Ahora que estamos pendientes del proceso de la discusión, y en su caso aprobación, de las leyes secundarias de la reforma energética, creo que es muy importante que nuestros legisladores estén enterados de la historia de México, sobre todo de la caída del Presidente Porfirio Díaz, del triunfo de la Revolución, la llegada a la presidencia del Presidente Francisco I. Madero y su posterior asesinato, y los grupos levantados en armas durante los siguientes años.
Según algunos historiadores, los norteamericanos apoyaron al Presidente Madero para que se armara, organizara y triunfara en su lucha para buscar el “sufragio efectivo y no reelección”, lo cual, con las últimas reformas, ha pasado a ser parte de la historia, pues pocos saben que durante la renuncia del Presidente Díaz varios buques de guerra norteamericanos se encontraban surtos en los principales puertos de nuestro país, con tropas listas para intervenir una vez más en nuestra patria, para conseguir sus propósitos que no eran otros que hacerse del petróleo mexicano pues la segunda guerra mundial estaba en puerta y las flotas necesitaban de este combustible en grandes cantidades. En ese tiempo los principales productores eran Irak y México, y en ambos los intereses de los ingleses predominaban, y por supuesto los vecinos del norte, que a través de la Standard Oil buscaron desestabilizar nuestro país para poder tener el control de los hidrocarburos nacionales.
Estimo que en la reunión del Presidente Díaz con el Presidente Taft, cuando Díaz Mori se negó a entregar la explotación petrolera a los norteamericanos selló su suerte, y con las divisiones internas, y eternas, entre los mexicanos, comprendió que sería un baño de sangre el que se vendría sobre el país si se empecinaba en permanecer en el poder, y tan fue así que al ver que Francisco I. Madero no cedía la soberanía de los hidrocarburos, fue víctima de un golpe de estado; la historia subsecuente ya la conocemos, y de ahí hasta la expropiación petrolera hecha por el Presidente Lázaro Cárdenas, lapso en que los norteamericanos fueron dueños de nuestro petróleo.
Ahora con la reforma energética se va a permitir que los extranjeros puedan participar en la exploración, explotación y venta de hidrocarburos. Todo esto, nos dicen, porque nuestro país no tiene los recursos económicos suficientes para explorar las agua profundas. Se permitirá la inversión extranjera porque nuestra producción se desplomó ya casi en un millón de barriles diarios; otro argumento es porque los yacimientos actuales consumen más dinero que el que generan por falta de nuevas tecnologías para poder extraer el carburante. A ello se agrega que la productividad de un empleado de PEMEX, comparado con los trabajadores de otros países, es de los más bajos, no justificándose la cantidad de trabajadores contra los barriles que se extraen y los combustibles y petroquímicos que se industrializan, porque nuestro Instituto Nacional del Petróleo no desarrolló nuevas tecnologías y no se le dio el apoyo económico que se necesitaba. Estas y otras razones más, nos dicen, obligaron a llevar a cabo la reforma energética.
Lo curioso de todo esto es que estas deficiencias de no son de ahora sino de toda la vida y nunca nadie puso un hasta aquí. PEMEX no ha tenido un régimen fiscal competitivo, sino de depredación. La paraestatal siempre ha necesitado de autonomía presupuestal y de gestión, con un andamiaje administrativo moderno.
Además una muy mala noticia para las almas tecnócratas y simplonas es que la controversia abierta por la reforma energética involucra la duda experta sobre la verdad de las ineficiencias de PEMEX y las soluciones técnicas privatizadoras, pero también involucra la duda del mexicano promedio sobre la deseabilidad moral de una industria petrolera abierta a la participación del capital privado.
Pero, quién nos asegura que a través de las inversiones en materia de hidrocarburos, las grandes potencias que entrarán a nuestro país a invertir, no intervendrán en nuestros asuntos internos, de por sí ya complicados. Y que las ganancias serán generadas para otros países. Que pasaremos de un monopolio de estado a un monopolio privado. Y lo peor, que pudiese ser extranjero. Todo esto los legisladores lo deberán tomar en cuenta y, antes de aprobar las leyes secundarias, explicar a la sociedad mexicana, cómo vamos a estar a salvo de que no sucedan las anteriores suposiciones.
Ya los gasolineros mexicanos, agrupados en AMEGAS -Asociación Mexicana de Empresarios Gasolineros-, quieren tener su propia cadena de distribución e independizarse de PEMEX y ser un canal de distribución nacional. Esto a la vista de la llegada de grandes cadenas internacionales de expendedores de combustibles que podrán ya establecerse en nuestro país.
Por otro lado ya antes habíamos comentado que el aumento en la producción de los Estados Unidos los está poniendo en la tesitura de la autosuficiencia. Recordemos que son nuestro principales clientes y esa circunstancia nos obliga a buscar nuevos cliente en continentes muy lejanos, donde el flete gravitará en contra de nuestro país, y según los analistas los próximos dos años el precio del petróleo estará a la baja.
Sin duda alguna el destino del sexenio y del proyecto de Peña Nieto se juega en la reforma energética. Si el destino le sonríe, pasará a la historia como el liquidador de la última herencia significativa del presidencialismo corporativista y allegarse de las ventajas cortoplacistas del ingreso masivo de la inversión transnacional. Por el contrario, si la respuesta a su iniciativa de reforma es una movilización masiva de inspiración nacionalista, estaremos en el preludio de un debilitamiento irreversible del gobierno federal.
En fin, debemos estar atentos a ver qué va a suceder con las principales fuente de ingreso de la Secretaría de Hacienda, pues no es fortuita la embestida contra los causantes, preparando el terreno por lo que viene.
Algunas precisiones a su desinformativa columna:
1. La Segunda Guerra Mundial se efectuó de 1939 a 1945, fechas que no se corresponden con la Revolución Mexicana (1910-1917).
2. El Senador David Penchyna ya dijo que en leyes secundarias se la reforma energética se pondrán los candados necesarios para evitar que se traspase de un monopolio de Estado a uno privado.
3. ¿Por qué si Estados Unidos, Noruega o Brasil no han perdido soberanía por dejar a particulares entrar en el negocio de los energéticos, a México le debería suceder?