El año pasado, el municipio capitalino dio pasos importantes en su labor editorial. Desde siempre, esta actividad, considerada por las democracias como indispensable para el desarrollo humano, dependió del criterio del principal huésped del palacio municipal o de algún colaborador suyo. Si el primer edil tenía una ocurrencia o alguien lograba venderle una, ésta se realizaba como mejor se podía, pero si al señor no le interesaban los libros, nada se hacía y punto. En cambio, ahora hay un documento normativo que sustenta y asegura la continuidad de esta importante tarea desde el punto de vista de las necesidades culturales de los aguascalentenses; el pasado 4 de noviembre, el Cabildo aprobó la iniciativa del Reglamento del Consejo Editorial del Municipio. Esto nos convierte en el tercer municipio en la república con una política editorial normada en función del interés social y que establece la conformación del Consejo con funcionarios y ciudadanos expertos en la materia. Los funcionarios que generaron la iniciativa ya han cambiado, sigue pendiente la designación de los ciudadanos consejeros, queda una valiosa herramienta para el desarrollo cultural en el futuro inmediato.
Esta acción normativa da coherencia a una producción de títulos que, más allá de su número, preservan y difunden contenidos relevantes para la ciudadanía, como los que se refieren a las obras del grabador José Guadalupe Posada y del arquitecto emérito Refugio Reyes, aunque también se tiraron libros sobre temas históricos, como la ya casi centenaria Soberana Convención Revolucionaria, personajes ilustres del estado y relatos escritos para niños por historiadores locales.
Al menos en el papel, tenemos motivos para esperar que ya no se publiquen ocurrencias, sino contenidos de interés público, avalados por varios consejeros, entre los que se encontrarían ciudadanos con el perfil adecuado para tomar decisiones en asuntos editoriales. Un aspecto importante del asunto se refiere al lugar de los creadores para la política editorial municipal, pues ésta se define en relación con “las necesidades de las y los creadores aguascalentenses” y, con toda su importancia, la publicación de libros representa sólo una parte del ciclo que va del escritor al lector. Aunque el aporte del municipio se orienta a la necesidad de espacios para publicar, los creadores también requieren atender su formación, su producción y, más adelante, la gestión y difusión de sus obras. En atención a esta demanda, el IMAC organizó, en colaboración con el Conaculta, varios foros de lectura, talleres de creación literaria, cursos y concursos de diversas disciplinas artísticas, como una contribución para solucionar la creciente demanda de servicios especializados.
De hecho, en la ciudad funcionan diferentes centros de formación y promoción artística públicos y privados, que atienden parte de dicha demanda y al mismo tiempo la llevan a niveles de mayor exigencia. Muchos jóvenes creadores se encuentran en este proceso y, a semejanza de otros campos laborales, antes de llegar al final de su carrera descubren que aquí no hay trabajo suficiente para todos. Tal vez no lo haya en ninguna parte del planeta, ni gobierno capaz de cubrir plenamente las necesidades de sus creadores. En estos casos, las sociedades se organizan para resolver sus carencias, sacudiéndose la tutela estatal o colaborando con el gobierno mediante modelos y esquemas de participación más o menos adecuados a sus tradiciones locales. Esta relación entre gobiernos y sociedades define una era a la que Aguascalientes se ha acercado gracias al mencionado ordenamiento.
No obstante, la política editorial municipal se cifra en los intereses de la ciudadanía. El documento normativo mencionado considera a los creadores como ciudadanos que ejercen su derecho a expresarse, pero el Consejo Editorial valora la importancia de publicar sus creaciones. Para esta política, las necesidades de los lectores tienen mayor peso que las de los creadores; el Consejo debe compensar los desequilibrios entre ambos mundos, buscando opciones para poner la creatividad al servicio de intereses ciudadanos.
Un buen ejemplo de esta política editorial se encuentra en Chispas históricas, el libro de relatos escritos para niños por historiadores locales que se presentó el lunes 30 de diciembre, horas antes de que concluyera el trienio. En textos breves y con un lenguaje sencillo, los autores escriben sobre diferentes lugares de la ciudad, destacando aspectos históricos relevantes que transmitan al pequeño lector una idea de los motivos para considerarlos valiosos. Cada relato viene acompañado de una ilustración que complementa la información escrita. Palabras e imágenes confluyen para que los lugares resuenen con mayor hondura en los futuros ciudadanos. Así, el talento y el conocimiento histórico sirven a la necesidad de reforzar nuestra conciencia ciudadana, sobre todo entre nuestros hijos, proporcionándoles chispazos generados por estudiosos locales de nuestro pasado.
Cabe esperar que el Reglamento no quede en letra muerta como suele suceder, que el nuevo ayuntamiento sepa honrar la herencia recibida y que los creadores sepamos organizarnos para exigir su aplicación rigurosa.
Foto: Archivo LJA