Todos tenemos una historia con Gelman - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Por: Patricia Ortiz Lozano

 

En esta ocasión voy a hablar del gran poeta argentino Juan Gelman, muerto hace unos días en la ciudad de México. Sin duda ya se ha escrito mucho sobre el tema, pero un poeta como Gelman merece toda la atención debida, además, yo también tengo mi historia con Juan, creo que todos tenemos una historia con él, pero ahora cuento la mía.

Había leído a Gelman, pero lo conocí personalmente cuando vino a Aguascalientes en octubre del 2011.  Yo había sido invitada al Encuentro de Poetas del Mundo Latino que se celebró en Michoacán. Después de las lecturas en Morelia, todos los poetas nos trasladamos a Aguascalientes, en donde seguiría el encuentro; en el mismo se hizo un merecido homenaje a dos grandes poetas, ahora fallecidos: Juan Gelman y Tomás Segovia. A los dos se les reconoció con el Premio de Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval 2011, que el mismo poeta Víctor Sandoval les entregó.

Después del encuentro de poetas, otros compañeros y yo fuimos con Gelman a tomar café, sin embargo él sugirió ir a otro lugar donde hubiera whisky y se pudiera fumar; así lo hicimos y estuvimos hasta tarde platicando de poesía. Ese día me impresionó su porte elegante, su sencillez y caballerosidad.  Al otro día fuimos a visitar algunos museos y en la noche acudimos a la cena formal que organizaron las autoridades. Las personas que tuvimos la suerte de estar en su mesa, sabemos lo divertido que fue que él nos dijera que por favor no lo dejáramos ir a la mesa de honor, que él quería estar con nosotros.

Era una persona amorosa, divertida, fuerte, con unos ojos profundos y melancólicos. Esa es mi pequeña historia con Juan Gelman, a quien conocí un par de días, pero cuya poesía me ha acompañado y reconfortado.

Al siguiente año, Eudoro Fonseca me regaló en mi cumpleaños la poesía reunida de Juan Gelman, así que su poesía me siguió acompañando hasta ahora;  sin embargo el poeta ha muerto y el vacío se siente.

Por eso me siento triste porque murió Juan Gelman, el poeta, el hombre comprometido y coherente, el que siempre y a pesar de los horrores causados por la dictadura de Videla, vio en la poesía un camino luminoso. El poeta que se exilió en México, país que amó y en el que murió.

Se fue el poeta, pero dejó su poesía y sus historias;  por eso digo que todos tenemos una historia con él. Al conocer  su muerte, mucha gente empezó a subir a las redes sociales sus fotos con Gelman y a contar sus historias. Todos tenían una historia: que si lo habían conocido en un encuentro, que se fueron a comer con él, que si les hizo un regalo, que si les dijo una frase que han guardado para siempre. Algunos tomaron whisky con él, otros platicaron de poesía, pero todos, todos hemos tenido una historia con Juan Gelman, porque a todos nos ha tocado su poesía, y esto es así, porque así son los grandes hombres que logran tocar el corazón de tanta gente.


Gelman no sólo fue un gran poeta, sino que también fue un hombre comprometido con su tiempo y con las causas que consideró justas. En 1976 perdió a su hijo Marcelo y a su nuera Claudia en la terrible dictadura argentina. Su nuera estaba embarazada, así que el poeta nunca perdió la esperanza de encontrar a su nieta o nieto,  a quien le escribió:

Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo muy especial y tierno y pícaro. Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera.

Finalmente Juan encontró a Macarena, su nieta, pero de eso y de otras cosas más relacionadas con la vida y la poesía del gran poeta argentino, les seguiré contando en mi próxima colaboración.

