Sergio Loo (1982-2014)
La madrugada del martes 28 de enero falleció el joven poeta mexicano Sergio Loo (Ciudad de México, 1982). Egresado de Especialización en Literatura Mexicana del siglo XX (UAM-A).
Autor de Claveles automáticos (2006), Sus brazos labios en mi boca rodando (2007), Retratos desarmables (2011) House (2011) y Guía Roji (2012). Su libro Operación al cuerpo enfermo estaba por ser difundido por la editorial Acapulco.
Textos de Loo aparecieron también en Navegaciones Zur, guardagujas, Hermanocerdo, Los papeles de la Mancuspia, Versodestierro, Gaceta Literal y Laberinto, entre otros. Ha sido incluido en Fantasiofrenia, Antología del cuento dañado (As de Corazones Rotos /Sogem, D.F., 2003), Paso al frente (Sogem, D.F., 2004), Pragmatáfora, Antología de las cosas, versos y prosas (Descritura /Sogem, D.F., 2004), entre otras antologías.
Apenas en diciembre del año pasado publicamos un perfil elaborado por Jonathan Minila que hoy reproducimos.
Cuando escuché por primera vez su nombre pregunté ¿cómo dijiste? ¿Lú? ¿Lo? Algo así, me dijeron, pero con doble O.
Hablaban sobre un joven poeta, desconocido para mí en ese entonces, pero que sin duda ahora es uno de mis escritores jóvenes favoritos. Alguien con potencia, con la paciencia requerida y la sutileza necesaria para formar una carrera firme, sin prisa, sin caer en la tentación de las presiones comerciales de ese monstruo editorial que ha provocado, como dice Gabriel Zaid, que “los libros se multiplican en proporción geométrica y los lectores en proporción aritmética…” y que vayamos “hacia un mundo con más autores que lectores”. Eso Sergio parece saberlo o lo intuye. Escribe pensando principalmente en sus lectores, en la fuerza de la palabra, en la potencia del silencio. Es ante todo un lector y eso se refleja sin duda en su obra. En cada libro que he leído de él se nota el trabajo, la limpieza. No hay prisa. Soy un “desescritor”, diría él. Pues reduce sus textos a su mínima expresión. De eso se trata. Utilizar las menos palabras posibles, aprovechar los espacios, motivar la imaginación y el sentir del lector con ese juego entre palabras y silencios. Haciendo, por decirlo de algún modo, que escriba a la par que el autor, mientras realiza su lectura.
Sergio Loo nació en México DF en 1982. Es autor de Claveles automáticos (Harakiri, 2006), Sus brazos labios en mi boca rodando (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2007), House. Retratos desarmables (Ediciones B, 2011) y Guía Roji (IVEC, 2012). En 2010 obtuvo una beca para estudios en el extranjero que cursó en la Universitat Pomepeu Fabra en Barcelona. Recientemente ganó la 1era Convocatoria para publicación de novela por Editorial Moho, con Pesadilla en la Narvarte del infierno (un título que le envidaría cualquiera) y obtuvo la beca del FONCA para jóvenes creadores. También ha sido promotor de cultura y librero como se dice vulgarmente, aunque en realidad era distribuidor de algunas editoriales independientes.
¿Cómo puede un autor tan joven tener una idea tan clara sobre la contundencia en el conjunto de una obra? En este medio lo más común es la prisa. Se encuentran autores ansiosos por publicar en cualquier parte, por darse a conocer pronto, por firmar libros ya, y decir “soy escritor”. Lo que no se entiende es que también el control, guardar la calma, es escribir. Trabajar sin ceder a tentaciones mediáticas o comerciales. Buscar una línea clara en la obra, como crítico, como narrador, como poeta, como ensayista o como todas esas cosas. Así se tienen más posibilidades de trascendencia. Eso es lo que más me atrae de Loo. Que tiene claro su discurso. Es coherente, trabajado, lógico y no suelta jamás la línea, la palabra, su estilo propio: el humor negro, el dominio del lenguaje, los espacios, la experimentación. Resultando así una obra genial, original y muy fuera de lugares comunes.
Cuando leo a Sergio puedo verlo como un artesano. Toma las letras, las acomoda, les da forma y construye, sus poemas o sus narraciones, con una paciencia que resulta reconfortante para cualquier lector. Hay espacio para divertirse con un humor extraño, que se extiende hasta la palabra como objeto, como unidad, pero que también se funde con el contenido. El mundo es una broma, la ciudad, la realidad, el sexo, las pérdidas, el dolor. ¿Para qué tomarse la vida tan en serio? En su literatura la palabra surge como propiedad, con la posibilidad de construir o destruir. Se entra a un amplio plano de la imaginación donde el contenido del discurso se va dando por sí mismo.
