De los libros aprendí
a darle vuelta a la hoja.
Merlina Acevedo
Soy un autoexiliado de los vastos dominios de facebook -“la máquina de espionaje más terrible del mundo”, Julian Assange dixit-. En cambio, me confieso feliz asociado de twitter: buena parte de mis ratos de solaz frente a la pantalla los pasó entre sus densos cableríos colmados de palabras, escuchando al pajarerío, trinando mis propios tweets, e incluso involucrándome en parrafadas colectivas:
–Warhol nada más quería darnos lata, había tuiteado @MerlinaAcevedo.
–Tal vez Caravaggio sólo quería asombrar, respondí a botepronto, con copia a @GmoSheridan quien también andaba inmiscuido en este intercambio.
–Tal vez Kandisky sólo quería pintar su raya, sentenció @MerlinaAcevedo.
Y como en otro cable se estaba hablando de selfies, yo pensé Para selfies, Rembrandt…, pero no recuerdo si alcancé a teclearlo…
En la edición de octubre pasado de la revista Nexos, el sociólogo Pepe Woldenberg publicó un curioso ejercicio: intentó atrapar con minúsculas mallas al pájaro azul de las redes sociales y definir el fenómeno twitter. El resultado, un espeso ramillete de proposiciones breves, claro, de alcance variopinto y dispareja lucidez; hay desde perogrulladas casi sosas –Lugar de encuentro y conversación ⁄ Mucho ruido y pocas nueces– hasta atinadas y pulcras enunciaciones –Catapulta de necedades / Lago para Narcisos / El funeral de la peregrina pretensión de decir la última palabra-, sin que haya dejado pasar la oportunidad de soltar por ahí una que otra gansada involuntaria –Termómetro de la temperatura social / Encarnación del derecho a expresarse-… Eso sí, no encuentro ninguna construcción verbal que pueda aspirar a las alturas de un aforismo.
Aforismo, como bien se sabe, es un vocablo que se acuñó en Grecia durante la Antigüedad Clásica, y que, hasta donde hoy se tiene testimonio, fue empleado por primera vez por Hipócrates de Cos (460 a.C.– 370 a.C.), precisamente para recetar saberes -verbigracia, Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina. El diccionario de la RAE, raro, aporta una definición precisa: Sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en una ciencia o arte. Ciertamente, los aforismos conforman la aristocracia de las paremias.
Para mi gusto, en el atado de enunciados con los cuales Woldenberg trató de definir twitter al menos faltó uno: Veta de aforismos. Y para muestra, los de @MerlinaAcevedo: Un aforismo es una conclusión que llega a sí misma.
Chilanga superdotada, además de ajedrecista, pintora y poeta, Merlina Acevedo es una hechicera que hilvana sortilegios con palabras. Twitter es la olla en la cual ella ha cocinado cientos de sus prodigios verbales, todos ellos conforme a una receta infalible: El truco para escribir es aprender a traducirse a uno mismo.
Merlina Acevedo publicó hace unos meses un libro que no es uno sino dos: Peones de Troya, en el cual se despliega algunos de sus aforismos, y Relojes de arena, en el que agrupa varios palíndromos (Colofón, axial; 2013).
En sus aforismos, la taumaturgia de Merlina alcanza abstracciones de indiscutible fuerza poética:
• El silencio sólo lo conozco de oídas.
• La mecedora es un columpio con los pies en la tierra.
• La niebla es el aire vestido de novia.
Y si Tablada canta un haiku: “¡Del verano, roja y fría / carcajada , / rebanada / de sandía!”, la Acevedo asienta un sablazo contundente: La sandía llora lágrimas negras.
En los aforismos, la brevedad no es mezquindad, ni de palabras ni de ideas. Caben en una línea tratados completos de psicología:
• Te incomoda mi postura porque no estás bien parado.
• Los recuerdos más claros son los inventados.
• Mi otro yo me habla de usted.
• El autoengaño es un salvavidas de plomo.
Un mito cosmogónico en once palabras: Somos las piezas de un juego de ajedrez que Dios abandonó. Hipótesis redondas de neurociencia: Los sueños son el sistema digestivo de la memoria.
Uno lee y alcanza a escuchar el ramalazo de la oración surcando el silencio, a veces para dejar la estela de una microficción ensimismada:
• Me dijeron que el hombre con quien juego ajedrez en el parque lleva años jugando solo.
• Tuve un choque cultural y perdí el conocimiento.
En otros, uno lee para observar verdad y humor en lance por llegar por llegar primero a la conciencia:
• Le pedí vacaciones a mi patrón de conducta.
• Si mueres por un aplauso tienes complejo de insecto.
• El truco para aguantar a un pesado es tomarlo a la ligera.
Son muchos los pensamientos que en tropel pueden salir catapultados a partir de la lectura de los aforismos de la maga Merlina; algunos serán recuerdos, otros proyecciones, y los puertos de destino, por supuesto, insospechados. Con todo, me animo a augurar un fondeadero obligado: la reflexión en torno a la soledad y al amor, el juego de espejos temático que se impone en Peones de Troya:
• Soledad es no tener de qué reírte solo.
• El amor es un espacio en el tiempo.
• Lo atractivo del amor es poder vernos con otros ojos.
Y aquí la dejo, sin más espacio no volteo el libro para abrir el otro encuadernado aquí mismo, Relojes de arena, arenal de palíndromos, certeros de ida y vuelta:
• Odio: ese deseo ido.
• Amar: deseo ese don y no deseo ese drama.
@gcastroibarra