Mensaje universitario: Jesús Terán fundó el Instituto de Ciencias el 25 de Enero de 1849. ¿Cuánto tiempo más lo seguirán ignorando los administradores de la UAA?
IMPERIO TRAS IMPERIO. Después de liberarse de España, nuestras colonias latinoamericanas cayeron bajo el yugo de un nuevo imperio: Estados Unidos, prolongándose dos siglos más nuestro suplicio.
Podríamos declarar nuestra segunda independencia como dice Martí, si unidos en un solo haz de voluntades alrededor de la idea de integración solidaria propuesta por Francisco de Miranda, Monteagudo, Bolívar, etc., nuestros pueblos se decidieran a ser libres mediante la armonización de esfuerzos para consolidar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). Sin embargo, las perspectivas no son alentadoras.
ENAJENACIÓN SOCIAL. “No se puede liberar a nadie contra su voluntad”. No recuerdo dónde leí o escuché esta frase en mi adolescencia. Con el tiempo he podido constatar que ese fenómeno se manifiesta más frecuentemente de lo que nos imaginamos; de hecho, nosotros mismos podríamos ser cautivos de algo o de alguien; esto, que es difícil reconocer en uno mismo, es más fácilmente observable en los demás.
Sin entrar al análisis de las técnicas de alienación o los argumentos perversos del jus ad bellum, (derecho de guerra), guerra justa, preventiva y hasta santa utilizados por criminales como Reagan y los Bush para justificar sus improperios a la Humanidad, diremos simplemente que la inmensa mayoría de los medios masivos de información (prensa, radio, televisión y ahora internet) más los sistemas privados y hasta públicos de instrucción -no de la educación en vías de extinción- difunden cantidades monstruosas de información perniciosa o fútil que nulifica la conciencia crítica y provoca, en términos del teórico político francés Maurice Duverger1, un estado de estupidización social que impide al pueblo analizar objetivamente su existencia, convirtiéndolo en un esclavo político, mercantil y espiritual, incapaz ya no de luchar por sus derechos, sino ni tan siquiera de reconocerlos.
¿A qué viene esta reflexión? Veamos: cuando se plantea el tema concreto de nuestra liberación, prácticamente todos los interlocutores convienen en que estamos sometidos a un poder financiero externo que nos saquea.
Pero cuando se propone la necesidad de concretar la forma de lucha, generalmente las respuestas son desalentadoras: “es que no se puede”, “no hay líderes que valgan la pena”, etc., o de plano “no es asunto mío”.
Pareciera que no nos quedara más remedio que esperar a que, como todos los imperios, su propia decadencia acabe con Estados Unidos. Pero entonces quedaríamos expuestos, por indolencia, a cometer el error imperdonable de repetir, por tercera vez, la historia de quedar bajo la bota del heredero del cetro.
Y si ampliamos nuestro análisis nos damos cuenta de que el problema de las colonias de otros continentes es idéntico al nuestro, porque están sometidos al mismo imperialismo que es global.
ROMPER EL CÍRCULO VICIOSO. Es imperativo romper el círculo vicioso de conquista, oscurantismo, enajenación y saqueo, decadencia imperial e independencia con ignorancia, para empezar de nuevo dominados por el siguiente imperio, enajenados y saqueados, etc. ¿Qué hacer para salir de esta trampa?
Por principio de cuentas ¿A quién le corresponde romperlo? ¿Al gobierno? ¿A los partidos políticos? ¿A los líderes sindicales? Desde 1810 hasta la fecha ninguno ha sido capaz resolver el problema de fondo y, por el contrario, en muchos aspectos más bien lo han profundizado de la manera más artera, como ahora.
EL CIUDADANO. Permítaseme incidir en el hecho de que ninguna nación podrá ser verdaderamente libre y soberana sin al apoyo consciente y total del pueblo. Esto no es mío ni es nuevo; los dirigentes honorables de todas las revoluciones lo han dicho en todos los tonos.
Pero además se debe asimilar que eso no podrá lograrse en forma aislada sino colectiva, cuando cada pueblo sea capaz de solidarizarse con todos los que integran nuestra región latinoamericana, pues sólo así podrán liberarse -todos o ninguno- de manera firme y permanente, pues como lo decía Bolívar: “Nuestros enemigos tendrán todas las ventajas, mientras no unifiquemos el gobierno de América.”2 (Entendida América como decía Martí: la nuestra, no la de ellos).
SE ROMPE O PERECEMOS. Si no fuésemos capaces de cumplir voluntariamente con este requisito ineludible para romper el círculo vicioso de explotación, entonces seremos obligados por la vía violenta y ya no sólo América Latina, a sustituir el capitalismo por un sistema político, económico y social justo, porque de ello dependerá la conservación del género humano; y los riesgos mortales son los que despiertan la solidaridad más intensa.
Eso, que ocurrirá fatalmente, no depende de la voluntad de nadie sino de una circunstancia totalmente ajena a todo ser vivo; con su descripción esquemática concluiremos nuestra serie.
(Continuará)
Aguascalientes, México, América Latina
- Introducción a la Política.
- El General en su Laberinto. Gabriel García Márquez, p. 105.