Salvando el decoro y la dignidad / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Kairós es definido como el tiempo oportuno para actuar. Y puesto en orden a la toma de decisiones, de nivel nacional, resulta de enorme actualidad y vigencia en las prácticas parlamentarias de nuestra vida política. Innecesario es recordar el bajísimo nivel dialogal a que se ha llegado en nuestros máximos foros públicos, tanto en los usos y costumbres de nuestras cámaras legislativas como en el seno mismo de los partidos políticos que las conforman. Dígase otro tanto de cimeros órganos deliberativos como el IFAI, IFE o INE, IEE, CNDH, con muchos etcéteras de nivel estatal, y también en lo social y privado.

Otrora, la caballerosidad y la cortesía eran las prácticas sociales más estimadas y reconocidas como formas civilizadas de discutir y acordar; hoy, tal parece que el lenguaje soez, la pasión visceral, los argumentos “ad hominem” y los innuendos (perdón por el anglicismo) denigrantes son las formas llanas de zanjar una discusión. En razón de lo cual vale la pena recuperar la esencia de un encuentro dialogal civilizatorio, por la paz, la concordia y la sana convivencia social. Retomo el referente aportado por André Compte-Sponville, Pequeño Tratado de las Grandes Virtudes. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile. 1996.

Punto número uno. El Decoro tiene que ver con la Prudencia, en tanto que “La cortesía es el origen de las virtudes; la fidelidad, su principio; la prudencia, su condición. La prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales de la Edad Media y quizá la más olvidada. Para los modernos está más vinculada a la psicología que a la moral, más al cálculo que al deber. Es preferible la Ética de la responsabilidad, ya que se preocupa de las consecuencias previsibles de la acción. Una buena intención puede desembocar en catástrofes… // Hay que responder no tan sólo de nuestros principios o intenciones, sino por poco que podamos preverlas, de las consecuencias de nuestros actos. Ésta es una Ética de la Prudencia, y la única que vale. Más vale mentir a la Gestapo que abandonarle un judío o un miembro de la Resistencia. ¿En nombre de qué? En nombre de la prudencia que es la justa determinación (para el hombre, o por el hombre) de este más vale”.

Sólo los vivientes son virtuosos o pueden serlo (los muertos sólo pueden, en la mejor hipótesis, haberlo sido); sólo los prudentes están vivos o siguen vivos. Una imprudencia absoluta sería letal, siempre y breve plazo. “La prudencia aconseja, observaba Kant, la moral ordena”. La prudencia es una virtud solamente cuando está al servicio de un fin estimable (o sólo sería astucia), y ese fin sólo es completamente virtuoso cuando se apoya en medios adecuados (o sólo sería de buenos sentimientos). Por lo que “no es posible ser hombre de bien sin prudencia”, decía Aristóteles, “ni prudente sin virtud moral”. “La prudencia”, decía San Agustín, “es un amor que elige con sagacidad”. No elige su objeto, por cierto (el deseo se ocupa de ello); elige los medios para alcanzarlo o protegerlo”. La prudencia es “una moral aplicada”.

–Yo pienso (continúa el autor) que “el decoro” está vinculado a la simplicidad, que es una virtud según la cual no es necesario juzgarse a sí mismo: “juzgarse es considerarse con mucha seriedad. El hombre sencillo no se plantea tantas preguntas, ¿tal vez porque se acepta tal cual es? La simplicidad no es una virtud agregada a la existencia. Es la existencia misma, sin agregados. Es la virtud más grácil, más transparente y más escasa. Es la vida insignificante, la verdadera”. // La simplicidad es lo contrario a la duplicidad. “Todo es más simple de lo que imaginamos”, decía Goethe, “y simultáneamente más enmarañado de lo que jamás podríamos concebir” (Sentences en prose). Complejidad de las causas; simplicidad del ser. “Lo contrario del ser no es la nada”, escribe Clément Rosset, “sino lo doble”. Lo contrario de lo simple no es lo complejo, sino lo falso.

El Decoro dice relación inmediata con la categorización que la sociedad misma asigna a las personas según su condición de vida (célibe, casado, viudo, emancipado, huérfano, adoptado, etc.); de manera importante se antepone el criterio de la formación de la personalidad asociada a una profesión, a un oficio, a un tipo de servicio: el maestro, el sacerdote, el doctor, el abogado, el magistrado, el músico, el payaso, el carpintero, etc.). En suma. Decoro está emparentado con la simplicidad y la prudencia. Por ello implica la sobriedad tanto en el hablar, juzgar, como en el comportamiento del individuo. Una persona actúa con decoro cuando se posiciona en el justo medio, ni es estrafalaria, ni tampoco descuidada; ni es un “dandy” por lo fashion, pero tampoco es un misántropo y desaliñado; es una actitud que tiene mucho que ver con el aplomo personal; no trastabilla ante un requerimiento, ni ante una consigna, ni una amenaza, sabe guardar el justo decoro de la seguridad y el aplomo de espíritu personal.

Punto número dos. Ganado aquel, se pisa fuerte gracias a la Dignidad. Esta es la propiedad esencial que deriva del ser humano, en cuanto que es tal; en este sentido es una nota trascendental de la persona humana, por ser una característica inherente a su propia naturaleza. Toda persona posee dignidad, por su simple calidad ontológica, no necesita hacer o adquirir algo para ser “digna”; basta su calidad existencial como ser inteligente, racional, capaz de decidir, optar o anhelar por un desarrollo y perfeccionamiento superior. Por la dignidad personal somos susceptibles de ser respetados, amados, cuidados, protegidos, apoyados en orden a un pleno desarrollo. Desde el punto de vista de una Ética fundada en valores, la “dignidad” puede ser entendida como una actitud de ser, comportarse y aun parecer coherente con el bien superior de la propia vida humana, y la propia vocación existencial de estar llamado a una vida de perfección, al ser capaz de convivir y compartir los más altos y nobles ideales.

La Dignidad es creencia profunda de posición personal centrada en la naturalidad de lo que se es; incluso capaz de aquilatar con ecuanimidad los logros y superaciones propios; el conocimiento adquirido, el buen talante para tratar a los demás, el juicio honesto y transparente sobre el actuar de los demás; la bonhomía capaz de superar errores o evidentes fallas ajenas, sin reproche ni prejuicio; la dignidad, en suma, está fundada en reconocer la perfectibilidad propia y la de los demás, en tanto que significa un proceso a desarrollar, una meta por conseguir, un logro por obtener. – Preferí su discurrir a interferir su sabio discurso.

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