Porteño de nacimiento, Juan Gelman fue hijo de inmigrantes rusos judíos que llegaron a la Argentina, su hermano le recitaba a Pushkin en ruso, mismo que no entendía, pero que le llevó a entender la musicalidad de la poesía. Fue militante de izquierda, desde diversas trincheras, situación que lo llevó al exilio en varios países para asentarse finalmente en México. Estando exiliado, la terrible dictadura argentina desapareció en 1976 a su hijo Marcelo y a su nuera embarazada. A Marcelo lo encontraron años después, en un tambo con cemento, su nuera jamás fue encontrada. Decidió buscar a su nieta y después de una incesante búsqueda en la que contó con el apoyo de escritores como Saramago y Galeano, en el año 2000 encontró a su nieta Macarena que había nacido durante el cautiverio de su madre.

Respecto a esta situación, Gelman escribió un artículo titulado “El elogio de la culpa” en el diario Página 12 en donde escribía habitualmente:

Estoy orgulloso de la militancia de mi hijo. A veces pienso que algo tuve que ver yo con ella y eso redobla mi orgullo y mi dolor. Mi hijo no era un “inocente”. Le dolían la pobreza, la ignorancia, el sufrimiento ajeno, la estupidez, la explotación de los poderosos, la sumisión de los débiles. Nunca se sintió portador de una misión, pero quiso cambiar el país para que hubiera más justicia. Hizo lo que pudo, callada, humildemente. De todo eso fue “culpable”. ¿Y no fue por eso víctima de la dictadura militar? Repito la pregunta: ¿Hubo que ser “inocente” para tener acceso a categoría de “víctima de la dictadura militar.”

Juan Gelman y su familia fueron víctimas de la última dictadura militar argentina, su hijo fue uno de los más de 30,000 desaparecidos y su nieta, como tantos otros bebés nacidos en cautiverio, fue arrebatada de los brazos de su madre.

En octubre de 2013 me fui a Argentina a realizar una residencia artística con el apoyo del FONCA y del CONACYT, para escribir un libro de poesía. Estando allá tuve la oportunidad de conocer de cerca a mucha gente que vivió los terrores de la dictadura, aproveché también para conocer el “Espacio Memoria y Derechos Humanos”, ubicado en la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) lugar en donde se encontraba el mayor centro de detención, tortura y desaparición de personas durante la dictadura, transformado ahora por el gobierno en un Museo de la Memoria en donde existen diversos espacios y actividades que tienen como fin denunciar los hechos ocurridos durante el terrorismo de Estado, con sus antecedentes y consecuencias, es decir, recordar para no olvidar. En ese espacio pude visitar exposiciones sobre las llamadas Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo, que desde aquellos tiempos funestos siguen buscando a sus hijos y a sus nietos desaparecidos. También pude ver con alegría, un pabellón dedicado a las Abuelas, en donde se explica cómo han actuado a lo largo de estos años para buscar a sus nietos, muchos de los cuales han sido recuperados.

Al ver tan de cerca estas tristes historias, recordé el caso Gelman y me puse a pensar cómo soportó tanto el poeta, ahora me respondo que creo que fue gracias a la poesía. Él mismo lo dijo al recibir el premio Cervantes en 2007:

Ahí está la poesía: de pie contra la muerte.

La poesía puede nombrar lo bello y lo terrible y así lo consideró Juan Gelman. Cuando ya no queda nada, cuando ya no hay fuerza, ahí está la poesía, como la última esperanza, como el último haz de luz que nos alumbra cuando la penumbra llega a nuestra vida.

Por eso, al recibir el premio Cervantes recordó a la poeta rusa Marina Tsvetaeva, quien señaló que “el poeta no vive para escribir. Escribe para vivir”. Y así lo hizo Juan Gelman, escribió para vivir para soportar quizá, para ahuyentar el dolor, pero de igual forma le escribió al amor, a la esperanza, a la mujer. Desde muy joven también escribió su epitafio:

Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.

Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.

¡Digo que el hombre debe serlo!

Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.

Nos quedamos entonces con el pájaro, con la flor y el violín y que la poesía nos acompañe siempre.

 

Foto: Roberto Guerra


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