Sus brazos labios en mi boca rodando es el título de su segundo libro. Es, sin duda, un nombre raro, extraño, pero que al mismo tiempo revela exactamente lo que es el conjunto de la obra de Loo: originalidad. Se muestra desde el principio su forma de usar las palabras, esa facilidad para soltarlas aquí y allá, y para jugar con el lenguaje como si fuera de su propiedad.
Trituraré
Nuez
Tu cabeza entre mis piernas
Se genera en su poesía una especie de intuición para el lector. Sabe lo que lee, aunque no sepa exactamente cómo. El manejo del espacio, entonces, no es casualidad. Es una intención, es un ritmo. Es una forma y una figura que se traduce en sensación. Como un delirio compartido, o la reducción de lo innecesario hasta abarcar únicamente los sentimientos contundentes. Cada poema tiene una forma en su profundidad y lo refleja: al lector, al que escucha.
Sí yo sé de tu miedo a las alturas pero aún
así te veo revoloteando
Gallinas negras por el celeste vas Luis vas
meneando las alitas
Sin duda su manejo de la estructura es un sello, así como lo es su facilidad para manipular la palabra. Cada pausa, cada silencio, es algo, es voz. Esa lectura doble, de respiración, de ritmo, de música, de juego. Las palabras saltan, se esconden y surgen. La idea invade fluye, sutil, elegantemente. La vida está contenida en cada espacio. Como si atendiera exacto a las palabras de Ludwig Wittgenstein: “la filosofía tendrá que ser poetizada”. De este modo la poesía de Loo no puede ser señalada ni clasificada sino por sí misma, por la experiencia.
Aunado a esto sucede algo más, que sólo se logra a través del verdadero arte. No se pierde todo en los límites de la experimentación, sino que logra unirlos en un absoluto real con el que todo lector puede sentirse identificado: la verdad. Hay realidad. Personajes de la vida diaria, de la ciudad que se conjugan en su discurso. La crítica, el orden, el caos. Todo converge ahí: ese lugar donde el poeta y el lector se encuentran. De eso se forman los espacios. El límite y la comprensión.
Así mismo, Guía Roji su libro más reciente de poesía, publicado por el Instituto Veracruzano de la Cultura, nos recuerda nuevamente que en sus versos la vida diaria es la palabra, entregada a la visión o la ceguera. Sus poemas se habitan, se viven o se vivieron, aunque el mismo lector no lo sepa (aún). La palabra poética se amplía, se traspasa a sí misma, se parte en dos y vuelve en el tiempo. Al leerlo da la impresión de que todos estamos ahí. Somos un reflejo del desorden, del orden, de un dibujo.
Repite conmigo
El lenguaje construye edificios
El lenguaje construye edificios sociedades y urbes pero mis venas dicen bruma
Sin sintaxis no hay ciudad
Al primer trepidatorio escombros de palabras sepultando los cuerpos
y ya quiero ver a los rescatistas
lingüistas bondadosos corrigiendo la puntación del desastre
La ciudad de México se manifiesta en sus páginas, ese ser inmóvil habitado por hormigas que se hechizan, que se iluminan, que se pierden. Exprime la esencia, los sentimientos, las causas. Símbolo, fiesta y juego. Recordándonos que vernos reflejados en las palabras es una verdadera lectura. Y siempre con ese característico humor negro, que es la continuidad del delirio, de la transgresión.
Derecha/ izquierda la banqueta cuarteada que recorro / la calle / espacio
sin intención trascendente/ transeúnte / izquierda
la experiencia modelo botín talla 7 /o 7 y 1/2/
negros desgastados/ Camino la urbe/
abandono la urbe adentro de la urbe/ derecha/ izquierda/ estoy
/no/ deambulo
Sergio Loo desafía el orden y propone una estética que sólo podría definir como propia, descarnada, agresiva, que deja a un lado la subjetividad del yo poético para expresarse en nombre de un colectivo sufriente e indefenso que es la ciudad, la noche, sus perversiones, sus fantasías y sus demonios. Algo que sucede y explora también en su narrativa, como se puede verse claramente en su novela House. Retratos desarmables, publicada por Ediciones B, en la que además parece hacer una mezcla precisa de géneros narrativos, jugando igualmente con los espacios, y exponiendo el lado más oscuro de la ironía, el sarcasmo y el humor negro.
La obra de Loo (así, con doble O), es sin duda una exploración de lo visceral y lo más orgánico e inorgánico del ser humano en lo artificioso de la realidad y de la vida misma, haciendo de sus libros algo muy recomendable y, como diría Xitlalitl Rodríguez en la contraportada de Guía roji: “Sin duda, el recorrido más extraordinario que podamos realizar”.