El nexo temático con la entrega pasada se hace evidente al continuar hoy reflexionando sobre el recurso a la modelización sistemática de la realidad, para diseñar una construcción virtual que prácticamente simula las condiciones reales del entorno de un fenómeno social o un objeto de análisis determinado, con la finalidad de aprehender su comportamiento y evolución probables, y de cuyo nuevo conocimiento se derivarán a la vez nuevas formas de intervención -científicamente probadas- o de aplicación útil concreta. Quedamos en que a esta tendencia de las ciencias sociales se le conoce como de “las sociedades artificiales” o Ciencia Social Generativa.
En las aulas académicas, escuchamos repetidas veces que la vida y la historia real no pueden ser tratadas a manera de un laboratorio químicamente puro, en el que se puede aislar casi de manera absoluta a los objetos de observación y análisis; de manera que ningún ente extraño interfiera o desvirtúe los factores que lo constituyen y/o lo modifican. Tratándose de fenómenos sociales, esta pretensión salta a la vista: Cómo podemos sociológicamente observar el caso de una joven mujer indígena que aborta de manera espontánea, y que por estar sujeta a los usos y costumbres de su comunidad de pertenencia, sin mayor averiguación es inmediatamente acusada de homicidio intencional de la creatura, arrastrada prácticamente para comparecer ante el consejo de los notables del pueblo para ser “juzgada”, y así en un juicio sumario, exhibiendo los restos del non-nato o más bien nacido muerto, fincar apodícticamente su culpabilidad ostensible. Para luego, si no es dilapidada en vida, someterla a la justicia penal del sistema federal dominante y enviarla a prisión, con el agravante del ostracismo de por vida a que la somete su comunidad.
¿Qué factores -químicamente puros o aislables al 0 Absoluto- podríamos discriminar en tal supuesto, para poder emitir un juicio justo, apegado a Derecho y éticamente válido? La respuesta no puede provocarnos sino el esbozar una sonrisa de descrédito, al captar la imposibilidad práctica de siquiera intentar tal suposición. Pues bien, precisamente debido a la naturaleza de los fenómenos sociológicos, tenemos que llevar a cabo indagaciones más puntuales, que nos permitan ir gradualmente descartando alternativas no creíbles o inverosímiles, hasta quedarnos con algunas pocas vías de explicación que sean sostenibles, y de entre ellas elegir la que tenga visos de ser la más lógica y más apegada a las evidencias constatables; por todo ello, asumida como la explicación más “plausible” o que es muy difícil de ser “falseada”. En virtud de la naturaleza de los fenómenos sociológicamente observados, precisamente se prefiere el término de falsación de las hipótesis más plausibles.
Este acuerdo tácito respecto del abordaje del análisis social, hace posible que al procesar una “sociedad artificial” o un Modo Generativo de construir la ciencia social, nos permita aproximarnos a los fenómenos sociológicos reales de una comunidad campesina o indígena, como es el caso de México, mediante la definición clara y determinada de comportamientos sociales de la comunidad específica de estudio y su entorno, privilegiando para el caso particular los usos y costumbres respecto del comportamiento de los hombres y las mujeres durante la preñez, el proceso del embarazo hasta el parto, el acompañamiento de comadronas cuando éste ocurre, el aislamiento relativo de la parturienta sobre todo de los hombres, y en todo momento de la cercanía de testigos de la comunidad sobre el comportamiento de la mujer encinta; todos estos factores son determinantes para que una mujer pueda ser tenida como madre auténtica y cuidadora de la vida que está por nacer. Haber omitido, aun de manera no intencional, alguno de estos requisitos, hace a la mujer sospechosa de un mal comportamiento, y sobre todo de grave culpabilidad, si sólo es capaz de exhibir muerto el fruto de su concepción. En tal caso el veredicto es implacable: se le declara culpable de la muerte del feto. Ensayar una modelización científica socialmente hablando, de este mismo fenómeno, permitiría aislar críticamente los elementos más esenciales del caso de estudio y evitar un juicio tan sumario como injusto que falsea dramáticamente la realidad.
El caso actual de la intervención policial y de fuerzas armadas del Gobierno Federal en el estado de Michoacán, hace ver en toda su crudeza la importancia de poder realizar un estudio de Ciencia Social Generativa, modelizando la participación específica de los grupos actantes más relevantes en dicho entorno, antes de tener que intervenir en un “tour de force” o juego de fuerzas claramente impulsoras o restringentes que se confrontan en un campo real y vital de lucha, con evidente costo de vidas humanas. Las fuerzas del orden realmente intervinientes como son las “defensas comunitarias” aunadas a las fuerzas institucionales de la Federación, del estado y de los municipios afectados contra las fuerzas del crimen organizado -llámense Caballeros Templarios- hacen del resto de la población michoacana un campo de fuerzas de facto, en el cual pueden esgrimirse las más cruentas luchas o confrontaciones armadas, sin reales posibilidades de solución, más que aquella típica que acontece en los “movimientos sociales milenaristas”, de los que tiene muchos visos e indicaciones la presente conflagración.
En tal caso, la resolución posible de un tal movimiento, dado su acendrada militancia coloreada por una mitología de la Caballería del más estricto orden quijotesco, aderezada además con una invocación del antiguo Orden del Temple -que la hace además una congregación oculta y sembrada de códigos encriptados- y con claros visos de adhesión irreversible hasta el triunfo o la muerte, no puede ser otra que encapsularla, como se está viendo que es el procedimiento a seguir, acortar su territorio de influencia al extremo y, finalmente, exterminarla. Cualquier reivindicación de venganza, como ya la han propalado sus líderes, caerá en la mitología de un futuro pospuesto, al infinito. Lo cierto es que el gobierno y la sociedad michoacana ya están embarcados en una misión auténticamente mitológica, y no podrá tener otro final plausible que el desmembramiento de la sociedad oculta y criminalmente militante. Es imposible que se resuelva con un Apocalipsis eternamente pospuesto. O en un final escatológico del ya, pero todavía no.
Pues bien, aplicarnos a una modelización sistemática de los actores y factores intervinientes, mediante la generación de una construcción virtual de todos estos elementos en juego, podría darnos visos plausibles de vías de solución, sin caer precipitadamente en baños de sangre tan dramáticos como innecesarios. Dicho de otra manera, la inteligencia de seguridad pública y de “convivencia ciudadana” ante-puesta a las intervenciones físicas-armadas, demostrará a la corta o a la larga, ser un instrumento idóneo, antes que seguir acríticamente el adagio: “a la guerre come à la guerre”.