La recaptura de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, efectuada por la Marina Armada de México el pasado sábado 22 de febrero, muestra un panorama político interesante; entre los varios aspectos oportunos para tener en cuenta en el estudio, están, primeramente, el encumbramiento del presidente Enrique Peña, el contexto de su recaptura, la partidización del evento, y, desde luego, el cuadro general suscitado en el país, conjuntamente con otros elementos, del éxito de la administración federal priista. Los aires que hoy circulan en el ambiente de los medios de comunicación, inspirados tanto por el presidente de la república como por los miembros del gabinete, son de un sentido de exaltación -no obstante que Peña haya pedido no caer en triunfalismos.
La propaganda emitida por la presidencia de la república ha ido construyendo el ambiente de triunfalismo que ahora muestra el gobierno de la república; los promocionales hablan de que nos pudimos quedar sentados, sin hacer nada y dejar que las cosas siguieran igual, pero decidimos ponernos en movimiento, para hacer las reformas que desde hacía tiempo el país necesitaba, y que no las hicieron (las administraciones panistas).
La reforma educativa, la reforma energética, la hacendaria, la financiera, la de telecomunicaciones, la de transparencia y acceso a la información, la política, son reformas inéditas, que nunca antes se habían realizado; con ellas se abrirán nuevos empleos, podrá lograrse abatir la pobreza y el hambre, se avanzará en un México próspero y en paz, incluyente, con educación de calidad, etcétera. Las acciones para el combate a la inseguridad, entre las que se encuentra la captura de los delincuentes, se han efectuado de manera coordinada con los gobiernos estatales y municipales (sólo por las fuerzas armadas nacionales), y sin derramamiento de sangre.
El significado de la recaptura de El Chapo Guzmán, se muestra en varios sentidos: en catorce meses el gobierno federal logró detener al delincuente que durante doce años -después de dejarlo escapar-, las administraciones pasadas no lo pudieron reaprehender; y la detención se hizo, como otras anteriores e importantes, sin realizar un solo disparo (sorprende la insistencia y el remarcado de este punto). En este espacio, podemos plantear dos preguntas: por qué el gobierno actual pudo hacer la recaptura en breve tiempo; y por qué las detenciones se han podido hacer sin violencia y derramamiento de sangre.
Encontramos, también, dos líneas de respuestas a las preguntas: la primera es la manejada por el mismo gobierno de la república; y, la segunda, manejada en el ámbito de la hipótesis, con la reserva de las investigaciones que los estudiosos del tema puedan desarrollar y ofrecer resultados. Las respuestas manejadas por el gobierno van en el sentido de que las nuevas estrategias para el combate a la delincuencia y a la inseguridad, están generando buenos resultados, y ya se están haciendo bien las cosas.
La segunda línea de respuestas, hipotética y que es distinta a la del gobierno, va en el sentido de que el regreso del PRI al gobierno, significa también el regreso a las antiguas formas de controlar el narcotráfico y la violencia; es decir, (recordando lo expresado por el ex gobernador de Nuevo León, Sócrates Rizzo, y por el finado ex presidente de la república, Miguel de la Madrid -no obstante los desmentidos hechos por los priistas-), a través de conductos insospechados, iniciaron contactos con los grupos de delincuentes para gestionar la vuelta a la estabilidad y paz del país, abatiendo la violencia.
Señalo un aspecto que llama la atención: Joaquín Guzmán ha sido presentado en la opinión pública como un delincuente violento -ordenó la ejecución de cientos de personas-, que usaba equipos de alta tecnología para evadir la justicia, que recurría a las tácticas de contraespionaje, con un importante grado de inteligencia para transformar su “empresa” de manera acorde con la evolución del mercado, con un fuerte desarrollo empresarial digno de mencionarse en revistas especializadas, que tiene un alto número de propiedades, como son casas con subterráneos, etcétera.
Ante este panorama del delincuente, el secretario de gobernación informa que el operativo de captura fue limpio, rápido y eficaz; contexto en el que cabe la pregunta, sospechosa ciertamente, de ¿cómo es que un personaje de este tipo, a sabiendas de que lo están cercando en Culiacán -por lo que sale de su casa a través de la bañera y de túneles (donde los perseguidores tardaron en entrar porque la casa tenía puerta de acero)-, se traslada unos kilómetros, a Mazatlán, y se refugia en un edificio de departamentos -donde no tiene la opción horizontal, como en las casas, para volver a escapar-?
Existen muchas respuestas que podrían acomodarse en este punto; no obstante, en el contexto de las formas de manejo que realizaron en los tiempos anteriores a la alternancia, permite estimar que ahora hicieron lo mismo.
Sin embargo, y tomando en cuenta también la reciente liberación del narcotraficante Rafael Caro Quintero, al igual que la exoneración que hace meses hizo la PGR de algunos ex gobernadores priistas acusados de narcotráfico, la recaptura de El Chapo ha tenido un despliegue propagandístico de alto nivel, en el que el presidente Peña ha sido encumbrado, hasta la cima del éxito del gobierno.
Quedan de lado aspectos como las circunstancias que están viviendo otras entidades de la república, como Michoacán, Guerrero, Veracruz, o Zacatecas, entre otras, el fracaso en el asunto de la ex dirigente del SNTE, tanto en lo judicial como en lo sindical, que seguirá en reclusión en espera de que logren algún día probar algo (el ofrecimiento de sanear las estructuras sindicales y ya no permitir corrupciones en ningún otro sindicato, hasta el día de hoy está sin verse).
Después de todo, el proceso político del país sigue adelante, por lo que es necesario, para los ciudadanos, continuar con la observación de las acciones que realizan los gobiernos en todos estos aspectos, y la espera de cambios efectivos.