Desde que vi los primeros trailers de la cinta El crimen del cácaro Gumaro (Emilio Portes, 2014) me fijé como meta verla en cuanto fuera su estreno, y es que a final de cuentas es como rehuirle a la pléyade de estrellas anunciadas, o lo estimulante que podría ser el pensar que Armando Vega Gil, el exbotello de Jerez formara parte de los escritores del guión y sobre todo que fuera protagonizada por el grande entre los grandes de la comedia mexicana don Andrés Bustamante.
Tengo que decir que el verdadero crimen del cácaro Gumaro fue prometer tanto y desinflarse a la hora de la verdad, la mayoría de las intervenciones de los actores de renombre son cameos muy pobres o forzadamente encajados en la trama, sólo por citar ejemplos: el caballo Rojas que sólo aparece en un table dance ¿Puede usted creer que Vega Gil, célebre por sus guarras crónicas del guacarrock en la primera época de la revista La Mosca en la Pared, no pudiera hacer más con un icono del cine de ficheras mexicano? Creo que de todas estas breves apariciones la más divertida es la de Chabelo manejando su avatar y destruyendo ese enorme monstruo que es el crítico de cine (éste sí, muy buen chiste). Más allá de todas estas breves apariciones, me quedo mil veces con el niño Óscar Iván González, pues su actuación es sumamente grata y divertida. Esperaba más de Bustamante, pues sus últimas participaciones en doblaje de cine fueron muy buenas, especialmente la voz de Gru, que fue en verdad una auténtica maravilla.
La película es un conjunto relativamente bueno de sátiras y críticas al cine contemporáneo mexicano (creo que el concepto de nuevo cine mexicano ha quedado rebasado) desde las superproducciones hasta las películas de arte que duermen gente, y sí, debo decir que una de las partes que más me divirtió fue cuando en el cine del pueblito se proyecta Luz silenciosa (Stellet Lich, 2007) de Carlos Reygadas, y claro no podía faltar además del monstruo crítico de cine, la referencia al escritor del abecedario de cine el Ayatola Blanco (Jorge Ayala Blanco).
La cinta llega en un buen momento, pues coincide con las expectativas y controversias que causaron hace apenas un par de meses el éxito de Eugenio Derbez que fue duramente cuestionado por la crítica, así como a unas semanas de que Cuarón recibió el Óscar con Gravity (2013) fue también criticado por la naturaleza hollywoodense de su producción, principalmente por Arturo Ripstein que ciertamente hizo patente esta circunstancia: “Cuarón ya no es un cineasta mexicano”.
El aspecto jurídico no podía faltar: la parodia del documental Presunto Culpable (Roberto Hernández, 2011) sobre todo la perfecta burla por la inquisición exacerbada que hace el abogado defensor en contra del testigo que culpa a su defendido, en este caso las actuaciones de los hermanos Freddy y Germán Ortega fueron bien canalizadas y es una delicia la forma en que exponen los excesos del documental. Aparecen a lo largo de la cinta frases jurídicas, don Cuino dice “como dicen los romanos y los ramones” o, justo en estos días de clásicos futboleros, “Un chorro de leyes que violó y le va al América, ahí sí no, hay que poner un hasta aquí”; la justicia vendida, pues para darla es necesario que el afectado aporte su mochada a la autoridad. Además la idea del presidente municipal vitalicio juega con un doble aspecto, por un lado la realidad en varios municipios donde si bien no había reelección inmediata operan de facto maximatos, y por el otro una nueva realidad que comienza con la reforma política donde ahora sí podrá haber reelección de los alcaldes en el país, para bien y para mal.
La actuación de Andrés Bustamante regresa a sus orígenes, Don Cuino abreva de todos los personajes del comediante, retoma todos los clichés del género: patillas de los setentas, corrupto, egocéntrico, gordo, etc. No le aporta nada nuevo a la parodia política. Además de los cameos a mi juicio pobres, la historia pierde rumbo, se torna incluso aburrida y busca un desenlace intrincado y extravagante, se nota un guión a tres manos que no lograron cuajar y armonizar las ideas para sacar un producto homogéneo. Y sin embargo, a pesar de todos los errores, de esos clichés repetidos hasta el cansancio, a Andrés Bustamante todo se le perdona, los años y años que nos ha hecho reír con sus decenas de personajes (el doctor Chunga y Ponchito son iconos de mi generación) le valen para eso y más.
Hola Rubén, leí tu crítica a la película “El crimen del cácaro Gumaro”, y tengo mucha curiosidad por preguntarte. Después de exponer las secuencias de la película ¿podrías decirme cual es su premisa?