No desprecies las tradiciones que nos llegan de antaño; ocurre a menudo que las viejas guardan en la memoria cosas que los sabios de otro tiempo necesitaban saber
Tolkien
Por azares del destino, he tenido que viajar mucho por las carreteras de Puebla (¡qué chula es Puebla!). He disfrutado de la variedad de sus paisajes y climas, he conocido municipios hermosos llenos de tradición; me encantan los nombres indígenas de sus pueblos y gozo con la presencia constante de los dos volcanes que parecen escoltar a su capital, el Iztaccihuatl y el Popocatépetl, “Don Goyo”, como se le dice con afecto.
Al respecto me contaban unas maestras del bachillerato de San Mateo Ozolco, que está a unos 11 kms del volcán, que cuando suena en su interior, el ruido es tan fuerte que parece que un avión está volando muy bajo encima de ellos. La primera vez que lo sintieron se asustaron muchísimo, sin embargo los alumnos ni se inmutaron y tan sólo comentaron resignados que ese día “Don Goyo” parecía estar enojado.
Pues bien, cuando se viaja por las carreteras poblanas, también asoma en el horizonte otro volcán orgulloso y bello, el “Pico de Orizaba”, Citlaltépetl, y es que el vecino estado de Veracruz, generoso como su vegetación, lo presta a ratos para que embellezca aún más ese paisaje poblano. A veces se esconde detrás de la Sierra Negra y su famoso observatorio, y otras se presenta de frente sin ningún recato, compitiendo en hermosura con los dos volcanes emblemáticos de Puebla.
Es en esas carreteras donde últimamente pasan incesantes caravanas de camiones, coches, ciclistas y demás comitiva, que siguen con devoción y alegría al vehículo que lleva la imagen de la Virgen de Guadalupe, mientras suena una y otra vez la canción de: “Desde el cielo una hermosa mañana, desde el cielo una hermosa mañana, la guadalupana, la guadalupana, la guadalupana, bajó al Tepeyac”.
Son tantas, que es imposible no impresionarse con ellas, pero sobre todo el fervor con el que marchan tras la Virgen. Fe que unos desdeñan por considerarla alienante y que otros envidian porque saben la alegría y la paz que le da al alma de los que creen. El caso es que a todos nos llamaba la atención de una u otra forma.
Por tanto decidí preguntar la razón por la que se estaban dando en febrero, si la festividad de la guadalupana era el 12 de diciembre. La gente se limitaba a contestar que era por los “usos y costumbres” y no me explicaban mucho más. Por más que yo replanteaba la pregunta, la respuesta siempre era la misma y lo hacían con respeto y mucha seriedad, al mismo tiempo que se sorprendían de mi ignorancia.
Otra cosa que me sorprendió era la cantidad de gente en edad productiva que seguramente tendría un empleo, por lo que pregunté si no tenían miedo de perderlo y la respuesta seguía siendo la misma: los patrones conocen y respetan los “usos y costumbres”. Mi fascinación iba en aumento y llegó un momento en el que a fuerza de escuchar “usos y costumbres” esas palabras empezaron a tener cierta magia y misterio para mí.
Al no recibir muchas más explicaciones busqué en internet el significado de esa dos palabras con las que ellos parecía decir muchas cosas que eran tácitas para todos menos para mí y, aunque Wikipedia no es mi fuente favorita, debo reconocer que me gustó su definición: “Los usos y costumbres sociales se refieren a las tradiciones memorizadas y transmitidas desde generaciones ancestrales, originales, sin necesidad de un sistema de escritura; es decir, son actitudes”. Tradición y actitud.
Me quedó claro que la tradición era tan fuerte y estaba tan arraigada que con esas dos simples palabras la estaban describiendo perfectamente, y seguramente no las usarían únicamente para esas caravanas, sino para otras muchas actividades que formaban parte del acervo de la comunidad a la que pertenecían.
A pesar de todo mi pregunta aún no tenía respuesta y yo quería saber por qué los poblanos hacían procesiones en honor a la Virgen de Guadalupe en fechas tan alejadas de su festejo. Así que me dirigí a una iglesia de Tecamachalco con la intención de hablar con un sacerdote, pero en el camino encontré una señora que salía de la sacristía e imaginé que sabría mucho sobre el tema, así que le pregunté. La primera respuesta fue “usos y costumbres” y la segunda fue igual de simple pero más aclaratoria para mí: parece que los estados tenían asignados ciertos meses para honrar a la Virgen de Guadalupe y a Puebla le tocaba en febrero.
Las procesiones por esas carreteras de Dios, o debería decir de la Virgen, me abrieron los ojos en muchos sentidos. México es un país rico en todos los sentidos, aunque suene a frase gastada. Existen tradiciones religiosas y sociales que tienen mucha más fuerza que toda la fuerza que emplean los medios nacionales o internacionales en tratar de desaparecerlas. Son tan fuertes y valen tanto que habría que defenderlas y protegerlas para mantener la personalidad y el talante mexicano. Reflexionando sobre el tema de los usos y costumbres, me acordé de una frase de Mariano José de Larra que dice: “Un pueblo no es verdaderamente libre mientras que la libertad no esté arraigada en sus costumbres e identificada con ellas”.
@petrallamas