenes que se extravían. En redes, Alerta Ámbar señala algunos niños que en diferentes lugares del país fueron vistos por última vez. No se sabe si regresarán a sus casas, pero esto, en verdad se lo digo, provoca una sicosis paternal que no tiene límites. Parece inacabable y es necesario controlarlo.
La semana pasada se extravió un niño de nacionalidad brasileña. Sus padres salieron a hacer una serie de actividades en su desesperación, e incluso se fueron a una caminata de reclamo el domingo en las calles del centro. Entre los enredos y la confusión, todos nos hemos compadecido ante el hecho, así como lo hicimos con Andrea Noemí y como lo hacemos cada que alguna tragedia de éstas pasa en este lugar. Pero la confusión no se hizo esperar, resultó que el joven se comunicó con sus padres (él, padrastro por cierto), y afirmó que no regresaba, supuestamente en redes sociales argumentó maltrato consentido por parte de su padrastro. Por otro lado y más adelante en esta historia, la madre resultó con un supuesto expediente en la PGR relacionado con el tráfico de drogas. En fin, el hecho es que antier encontraron al muchacho en Jalisco y hoy aparentemente la calma vuelve a la ciudad.
La sicosis que le decía antes, también tiene sus niveles. Por un lado, se pierde una persona y poco a poco la historia se va desenredando en una serie de situaciones -que ciertas o no- le quitan credibilidad a los hechos. Hoy, ya no sabemos si lo de las drogas, el maltrato consentido por la madre por parte del padre y el supuesto rapto son cierto, no sabemos hasta dónde se fusionan para convertirse en la verdad. Pero el hecho es que la gente se pone intranquila.
¿Qué hacer ante esta realidad? El tema de los raptos y las desapariciones también generan una serie de mitos extraños. Que si los raptan para desmembrarlos y vender órganos, que si los venden a la prostitución, una serie de historias macabras de las que no queremos saber nada, pero que a ciencia cierta no sabemos si en realidad existen. Lo que sí, es que ante la tragedia de perder un ser querido, todos nos conmovemos.
Según algunos datos, el número de desapariciones en 2013 ascendía las 26 mil personas. Se suponen más, pero ese es otro problema: es necesario un sistema eficaz y estandarizado de la base de datos de desaparecidos. Pero mire, en este estado, hay municipios que no tienen ni cercano el número de habitantes que los desaparecidos en el país. ¿ qué conviene hacer? El sentido común más instintivo, nos orilla a ponerle otras dos chapas a la puerta y a cerrarle con candado todas las noches, a no salir a la calle. Ante el congelamiento en una escalada de una montaña, el primer consejo es no quedarse quieto, porque inminentemente morirías. Por lo tanto esa no sería una buena solución.
Viendo un video de esos que circulan las redes, un joven se acerca a niños que están descuidados por sus padres en un centro comercial, les da una paleta grande como las que traía la chilindrina en “El chavo del ocho” y les dice que vayan con su mamá a enseñárselas. Las respuestas son obvias: ¿Quién te la dio? ¿Por qué la agarraste?¿No te he dicho que no tomes nada que un desconocido te dé? La paleta tiene un mensaje pegado: es en un instante que se pueden llevar a tu hijo. Así como eso, es que suceden las cosas, en un instante.
La respuesta ante un fenómeno como éste definitivamente tendría que tener muchas vías. Yo le propongo tres:
- Ante la crisis de desaparición en el estado, hace falta un organismo, un ente que se dedique a divulgar a las personas para localizarlas, algo así como Alerta Ámbar México, obviamente sin disturbar los procedimientos policiales, pero la mejor forma de difundir es usando los medios disponibles: redes sociales, televisión y radio por ejemplo. Y otro ejemplo, podría ser que un organismo como la CEDH, fungiera con ese encargo para que sea a través suyo que se difundan los desaparecidos y las formas de evitarlo.
- Cultura comunitaria. Ante el comunitarismo (dícese de esa manía de ponerle bardas a las colonias y policía en la puerta y de llegar a su casa y no convivir con nadie), es necesario salir a la calle y hacer comunidad. Si la calle se queda sola, la calle no es nuestra y quien la tome podría actuar en nuestra contra. Los ciudadanos necesitamos convivir más, apoyarnos. Hace poco por ejemplo, vi otra vez en funcionamiento el timbre de alerta vecinal y los letreros de vecino vigilante, a eso súmele reuniones periódicas para conocernos como vecinos.
- Cultura de denuncia. La verdad es que muchas veces en nuestros vecindarios pasan cosas raras, pero no hacemos mucho por indagar, ¡Qué va a decir la gente! Pues que la gente diga, pero es preferible reconocer que puede haber algún peligro, que lamentarse de no haber actuado. Lo lógico de la cultura de la denuncia es que sería más difícil para quienes pretenden hacernos daño con este fenómeno del rapto y otros como las drogas o el robo, si el tejido social se estrecha y no los dejamos entrar en nuestras comunidades.
Finalmente los fenómenos sicosociales siguen avanzando y nos están haciendo sus víctimas. Hoy seguimos hablando de maltrato y de abusos. Seguimos hablando de excesos y de ignorancia para educar a los hijos. Necesitamos urgentemente una forma novedosa y eficaz para lograr que la comunicación entre padres e hijos, sea la adecuada. Esta vez se fue de la casa, pero acuérdese que en este estado, la gente se suicida, y mucho.