Mi maestra Adelina / Cinefilia con derecho - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Apenas me enteré de su muerte y tantas cosas y tantos recuerdos vinieron a mi mente, la secundaria de la UAA, mis excompañeros, mis primeros contactos con la literatura de la mano de Adelina Alcalá, las pintas que la puerta abierta de la secundaria te permitía hacer, lo que nosotros en nuestra ignorancia confundíamos con la autonomía y que en realidad era una forma de hacer madurar a niños que se transformaban en adolescentes. Entre tantas imágenes y anécdotas recuerdo aquel día en que perdí el dinero de mi loche y cómo la maestra Adelina me dio un anillo, llévaselo -me dijo- a Doña Chave (la encargada de la cafetería) y pide lo que quieras ya le pagarás mañana, era una especie de clave entre ellas con la cual se habría una línea de crédito para el alumno. Cómo olvidar su clásico -literalmente- Mercedes Benz en que algún día nos subimos y que, de manera simpatiquísima, al manejarlo recitaba en voz alta una jaculatoria para hacernos reír ¡Santa Elenita que no choquemos! ¡Santa Elenita que no choquemos!

Como tantos y tantos jóvenes fui educado en una muy liberal, tradición que todavía existía en la secundaria de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, la generación 91-94 se formó aún con las puertas abiertas, con la relativa libertad para poder asistir según administraras tus faltas. De hecho Adelina fue nombrada directora de la secundaria justamente cuando yo era habitante de ese inmueble que se enarbolaba entre el olor a tripas que inundaba todos los salones y las prostitutas que deambulaban en un barrio de la Estación que languidecía entre Los Arquitos derruidos y transformados en nido de drogadictos y una estación de ferrocarril que había muerto con la posmodernidad, aún las instituciones culturales no los habían rescatado. En esa generación comenzó a formarse en la secundaria, junto a la cafetería, un árbol al que todos pegábamos chicles, su imagen exageradamente llena de goma de mascar multicolor fue tan clásica que incluso alguna vez fue la portada de una gaceta de la UAA.

Siempre atenta a ser una buena maestra, pero nunca dejó de aprender, siempre fue una gran estudiante, por eso me recuerda tanto a Chano de la película El estudiante (2009) esa película mexicana que tanto éxito cosechó. Y es que es mucho lo de la cinta que la evoca: el eterno espíritu joven, la jovialidad que era su carta de presentación, su sabiduría y enormes conocimientos, incluso en alguna de sus tantas clases nos puso a hacer una obra de teatro, como en la película, y por supuesto las letras a quienes siempre abrazó y se apasionó por inculcar en sus alumnos.

En esa época no sólo conocíamos las letras hispánicas a través de la maestra Adelina y de su fiel compañero Gilberto Sánchez Azuara (autor de nuestro libro de texto) sino también la música, las canciones clásicas en guitarra como en la película, Agustín Lara, incluso viene a mi mente cuando Carlos Flores, mi entonces compañero de salón y hoy director de la secundaria Cedros, sentado frente a la dirección con su guitarra y algún otro compañero, tocaron para la maestra Balada para Adelina, ella nos veía con esos ojos de maestra y de madre, de auténtica tutora que ve cómo crecen sus educandos. Desempolvé mis viejos cuadernos y aún tengo fechado el 17 de mayo de 1994, estando apunto de egresar de la secundaria, la despedida que me escribió y que aún hoy me hace sonreír: “un autógrafo me pides,/ un autógrafo te doy;/ tú te quedas con el grado,/ y yo, en el auto me voy/ Un recuerdo cariñoso de tu maestra que más quieres. Adelina Eugenia”.

La anécdota que más grabada tengo es cuando con su peculiar estilo nos contó el Cantar del Mio Cid, una clase completa narrada con tal maestría que aun los chicos inquietos, los adolescentes llenos de energía que éramos en la época, nos quedamos callados, boquiabiertos escuchando cómo, aun muerto Rodrigo Díaz de Vivar encabezaba a sus tropas en feroz batalla contra los moros, como cada día su esposa daba azúcar a Babieca para que éste cumpliera con el cargo de hacer cabalgar de nuevo al Campeador. Así la veo ahora maestra Adelina, para todos aquellos que conocimos el amor a las letras gracias a usted, sabemos que seguirá cabalgando, y cada que leamos alguno de tantos libros que conocimos a su lado, una nueva batalla habrá ganado, la batalla por la educación, esa épica de su vida que aún hoy nos marca a muchos de sus alumnos.

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