No es una “apología de la violencia” sino una descripción de la violencia hecha desde la visión de la calle, de la vida cotidiana
Entrevista a Carlos Velázquez: la realidad es que no soy una víctima del narco, quizá del gobierno, quizá los Moreira sean mis verdugos y de la población, pero yo no soy un damnificado del narco
La publicación del libro de cuentos La Biblia Vaquera lo convirtió en una de las voces literarias más interesantes de su generación. La marrana negra de la literatura rosa lo confirmó como uno de los autores con una de las voces más originales de toda la literatura mexicana: la voz del posnorteño, la voz que busca indagar sobre la esencia del norte del país más allá de las etiquetas literarias que en los últimos años intentan encasillar todo lo que se produce en esa región en una sola etiqueta: Literatura del norte.
Foto: Gerardo González
Carlos Velázquez (Torreón, 1978) creó en sus primeros dos libros de cuentos una voz narrativa caótica y desarmable, con altas dosis de humor negro, cinismo, que le abrieron paso rápidamente en el mundo literario mexicano.
Sin embargo, para su más reciente libro titulado El Karma de vivir al norte (Sexto Piso, 2013) el autor decidió dar un giro, un paso más allá en esa búsqueda literaria personal al escribir 25 crónicas a partir de su vida cotidiana en una ciudad de este país azotado por la violencia.
A El Karma de vivir al norte lo componen crónicas que lo mismo nos llevarán por las calles oscuras de Torreón, en un taxi manejado por un sicario que se divierte atrapando víctimas ingenuas que aún se atreven a salir en la noche por las calles de esa ciudad tomada por el narco y su violencia, o las borracheras que el autor se ponía cuando trabajaba en el antiguo estadio Corona como vendedor de cervezas y se bebía la mitad de las que destapaba, o el viaje al infierno de las colonias más peligrosas de su ciudad emprendido junto a un taxista que le servirá de guía en ese viaje al infierno para contextualizar cómo cambian las dinámicas de la venta de droga en una ciudad que es un campo de batalla entre dos de los cárteles más poderosos del país.
El sentimiento más poderosos que campea en las páginas de El Karma de vivir en el norte es el miedo y la preocupación que el autor siente al pensar en la posibilidad de que su pequeña hija de cinco años crezca en una ciudad en donde hasta ella puede identificar cuando los sicarios y el ejército se agarran a balazos. Una ciudad (como hay varias en el país) en donde la cotidianidad es la violencia y la muerte.
Vivir, trabajar, salir al cine, a cenar, por una carne asada, se convirtió en Torreón en un ejercicio de sobrevivencia. Las calles de las ciudades mexicanas se han convertido en los últimos años en tierra de nadie por donde pululan sicarios enfermos de muerte, soldados cubiertos con pasamontañas que quisieran estar en otro lado, taxistas vendedores de drogas o halcones que ya no saben cuándo se van a encontrar con la muerte de frente. Torreón es para el autor un lugar del que le gustaría huir y sin embargo el autor no puede hacerlo porque su hija vive ahí, en esa ciudad calurosa, polvosa, llena de malos recuerdos que se ha convertido en el hogar de uno de las voces más originales del panorama literario nacional.
“Se dice que en Torreón, que la región de La Laguna, la violencia ha menguado, pero todos los días es posible ver titulares como éste (me dice el autor tomando su celular y enseñándome una foto que ha tomado hace unos días que muestra el titular de un periódico que dice “Citan a taxista en Hotel y lo acribillan”). Esto fue hace unos días, la violencia no ha desaparecido sigue estando ahí.” Me dice Carlos Velázquez sentado en una cafetería de la colonia Roma de la Ciudad de México.
Javier Moro Hernández (JMH): Una de las cuestiones más interesantes del libro, es que retratas la cotidianidad, la vida normal de una persona y a partir de ella nos cuentas sobre cómo es vivir diariamente en donde la violencia campea.
Carlos Velázquez (CV): Mi intención no era hablar del narco y más allá de algunas referencias a algunas drogas, que son pocas, este libro no habla de narcotráfico, habla sobre mis obsesiones, mis miedos, el karma de vivir en esa zona del país, el norte del país que se transformó a partir de la violencia, pero el libro no entra dentro de los conceptos de narco-novela, narco-narrativa o un concepto de ese estilo, yo quería hablar sobre mis obsesiones y creo que de eso trata el libro.
JMH: No es un libro de crónicas sobre el narco, no es una “apología de la violencia”, sino una descripción de la violencia hecha desde la visión de la calle, de la vida cotidiana. Quería preguntarte, ¿cuáles eran tus intenciones al escribir este libro de crónicas?
CV: Como lo anticipo en el prólogo, nunca tuve la intención de escribir sobre la violencia. Cuando por fin me decidí, me prometí a mí mismo no callarme nada. Creo que alrededor del tema del narco existe un alto grado de hipocresía. Yo quería exponerlo todo, cómo se vive en mi ciudad, en el norte, lo que nosotros contribuimos, directa o indirectamente, al estado actual de las cosas. Pero esto no es un trabajo reporteril en el sentido estricto de las cosas, es un testimonio y como tal, expresa todo desde mi punto de vista. No me interesaba hacer un documento periodístico, quería indagar en otros aspectos, como por ejemplo en la búsqueda de una voz. Una voz distinta a la de mis libros anteriores o a la de mis columnas. No sé si lo conseguí, pero al menos no puedo culparme a mí mismo por no intentarlo.
