Prefiero el término noveleta al de novela breve, así, directo del francés novelette. Le da personalidad, la materializa, aunque para algunos la terminación suena despectiva. Pero no es un género menor. La noveleta, si se quiere definirla, es un texto narrativo demasiado largo para ser cuento y demasiado corto para ser novela. Algunos le han asignado un número o rango de caracteres. Pero prefiero decir que es un género más allá del conteo de palabras, que se determina sobre todo por su efectividad. Cierto, conserva el número preciso de palabras para lograr el efecto del cuento, pero no se despoja de la sabrosura que tiene una novela. Las narraciones, las descripciones y el jugueteo con la estructura son peculiares y características. No sé si toda ópera prima de un novelista es una noveleta, pero es habitual. Creo que a veces uno se topa con un texto que se cree cuento, mas crece y exige otro sabor. La noveleta puede representar la primera aventura para comprender la arquitectura de una novela.
Pero mejor usaré un símil que vaya más de acuerdo con esta columna. Imagino a la noveleta como un filete de pescado, de esos que van empanizados: crocantes y dorados por fuera, suaves y blancos por dentro. Así, imaginarlo, pero sólo una porción, ni tan pequeña para ser botana ni tan grande para compartir con otros. Podríamos tomar el filete con las manos, aunque no fuera muy bien visto. Imaginen que abren sus páginas y lo muerden. Saborean el cuento y la novela, al mismo tiempo, reconocen sus sabores particulares, el de la miga y el pescado. Ahí está el aroma de los vocablos y la buena sazón de la gramática. Ya están entrados, después de dos mordidas, cuando de repente la lengua detecta algo ajeno: maldición, una espinita. Por supuesto que no logran detenerla, mas saben que está ahí, en la trama, que reaparecerá en cualquier momento. Entonces mastican más lento, leen sin avidez, pues no quieren perderse el momento preciso en el que el personaje, o la espina, hará lo suyo. Nos acompañan el miedo, la inquietud, la ansiedad. Detenemos la lectura con un entrecerrar de ojos, pero sólo unos minutos.
Cierto, el paladar lo sabía. Por fin encuentran la espinita. La extraen para embarrarla en la servilleta o dejarla delicadamente en la orilla del plato. Pero la lectura no será igual, han sido sorprendidos y desasosegados. Saben que puede haber otra espinita, es casi seguro. Ante la certeza, mastican lentamente hasta el final. Los sabores se intensifican porque, cierto, salivamos más.
El último mordisco y la chupeteada de dedos señalan el final. Ha sido una buena lectura: la sabrosura de la novela y el cuento en un solo libro.
Mi pescadito frito de este año que inicia ha sido la noveleta Dile a tu mamá que se calle de Agustín Fest. Conocía sus cuentos y sobre todo sus artículos periodísticos, aunque mucho de lo que he leído de él fue vía los blogs cuando tuvieron su auge. Fest, hoy en día, escribe una columna en el suplemento de este periódico, “Habitación de humo”. Es un narrador sabroso, por lo que leer su ópera prima, una noveleta, me ha causado placer, pero también inquietud. Novela corta o cuento largo, reúne muchos de los mecanismos que tanto disfruto de un cuento así como las ambientaciones y los personajes, elementos que disfruto mucho en una novela.
Su lectura posee un dato curioso: por primera vez uno de los personajes de un texto lleva mi nombre. Nunca me había pasado, y nunca había imaginado que tendría un efecto tan aciago. No sé quiénes más han sufrido la experiencia de leerse nombrados en un libro: Erika por aquí, Erika por allá. Creo que esto ha sido un castigo porque me gusta la sal, a todo la añado -porque, para mí, acentúa los sabores-, y eso me pasó al ser nombrada: mi nombre fue un salero, no para ponerle sal a estas minutas sino a la lectura de Dile a tu mamá que se calle.
El libro de Fest es una edición de Ficticia. Obtuvo mención honorífica en el Premio Nacional de novela breve Amado Nervo 2013. Pero no es la cintilla lo que la hace buena para leer, sino lo que está dentro, en sus folios. Ojalá otros lectores se animen a probarla, a saborearla y a toparse con la espinita de la locura que les dará una lectura intensa y los hará esperar otra obra de narrativa de este autor. Mientras, prueben un poco. Buen provecho:
–Esta es una casa vieja, llena de recuerdos y de muertos. Este no es lugar para aprender. Los muertos hacen eco aquí adentro, interrumpen con sus caprichos cualquier discurso. ¿No los escucha? Tratamos de hablar y los muertos se atraviesan, nos jalan a otro lado. En especial los ocultos detrás de la vidriera […]