Operación Monumento (The monuments men, 2014) es una película ciertamente predecible y un tanto sosa, sin embargo en lo personal tiene ciertos elementos que me llamaron la atención: un equipo de fracasados para la guerra pero expertos del arte, una misión romántica y por supuesto el arte, ¡nada más romántico que salvarlo en medio de una violenta guerra; prácticamente en el género nadie había abordado esta faceta de la segunda guerra mundial, y en ese mismo sentido es novedosa, así que no esperemos batallas épicas llenas de efectos especiales, sino la ficción de un hecho real, el Monuments, Fine Arts, and Archives program, creada con cerca de 400 personas por el presidente Roosevelt para proteger los bienes culturales de la rapiña y la destrucción nazi durante la Segunda Guerra Mundial, y es que Hitler tenía la intención de hacerse de un museo con un acervo gigantesco, al estilo de las potencias mundiales que fundaron sus grandes museos en la guerra, el saqueo y la colonización de las naciones pobres, sólo pensemos en el British Museum o el Louvre.
Sin contar con sus defectos, ya sea la lentitud, el que no se define por ser drama, comedia o aventura (como dice mi colega Laura M. Guerrero en su Mantequilla extra) o que las secuencias son mejores que el producto final (Leonardo Garcia Tsao) lo cierto es que la película es una oda a los que amamos el arte, a los que consideramos que el verdadero quid de la humanidad se encuentra lo mismo en un cuadro de Boticelli, una ópera de Mozart, una película de Buñuel o un stencil de Bansky.
El arte nos hará libres, o lo que es lo mismo, la falta de contemplación de lo bello nos induce a la ignominia y la ignorancia, no es raro que tanta y tanta gente que no ha tenido acceso a las bellas artes viva en la barbarie cultural con todas las implicaciones que derivan de ello. En su diario del último año y medio de vida titulado El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, cuando la leucemia lo consumía, Charles Bukowski veía esta desgracia de la humanidad, la imposibilidad de acceder a lo bello: “Pensad en toda la gente que nunca ha escuchado música decente. No me sorprende que se les caiga la cara a pedazos, que se maten unos a otros sin pensarlo siquiera, que no tengan corazón”.
George Clooney además de director encarna el papel del capitán de la misión condenada al fracaso, arenga a sus hombres precisamente haciendo énfasis en este papel del arte y de la historia en la vida común y corriente: “Nos dirían: mucha gente muere ¿Y a quién le importa el arte? Están equivocados, porque eso es exactamente por lo que luchamos. Por una cultura, por un modo de vida. Pueden borrar una generación de personas, quemar sus casas y de alguna manera volverán, pero si destruyen sus logros, la historia, es como si nunca hubieran existido. Sólo aire flotando”.
El arte y la historia juegan un papel crucial en la vida de las civilizaciones, son aquello que les da realidad, substancia, y sin embargo forman parte de una lejana tercera o cuarta generación de derechos humanos, englobados dentro de los llamados DESC (Derechos Económicos Sociales y Culturales) son pocas las legislaciones del mundo que los aterrizan a cuestiones concretas donde se señale claramente como un derecho humano el poder acceder a las bellas artes de manera gratuita.
El mayor trabajo de los monuments men es hacer entender a toda la clase militar el valor de su misión: rescatar el arte. Sin embargo en todas las ocasiones la respuesta es la misma, primero la vida de los soldados, luego los objetos ¿Es una respuesta plausible? En principio sí, pues después de todo no hay derechos sin la vida, la subsistencia es la primera y fundamental de todas las prerrogativas. Sin embargo, los vestigios históricos al ser la base de la civilización contribuyen a la formación de otros derechos, es decir, su eficacia da pauta para que se puedan potencializar, construir, consolidar o simplemente especializar otros derechos humanos, es un derecho sinérgico y en ese medida medular.
El quid de toda la cinta lo sintetiza la presencia de uno de los monuments men ante la Madonna de Brujas, la imagen condensa el encuentro del hombre con lo divino encarnado en forma de un arte perfecto, la contemplación no de una religión sino de un dios que se manifiesta estéticamente y que puede resplandecer tanto que logra poner la conciencia en un espasmo y entonces regresa la pregunta ¿Vale o no la pena dar la vida por el arte? Bajo la idea de que lo bello potencializa otros derechos, desde la perspectiva de que forja nuestro presente y nos hace ser lo que somos, la respuesta es concluyente: sí.