JMH: Una de las intenciones mencionadas por el narrador en las crónicas es la necesidad de abandonar esa ciudad y llevarse a su hija con él, sin embargo nunca lo hace. ¿Cuál crees que sea la razón por la que al final nos cueste tanto trabajo abandonar nuestra ciudad, nuestro país, a pesar de que pareciera de que se está cayendo a pedazos, a pesar de nos puede tocar un balazo saliendo del cine?
CV: No puedo generalizar, pero al final, como el mismo libro lo dice, no me pude marchar por las mismas razones que no lo hace Rick en Casablanca, porque me di cuenta de que mis problemas eran demasiado pequeños en comparación con el desmadre que se vive en esto que llamamos el Norte. Y pues la realidad es que no soy una víctima del narco, quizá del gobierno, quizá los Moreira sean mis verdugos y de la población, pero yo no soy un damnificado del narco. Existen personas a las que sí les trastocó la existencia. A mí no, pero mi tarea recayó en relatar lo que significaba vivir en un territorio que se desmoronaba a balazos. Y hacerlo no fue ni liberador ni purificante, las cosas no han cambiado en mi vida. Soy el mismo ingenuo que siempre he sido, y no me apena decirlo, tampoco poseo la soberbia para presumir que he atravesado el fuego. Simplemente tuve el privilegio de nacer en uno de los laboratorios sociales más posmodernos de los últimos 10 años en el país.
JMH: ¿Cuánto tiempo te llevó escribir este libro?
CV: Aproximadamente un año. Pero corregirlo me costó año y medio. El karma es un experimento. Quizá no luce tan experimental como la Biblia, pero en él hay una mezcla de elementos que me interesaba conjugar. No creo que exista un género para clasificarlo. Pareciera que es desigual, pero era mi objetivo. Nada me hubiera costado escribir crónicas como la de “If you tolerate this” y conformarlo de una manera más pulcra, pero eso me parece demasiado aburrido en la literatura. No sé si será una tendencia, pero si no hay algo oscuro en las lecturas (y por lo tanto en lo que escribo) me parece una pérdida de tiempo. Prefiero ver porno.
JMH: Si uno toma los periódicos nacionales de esta mañana pareciera que este país hubiera regresado a un estado de paz y seguridad, pero los ciudadanos sabemos que al final de cuentas eso no es cierto. ¿Cómo compaginar la “narrativa” oficial, la de los grandes medios, con el miedo que nos embarga al salir a la calle?, ¿cómo manejar esa aparente esquizofrenia?
CV: Depende de la parte en la que radiques, pero en ciertas coordenadas del norte la gente lo hace ebria o drogada, o con ambas cosas. Pero en general se le combate con histeria. La gente se emputa por todo, pelea por todo. Es una manera de no volverte loco. Sacar la mala leche. Si te la quedas te envenenas. Y al final del día tus relaciones con las otras personas son una mierda, pero lo prefieres a perder la cabeza y acabar medicado. Porque esa es la única manera de vivir en este país, dopado. Pero no todos quieren aceptarlo, existe banda que resistimos. Otra vía de escape de la narrativa oficial es la evasión: un sector alto de la población se escuda con la superación personal. Estos me dan un asco.
JMH: Uno de los elementos que me llamó más la atención de tu libro es el aspecto de la cotidianidad: el fútbol, salir al cine, etc. Y una de las preguntas que me hacía a mí mismo mientras leía el libro era, ¿seguir nuestra vida cotidiana en medio de un infierno es una forma de defendernos sicológicamente (ante las balas hay poco que podamos hacer) o una forma de evitar ver la realidad que nos rodea? ¿Cerrar los ojos o seguir viviendo? No son preguntas sencillas pero me gustaría saber qué piensas.
CV: La vida sigue, contigo o sin ti. Y pues depende de que quieras. Mucha gente se fue a Estados Unidos porque su existencia aquí ya no tenía sentido. Si no se van más es porque no cuentan con los medios. Pero los que nos quedamos, lo hacemos con los arrestos para enfrentar lo que venga. Es verdad que la realidad del país te aplasta, pero si te deprimes porque Peña Nieto ganó las elecciones qué poca voluntad de vivir. No podemos detenernos a hacer drama. En el centro y en el sur te topas una gran cantidad de gente que a sus 40 años no saben qué hacer con sus vidas. En el norte tienes que estar al tiro todo el tiempo para no hacer un movimiento erróneo que te cueste caro, la vida incluso. Y no es que nos hagamos los malos, pero creo que está más que demostrado cuánto vale la vida en estos tiempos. Entonces no hay tiempo para bajar la guardia.
JMH: Podría ser muy fácil encasillar este libro de crónicas dentro de ese género extraño llamado “narco-libros”. A mí me parece que por supuesto que no es así, sin embargo qué podrías decir acerca de esas definiciones simplistas que pretenden meter todo en una categoría como ésa que al final de cuentas no definen nada.
CV: Los libros también contra el karma. Pero no me preocupa cómo lo juzguen. Para mí ha sido muy importante porque me ha puesto en contacto con la gente. Mis libros anteriores despertaban mucha pasión entre la crítica, éste ha despertado una simpatía entre los lectores de la que antes no gozaba. Y que la gente se sienta identificada es prueba de que quizá no lo hago tan mal.
He leído partes de este libro que me causaron escalofríos. Más allá de la realidad que se esté viviendo en Torreón lo relevante de este caso es que el narrador logra transmitirla, y todos sabemos que transmitir verdaderamente un sentimiento, una sensación, incluso una experiencia, es muy complicado.