Entre las nuevas comunidades traídas por la modernidad reciente, dos destacan por sus maneras de incidir en la sociedad local. Artistas e intelectuales aparecen en un panorama que parece privilegiar a los primeros, dada la tradición de promoción a través de las instituciones estatales, hasta que los primeros investigadores profesionales egresaron de la UAA y empezaron a estudiar las realidades históricas. La importancia de la cultura artística regional, sustentada en figuras como Ponce, Herrán y Contreras contrastaba con el vacío de testimonios de actividad intelectual. Sin embargo, esos estudios revelaron la existencia de un activo periodismo y valiosos detalles de la cotidianeidad de los ancestros del lugar, en lo referente las opciones para ocupar su tiempo libre. Ya había gusto por el teatro y el cine; la gente concurría a bailes y conciertos, a la fiesta brava, por supuesto. Y si desde sus orígenes románticos y porfirianos artistas e intelectuales conviven en relativa armonía, actualmente hay sectores importantes en ambas comunidades que comparten el interés por la historia.
La valoración de las tradiciones artísticas y culturales locales antecede a la exploración sistemática de los archivos, pero los investigadores profesionales dan a sus hallazgos un nivel de certeza histórica mayor que la imaginería criolla detrás del escudo estatal, por ejemplo. Numerosas obras de teatro, literatura, música y video abordan asuntos históricos con diversos tratamientos. Leyendas, personajes y otros aspectos de la vida local representados en el espejo de las artes para una sociedad ávida de imágenes prestigiosas. Por su parte, ciertos investigadores académicos estudian los cambios culturales en el presente, mediante encuestas que arrojan resultados interesantes. Con base en algunos de ellos, puede decirse que a pesar de su conservadurismo la sociedad local ha recibido de manera positiva las innovaciones provenientes del exterior, adquiriendo nuevas prácticas o transformando las ya existentes. Esto se asocia a los cambios materiales, pero también de las costumbres y tradiciones, lenguajes, hábitos de consumo y otros aspectos intangibles de la cultura.
En el avance de una investigación sobre la relación entre urbanización y cultura en nuestra ciudad, publicada en la revista Investigación y ciencia de la UAA (http://www.uaa.mx/investigacion/revista/archivo/revista29/Articulo%207.pdf), el profesor Fernando Padilla Lozano concluye, de manera provisional, que por su uso la ciudad está segmentada socialmente y centralizada en general; pero también señala el surgimiento de comunidades que ya no se identifican por la ubicación territorial de su residencia, sino por su consumo cultural, que incorpora elementos intangibles; lo familiar cede el sitio a lo externo como materia prima para la construcción de la identidad individual.
Otro estudio, Geografías ciudadanas y mediáticas, de la maestra María Rebeca Padilla de la Torre, también publicado por la UAA, estudia la percepción de la modernización urbana entre japoneses llegados con la empresa Nissan, mormones asentados aquí, chilangos que trajo el INEGI y aguascalentenses de origen. Entre otras cosas, también encuentra que los habitantes locales aceptan los cambios, añadiendo detalles en cuanto a su valoración, pues los más viejos de clase alta se enorgullecen de su origen y sus tradiciones pero disfrutan los nuevos espacios de recreación, mientras que los de una colonia popular y misma edad no se sienten tan identificados con la imagen de “gente buena” ni encuentran significativos los cambios, pues sus descendientes deben esforzarse tanto como ellos para sobrevivir, aunque tienen mayores oportunidades para mejorar en lo social y lo económico.
Los dos estudios mencionados y otros por el estilo sugieren que al parecer hay imaginarios colectivos actuando sobre las comunidades locales de manera diversa. La aceptación de los placeres y alivios proporcionados por la tecnología de los ricos contrasta con la resignación y esperanza en una costosa y remota mejoría de los pobres. En esas diferencias prolifera la cultura médica y lo relacionado con la atención de las personas de la tercera edad, con discapacidad o en situación especial.
Referidos a la comunidad artística, estos imaginarios se encuentran entre los elementos no territoriales que participan en la construcción de las identidades. Agrupados por afinidades electivas o desde el aislamiento, sus miembros sienten que pertenecen a sus respectivos clanes porque producen determinadas obras o porque otros los reconocen como tales, independientemente de sus lugares de origen. La democratización del acceso a la formación artística de las instituciones públicas formó públicos y artistas de diversos grupos sociales. Pero las diferencias sociales determinan para los segundos puntos de vista divergentes en cuanto a su relación con su comunidad de origen.
No obstante su fragmentariedad y dispersión, pueden reconocerse al menos dos tendencias artísticas contrapuestas en relación con el entorno: ruptura y diálogo. El poeta aislado envuelto en su burbuja autosuficiente y el rapero contaminado por las emanaciones del mundo real. Pasando por el artista educador, el profesional y aun el empresario. Como proyectos que integran aspiraciones y el resultado de inventarnos soñando, escribiendo, haciendo cultura.