Durante los últimos años se ha incrementado el interés por reflexionar sobre el cuerpo como una masa orgánica con características particulares que es leído e interpretado de mil maneras, tal vez a causa de los crecientes estudios de género, una mayor permisividad -aunque muy cuestionable- en el autogobierno corporal y el acelerado desarrollo de las tecnologías; y al parecer está en proceso el retorno del ascetismo que estuvo tan en boga durante la época medieval.
Incluso se ha comentado en los últimos meses la inclusión del culto al cuerpo como una epidemia en las políticas de la Organización Mundial de la Salud, debido a los conocidos trastornos alimenticios como anorexia, bulimia, ortorexia y vigorexia. En contraste, la obesidad y sobrepeso se han señalado como los principales problemas de salud en México, debido a que se cuenta con el primer lugar mundial en infantes y el segundo en adultos: el 72% de las mujeres mayores de 20 años, 66% en hombres y 26% de niños en edad escolar; además, se estima que el Estado gasta 7% del presupuesto destinado a salud para esta problemática. Nos encontramos en un país con la mayor población robusta, y por lo tanto antiestética, e inmersos en el ahora amenazante “culto al cuerpo”, pero, ¿cómo se consideran estos extremos?, ¿cuáles son las prácticas sociales entorno a ellas?
Desde una perspectiva zoológica, el cuerpo humano está configurado para correr grandes distancias, así como pasar situaciones ambientales y nutricionales adversas, pero el proceso de civilización nos ha adaptado a contextos más cómodos, por lo que los deportes espectacularizan y nos sorprenden con ese potencial. Pero ¿dónde queda el resto del mundo? Sometidos a una economía cada vez más competitiva, una vida laboral más exigente y mayor distanciamiento entre las áreas habitacionales y de trabajo; gran parte de la población prefiere o debe alimentarse en establecimientos de comida rápida, loncherías, o expendios de “garnachas” (cerca de 420 mil en México según datos de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados, sin considerar puestos ambulantes y lugares informales). Lo cual también es una de las razones por las que la belleza actual es aquella más cercana a un cuerpo esculpido que demuestra la posibilidad de acceder a un tiempo de ocio mayor que al del grueso de la población.
Sin embargo, existe la posibilidad de recurrir a la cirugía plástica estética, que en el país muestra haber florecido: México es el segundo lugar en el continente americano dentro de los países con mayores intervenciones quirúrgicas de este tipo, y el segundo en prácticas irregulares. De acuerdo a la Asociación Mexicana de Cirugía Plástica Estética y Reconstructiva, del total de cirugías monitoreadas, entre el 80% y 85% son solicitadas por mujeres y el resto por hombres; y las más frecuentadas son lipoescultura, rinoplastia y aumento mamario. Sin embargo, este tipo de tratamientos aún no están al acceso de todos, a diferencia de Brasil, país con un número de intervenciones menor que al de la nación mexicana aunque el sector público pueda absorber los gastos. Pero, ¿sería una solución el modificar los cuerpos como plazca y tantas veces se desee?
Bien se dice que los extremos son malos, las acciones gubernamentales se han enfocado sólo a acciones disciplinarias y en especial contra la obesidad, como la activación física masiva; regulación de compra y venta de alimentos en zonas escolares; así como gestión de datos demográficos sobre peso, talla y masa corporal; sólo por mencionar algunos ejemplos. ¿Y las acciones contra el llamado culto al cuerpo? En este aspecto, quienes más han trabajado son organizaciones civiles y al interior de algunas escuelas, aunque siempre desde una perspectiva patologizante, biológica o psicológica. Respecto a las estrategias para contrarrestar la paranoia ante cuerpos gordos y no atractivos, es importante rescatar la vieja reforma al artículo 271 de la Ley General de Salud en 2011, en la cual se consideran medicamentos y sujetos a sus consideraciones: “todo producto para adelgazar o engrosar partes del cuerpo o variar las proporciones del mismo […] que contengan hormonas, vitaminas y, en general, substancias con acción terapéutica que se les atribuya esta acción”; aunque, ¿es posible afirmar que exista un estricto control y seguimiento de la compra-venta de estos tratamientos?
Debido a esta amplia problemática, es necesario la gestión de tanques de pensamiento (think tanks) interdisciplinarios que no sólo estén bajo la perspectiva de la biología, pues aunque ofrece elementos para su atención, deja de lado el ambiente social y cultural en el que estamos inmersos; pues la “belleza” siempre existirá y le pertenecerá a quienes marquen la diferencia de clase, por lo que esto también será potencializado por diferentes sectores, no únicamente por los medios de comunicación. Por el momento sólo nos queda recordar que el estar llenito o robusto no significa ser saludable, que situaciones relacionadas con la obesidad representan el 25% de las incapacidades laborales y por lo tanto un menor ingreso personal y familiar. Asimismo, debemos recordar que el no tener un cuerpo tonificado no significa sencillamente el no tener autocontrol, sino que existen múltiples factores relacionados, incluso económicos. Así que la invitación es a caminar, disfrutar de cada alimento y escuchar a nuestro cuerpo, retornar a esa conexión fisioquímica y también cuestionar el sitio donde nos encontremos. Recuerde que las grandes vedettes y actrices de las décadas de los 50 a los 70 eran curvilíneas y voluptuosas, mientras que los hombres presentaban músculos que actualmente podrían considerarse como grasa sólida… tal vez existan estándares médicos de salud, pero, ¿en eso pensamos cuando alguien nos atrae?
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