Como he platicado en otras ocasiones, soy una niña Disney -como la mayoría de los adultos de mi generación- esto por dos razones principalmente, mi mamá también lo era y porque cuando yo crecía ese era el único estudio que se preocupaba por entretener a la población infantil.
Así que orgullosamente pertenezco a ese grupo de niñas que quisieron ser Blancanieves, Cenicienta, Alicia en su país de maravillas y la Bella durmiente; mismo grupo de muchachitas que disfrutaron ver que las “princesas” se volvían más listas y rebeldes encabezadas por Ariel, Bella, Jazmín y Pocahontas, y para quienes la aparición de Mulán, Tía y Mérida ya no resultó tan divertido pues eso de la “damisela en apuros” era una fórmula que no correspondía a nuestra realidad y, por si fuera poco, ya para esas alturas aborrecíamos las películas musicales.
Aunque yo recuperé mi fe en las cintas animadas de Disney (aunque tuvieran números musicales) con Enredados, no tenía grandes deseos de arriesgarme con Frozen. Lo bueno de tener hijo varón es que no hay presión en eso de ir al cine a ver princesas. No obstante, luego de la recomendación de alguien que sabe de cine, me armé de valor y allá fui y debo confesar que la experiencia fue muy agradable.
Con Frozen mi niña interior se divirtió como enana, me reí mucho y disfruté hasta de los números musicales -con decirles que salí cantando Libre soy, una de las canciones que enriquecen el largometraje-, tal vez porque los directores de la cinta, Chris Buck y Jennifer Lee, hicieron de ellos parte de la película, es decir, las canciones narran parte de la historia y durante las mismas no se presenta sólo una bonita coreografía sino que pasan cosas que son importantes para la trama, lo que ayuda a que los niños (chicos y grandes como yo) no se distraigan de lo que sucede en pantalla.
Para mí lo más valioso de esta película es que marca una nueva era para las “Princesas Disney” y, como consecuencia, una redefinición de esquemas y roles para las pequeñitas que harán de este filme -sus personajes y toda la parafernalia mercadológica que traerá consigo- su compañero frecuente.
Si bien en Frozen, como en todas las cintas de su tipo, se resalta el amor y la importancia de éste para vencer cualquier adversidad que se presente en la vida, no se trata del amor romántico sino de aquel incondicional que uno siente por su familia y por uno mismo.
Las princesas de este filme son fuertes y decididas, ambas aprenden a aceptarse como son, entienden que el amor romántico puede ser engañoso y traicionero, y que, al final, ellas son dueñas de su destino, responsables de sus decisiones y lo suficientemente fuertes para salvarse a ellas mismas así como a los que aman, lo que las hace libres para poder desarrollar su potencial. Nada mal para una película de dibujos animados de estos tiempos ¿no creen?
Elsa y Anna son las dos princesas del reino nórdico de Arandelle, ellas son las mejores amigas y disfrutan de los nacientes poderes de Elsa, quien es capaz de invocar el invierno a voluntad con un solo movimiento de sus manos. Durante uno de sus juegos infantiles, Anna resulta lastimada accidentalmente por los poderes de su hermana, lo cual obliga a los reyes a acudir con los sabios troles quienes les recomiendan borrar los recuerdos de Anna relacionados con la magia de Elsa y tratar de controlar, en lo posible, el don de la pequeña.
La consecuencia del accidente es que las niñas son separadas por el bien de Anna, la cual crece solitaria extrañando a su hermanita, mientras que Elsa es presionada para que aprenda a reprimirse y controlarse.
Cuando es el momento de coronar a Elsa como la reina de Arandelle, ambas princesas son prácticamente extrañas, pero, aún así, se puede apreciar el afecto que existe entre ellas.
Un encierro de tantos años tiene a Anna ávida de aventuras y contacto humano, así que cuando conoce al príncipe Hans, se lanza de cabeza al romance, lo que aterroriza a Elsa, pues una boda real significaría tener mucha gente a su alrededor, incrementando el riesgo de que su secreto sea descubierto, así que se niega a dar su permiso para tal matrimonio. Esto desencadena un conflicto entre las princesas, el cual termina con la pérdida del control por parte de Elsa, el despliegue de sus poderes al máximo convirtiendo a Arandelle en un reino helado. El horror y rechazo por parte de sus súbditos hacen que Elsa huya hacia las montañas y que Anna se lance en pos de su hermana.
Este viaje será uno de aprendizaje y autodescubrimiento para las princesas, el cual no puede tener otro desenlace que la felicidad, siendo un cuento de Disney no esperarán otra cosa ¿no es cierto?
En un tiempo en el que las princesas reales de nuestro mundo están rompiendo esquemas y paradigmas, en el que la equidad de género está cada vez más presente y va ganando terreno hasta en los países más conservadores, se agradece que los Estudios cinematográficos del Ratón Miguelito salgan de la prehistoria y se unan al mundo moderno, convirtiendo a sus princesas en verdaderos modelos a imitar por parte del cautivo público infantil, y si esto además lo hacen en el marco de una animación extraordinariamente realizada, con un guión inteligente, simpático y divertido, lo más seguro es que Disney siga siendo el compañero inseparable de todas las familias alrededor del mundo.
Productor: Peter Del Vecho; Director: Chris Buck y Jennifer Lee; Guión: Jennifer Lee, inspirada en La reina de las nieves de Hans Christian Andersen; Música: Christophe Beck; Canciones: Kristen Anderson-Lopez y Robert Lopez; Voces en español: Romina Marroquín Payró, Andrea Gómez, Sara Gómez, Carmen Sarahí, Pepe Vilchis, David Filio, Hugo Serrano, Roberto Carrillo, Héctor Lama Yasbek, Simone Brook, Raúl Anaya; Duración: 1 hora 40 minutos.