Sochi, Federación Rusa. 21 de enero de 2007. Enterado por sus agentes diplomáticos y espías del temor que le provocan los canes a la canciller de Alemania, Angela Merkel, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, permite, deliberadamente, que Koni, su labrador color azabache, entre a la sala donde conversa con la líder germana.
Haciendo de tripas corazón, la señora Merkel no pierde la compostura y sonríe tímidamente ante la mirada acerada del zar global quien, como halcón de las estepas rusas, escudriña cada centímetro de su rostro para ver su reacción ante la presencia canina.
La escena arriba descrita sirve como prólogo al presente artículo, el cual pretende mostrar al amable lector cuáles son los aspectos personales, históricos, económicos y estratégicos que permiten que Angela Merkel sea el líder occidental que desempeñe el rol de mediador entre Occidente -La Unión Europea y los Estados Unidos- y Rusia por la crisis en Ucrania.
Nacida en julio de 1954 en la irónicamente llamada República Democrática de Alemania, Merkel aprendió la lengua de Pushkin, Tolstoi y Nabokov en su juventud e incluso recibió premios por su pericia en el idioma ruso y en las matemáticas. Asimismo, la futura dirigente germana comprendió que los rusos sólo respetan el lenguaje de la fuerza bruta.
Una vez convertida en canciller de Alemania, Frau (señora, en alemán) Merkel era reticente en proseguir con la relación estratégica, conformada entre Berlín y Moscú, que había construido su predecesor en el cargo, Gerhard Schröder. Sin embargo, los intereses económicos que la élite empresarial teutona -Volkswagen, Siemens y Commerzbank- había forjado en Rusia y la insaciable necesidad moscovita de los sofisticados productos tudescos, la convencieron de seguir con la alianza.
Ejemplo de lo anterior, es el vital gasoducto Nord Stream, el cual abastece a Alemania de gas natural, proveniente de Rusia, a precios preferenciales, y el cual es un símbolo del eje Berlín-Moscú.
Lo anterior, no significa que Merkel sea una apaciguadora de los rusos; al contrario, durante la guerra entre Rusia y Georgia, en agosto del 2008, la canciller mostró su apoyo visitando la capital georgiana, Tiblisi, donde reafirmó el derecho del país caucásico de unirse a la alianza atlántica, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Por último, se esforzó en forjar relaciones más estrechas con los países bálticos y Polonia.
En la actual crisis ocurrida por la independencia de Crimea de Ucrania, Merkel considera que la respuesta de la Unión Europea ante los embates moscovitas debe ser una mezcla de diálogo, decisión y “cierta dureza”.
Por lo tanto, y conforme a su rol de mediadora, la líder germana mantiene conversaciones, casi diarias, con el presidente ruso, Vladimir Putin, y ha advertido de la necesidad de implementar sanciones para castigar el belicoso espíritu ruso.
Todo lo anterior, permite afirmar que Merkel es indiscutiblemente la jefa de Estado más influyente en el mundo occidental en la actual crisis, pues los demás “líderes” personificados por un Barack Obama que “gobierna” a los Estados Unidos, una medianía -David Cameron- como inquilino en el No. 10 de Downing Street y un Francois Hollande –melè dans la liaison avec une femme fatale– no son rivales para dialogar y presionar al genio de la geopolítica moderna, el zar global, Vladimir Putin.
Como colofón de esta colaboración, el escribano quiere mencionar lo que el distinguido germanista y progenitor suyo, Héctor de Velasco Dávila, le comentara en la víspera de la redacción del presente artículo:
“La doctora en ciencias, Angela Merkel, tiene ante sí una tarea faraónica caracterizada por la conciliación de los intereses de la Unión Europea y los Estados Unidos en Ucrania y el trato con el discípulo de Hitler y Stalin, alumno aventajado en el Anschluss y en Der Drang zur Ukraine; el asesino elegante de oratoria sosa y frialdad en la negociación, Vladimir Putin”.
Aide-Mémoire.- ¿Accidente o Atentado lo del avión de Malaysia Airlines?
Colegio Aguascalentense de Estudios Estratégicos Internacionales, A.C.