Moscú, Unión Soviética. 18 de noviembre de 1957. El presidente de la República Popular China, Mao Tse-Tung, se dirige a los representantes de los Partidos Comunistas y Obreros. Enfebrecido, el Gran Timonel concluye: “El imperialismo norteamericano no ha sido derribado aún y tiene la bomba atómica. Estoy seguro de que asimismo será derribado. También es un tigre de papel”.
La escena arriba descrita sirve como prefacio al presente artículo, el cual pretende mostrar al amable lector por qué Occidente -La Unión Americana y la Unión Europea- demostró ser “un tigre de papel” en la actual crisis ocurrida en la península de Crimea.
Desde la caída de la Unión Soviética en 1991, “la mayor tragedia geopolítica del siglo XX” (Vladimir Putin dixit), el objetivo expreso de los Estados Unidos fue incorporar a los países de Europa Central y Oriental, recién liberados del yugo soviético, a las instituciones occidentales -La Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte-, a fin de lograr sus objetivos geopolíticos y geoeconómicos.
Para alcanzar los primeros, los estadounidenses tenían que construir una “espina dorsal de seguridad” que comenzara en la Bahía de Vizcaya y, que pasando por Francia, Alemania, Polonia y Ucrania, terminara en las costas del Mar Negro. Lo anterior, según lo narra el académico y geopolítico, Zbigniew Brzezinski, en su libro El Gran Tablero de Ajedrez, era vital para “evitar que una gran coalición conformada por China, Rusia e Irán amenazara los intereses de la Unión Americana en Eurasia”. Finalmente, Washington, de acuerdo a Brzezinski, no debiera excluir la posibilidad de un “reacomodo europeo que involucrara una colusión germano-rusa o una alianza franco-rusa”.
Por lo tanto, desde el año 2004 el gobierno de George W. Bush, el Texano Tóxico, financió a los elementos “democráticos” en Ucrania para instalar un régimen proclive a sus intereses, logrando que Víktor Yúshchenko fuera elegido presidente de su país. Sin embargo, en 2010 Yúshchenko fue derrotado en las urnas por el candidato de Moscú, Víktor Yanukóvich.
Yanukóvich cometió el error de querer ser amigo de Washington, en detrimento de las firmas energéticas rusas, Gazprom y Rosneft, cuando signó acuerdos de cooperación con las compañías petroleras estadounidenses Chevron y Exxon. Evento que parecía presagiar el logro de los objetivos geoeconómicos vislumbrados por la Unión Americana.
Aprovechando el rechazo de Yanukóvich a una asociación económica con la Unión Europea, el Departamento de Estado de los Estados Unidos apoyó a grupos de “demócratas” para, mediante protestas callejeras, derribar al mandatario ucraniano, hecho que ocurrió el 22 de febrero de 2014. Entre los grupos precitados destaca Svoboda (Libertad, en ucraniano), cuyo líder, Oleh Tyahnybok, ha declarado públicamente que Kiev fue gobernado por una “mafia judeo-moscovita”.
Maniatado, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, por la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno poco pudo hacer para sostener al corrupto e inepto Yanukóvich en el poder. No obstante, una vez terminada la justa olímpica, el manotazo del oso ruso se hizo sentir en la península de Crimea, cuando el 27 de febrero militares enmascarados, que portaban uniformes sin insignias se apoderaron de edificios civiles y de bases militares a lo largo y ancho del istmo.
Apoyado por las bayonetas rusas, el parlamento de Crimea se declaró listo para realizar, el 16 de marzo del año en curso, un referéndum que sometiera a votación la permanencia del quersoneso en Ucrania o su adhesión a la Federación Rusa.
Occidente -baldado moralmente por la secesión ilegal de Kosovo e inhabilitado por las derrotas estratégicas en Afganistán e Irak- poco pudo hacer para contener el avance ruso, pues con la excepción de unas maniobras navales en el Mar Negro -planeadas antes de la crisis- y el despliegue de aviones de la Alianza Atlántica en los países bálticos, Rumania y Polonia, “el líder del mundo libre”, Barack Obama, decidió que sus muchachos combatirían al despiadado y malvado oso ruso únicamente en los juegos de video.
Respecto a los europeos, sólo emitieron sus comunicados amenazando sancionar a Moscú con el “ostracismo” y “la catástrofe económica”. Parece ser que nadie informó a la compañía alemana RWE, la cual vendió por 7 mil millones de dólares su brazo energético DEA, el 17 de marzo de 2014, al Grupo LetterOne, propiedad del magnate ruso Michael Fridman. Asimismo, el mismo día la principal firma petrolera rusa, Rosneft, adquirió indirectamente el 26 por ciento de la empresa llantera italiana, Pirelli.
Desde el Salón San Jorge del Kremlin -lugar cargado de simbolismo pues sus muros están decorados con los nombres de los generales rusos que vencieron a la Grande Armée de Napoleón Bonaparte-, el zar global, Vladimir Putin, rubricó el tratado de accesión de Crimea y la ciudad de Sebastopol a la Federación Rusa.
De esta manera, Putin exhibió a Occidente como “un tigre de papel”, pues Ucrania está dividida y neutralizada, la base naval de Sebastopol continúa en sus manos, Siria sigue siendo su aliada y el referéndum en la península “corrige un error soviético” (Mijaíl Gorbachov dixit).
Aide-Mémoire.- ¿Sabotaje o secuestro lo del avión de Malaysia Airlines?
Colegio Aguascalentense de Estudios Estratégicos Internacionales, A.C.