- Hugo Gutiérrez Vega, Vicente Quirarte, Eduardo Lizalde y Jaime Labastida recordaron al poeta, traductor y académico a un año de su fallecimiento
- Siempre un poeta amoroso que mostró todo su apego al mundo grecolatino: Hugo Gutiérrez Vega
En sesión solemne realizada la noche del jueves 30 de enero en el Museo Nacional de Arte, miembros de la Academia Mexicana de la Lengua rindieron homenaje a Rubén Bonifaz Nuño, a un año de su fallecimiento.
Acompañado por Hugo Gutiérrez Vega, Vicente Quirarte, Eduardo Lizalde y Felipe Garrido, el presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida, afirmó que la sesión dedicada a Rubén Bonifaz Nuño, uno de los más entrañables miembros de número de la institución, se realizó por quienes lo conocieron de cerca y fueron compañeros de sus rutas literarias y universitarias.
El poeta y catedrático Hugo Gutiérrez Vega hizo referencia a la carcajada veracruzana que Rubén Bonifaz Nuño externaba frecuentemente, que emitió cuando él lo llamó “señor licenciado representante de Ramón López Velarde”.
Recordó que estaban en Zacatecas: “en esa ocasión leí un texto en el que afirmaba que su poesía brota del amor, del deseo y de todas las cosas que dan sentido a la vida, y lo comparaba con López Velarde, quien al igual que él se acerco a los temas del amor caracterizando a la mujer como un ángel femenino”.
Gutiérrez Vega dijo que Bonifaz Nuño fue siempre un poeta amoroso que mostró todo su apego al mundo grecolatino y se convirtió para sus alumnos en uno de los guías más eruditos en ese terreno.
“Conociendo a Rubén, académico sin pedantería, la mejor forma de recordarlo sería buscando un mito griego y leerlo con su visión de asombro. En su bello combate poético fue un niño iracundo, un cazador furtivo al igual que López Velarde. En ambos poetas las imágenes fluyen para explorar los misterios de lo femenino”.
Vicente Quirarte dijo que la poesía fue la más libre de las ocupaciones de Rubén Bonifaz Nuño, siendo al mismo tiempo compañera de duelos y alegrías, y un medio para conectarse con las frecuencias del mundo.
“La fe en el vigor y el heroísmo humano lo hicieron obsequiarnos obras emblemáticas de la literatura universal, pero además, en medio siglo de escritura propia el joven y el poeta adulto cambiaron, aprendiendo en esas cinco décadas de lucha a reírse de sí mismo”.
Recordó que Bonifaz Nuño sabía que el ejercicio de las almas, las letras y el amor eran necesarios para que esos combates verbales sortearan el paso de los años, convirtiéndose en un maestro dominador de todas las métricas del lenguaje.
“En sus versos no se notan andamios e incluso su maestro Agustín Yáñez, al leer su obra, dijo alguna vez que creía estar ante un iluminado. Bonifaz es al mismo tiempo el más mexicano y el más clásico de los poetas de nuestro país, la suya es una poesía altiva y humilde que lo mismo juega con lo conversacional que con el hermetismo lúdico”.
Y agregó: Cada uno de sus libros es una aventura tipográfica y en cada uno está su mano para que esos volúmenes se conviertan en herramientas para los amantes de la literatura y los solitarios. Hablar de Rubén Bonifaz Nuño es hablar de lo mejor de género humano y de la defensa de los derechos esenciales que garantizan la supervivencia de nuestra especie”.
Eduardo Lizalde recordó que a la oficina de Rubén Bonifaz Nuño, en la universidad, llegaban a visitarlo personajes de la cultura en todos sus ámbitos, no sólo de México sino del extranjero, porque fue un personaje que caminó siempre de la mano del conocimiento.
“Su obra poética es monumental y es uno de los autores más importantes de nuestra lengua, sin embargo creo que su obra no ha sido leída por el gran grueso de los lectores, y en eso radica un poco el destino trágico de los poetas. Fue un músico de la literatura poética comparado con Lope de Vega, por ello siempre insisto, en lugar de dar conferencias hay que leer su obra”.
Lizalde calificó a Los demonios y los días y El manto y la corona como obras magistrales de Bonifaz Nuño publicadas a mediados de los años 50, a las que hay que volver como lector cada vez que se tenga oportunidad, como una manera de mantenerlo vivo.
Con información de Conaculta
Foto: Conaculta