Un sí al tiempo intensivo / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Con relación al tema de la presentación del informe México Pisa 2012 (cuyas siglas en inglés corresponden al Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes), realizada por el INEE (Instituto Nacional Para la Evaluación de la Educación); y bajo iniciativa de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), comenté en mi inmediata pasada entrega que “la radical incompetencia lectora de los mexicanos, está generando en la población un grave e irresponsable subejercicio de su pensamiento cognitivo; si entendemos que la nutrición sine qua non de la inteligencia teórica y práctica se llama: Lectura”. Y añadí que: “Es en estos mismos años que aparece con fuerza el  tema de nuestras generaciones intermedias en estado de pausa -casi comatoso-, los famosos “Ni-Ni’s” (ni estudian, ni trabajan). Haciendo énfasis en el hecho que el problema se torna sumamente grave, si consideramos que: “los grupos de población evaluados son los correspondientes al grupo generacional de 15 o más años, y su desempeño subsecuente en el siguiente escalón de 15 años (educación Media y Superior), en que estarán incorporados ya a la vida económicamente activa”.

Estoy consciente de que tales afirmaciones son críticas, quizá un poco ácidas y no dudo que aún alguien las pueda tachar de pedantes. Entregar así esta discursiva, podría equivaler a tirar la piedra y esconder la mano que la arrojó. Por ello siento que es mi deber hacer algunas puntualizaciones que nos permitan albergar una esperanza fundada en que, a pesar de las evidencias y de la tendencia social e histórica de nuestra actual formación social mexicana, puedan ser remontadas, no necesariamente en los tiempos cosmológicos señalados de hasta tres cuartos de siglo, sino en un corte temporal, mucho más cercano y abreviado, con base no en otra alternativa sino en la capacidad inteligente propia de todos los mexicanos.

Me refiero, en primer término, al maravilloso equipamiento natural con que nuestro sistema nervioso central está dotado y que, debido precisamente a la suma complejidad de sus dinamismos y constitución intrínseca, puede acelerar el funcionamiento de sus actuales hábitos e inercias condicionantes, que provienen tanto de las relaciones societales dominantes como de las ideologías y cultura típica tradicional que, de importante manera, nos sobre-determina (perdón por este sesudo concepto que Luis Althusser y otros especialistas marxianos, que no marxistas, como Roman Rolsdosky, esgrimen con profundo conocimiento). Entonces, estamos en que hay campo abierto a la esperanza en el cambio de velocidad tanto del aprendizaje como del uso positivo de nuestras capacidades cognitivas natas. No tomar en cuenta esta radical potencialidad de nuestro ser como entes  inteligentes, corporeizados en mexicanos, resultaría en pura y fútil demagogia tercermundista untada de un auto-flagelante sentido de víctimas inermes ante el presente Capital Global Dirigente. Gracias a Dios o al Universo, como guste usted referirlo, somos animales racionales con todo lo que ello implica, sobre todo desde la autoconciencia crítica filosófica que construyó Aristóteles. Este fundamento es absolutamente gratuito y sólo tenemos el desafío de echarlo a andar, sin sobre-determinaciones con tufo de pedantería o con intenciones muy malévolas de enajenarnos de nuestra propia naturaleza.

En segundo término, y esto sí es punto central para el desarrollo de nuestro pensamiento cognitivo, como lo expresó Claudio X. González, en su sitio Web de la organización Mexicanos Primero, diciendo que “el 55% de los mexicanos no alcanzó el nivel dos de los seis que integran la prueba, lo que implica que están por debajo de las capacidades mínimas necesarias para ejercer el pensamiento cognitivo”. Es preciso referirnos a la sorprendente y paradójica capacidad humana para trascender el tiempo y el espacio universal, que en esencia depende de la mente o el espíritu inteligente y se manifiesta en eso que llamamos conciencia o también, filosóficamente, consciencia.

En efecto, tanto la reflexión teológica como filosófica contemporánea -principalmente la proveniente de  la Civilización Occidental Cristiana- postula que una fuente de la dignidad de la persona humana consiste precisamente en su capacidad de tener consciencia de sí-mismo; y este fundamentalísimo “darse cuenta” o “ser-para-sí” (ya nos metimos en los conceptos de Jean Paul Sartre), es base para su libertad y voluntad de poder, y de ahí deriva su dignidad personal.

Lo que puesto en cristiano significa que nuestra conciencia nos sitúa en el Universo, este mismo que exploran Stephen Hawking, o los profesores François Englert y Peter W. Higgs -premios Nobel de Física 2013-, pero lo hace maravillosamente de manera in-material. Es decir que en nuestra hechura humana existe un elemento capaz de trascender el tiempo y el espacio y se llama pensamiento. Lo de “cognitivo” que le adjunta Claudio X. González o los encuestadores de PISA, no es sino el término gnoseológico que indica la calidad de cognición (Cogitatio-nis, Latin); que hizo exclamar a Descartes: “Cogito, ergo sum” (pienso, luego existo). Por consiguiente, hablamos de potencialidades constatables, aquí y ahora, en la Tierra, que aunque están condicionadas por la materia que se desdobla en masa y energía, son rebasadas por la potencia del pensamiento inteligente que, en esencia, es a-histórico; es decir puede darse en un no-tiempo y un no-espacio. ¿O puede usted pesarme, un pensamiento?

La conclusión es inevitable, y a ella la rozan y palpan los médicos anestesiólogos, los que administran cuidados paliativos en enfermedades terminales, los Tanatólogos y los mismos teólogos y filósofos que no sean nihilistas, agnósticos o irredentos ateos materialistas dialécticos: es posible postular la vida después de la vida (o de la muerte) con base en el poder trascendente de la mente humana cuya “epoché” -o manifestación superior- se da en el ámbito espiritual, o lo que es lo mismo más allá de las coordenadas de tiempo y espacio; siendo la telepatía una de sus inexplicables expresiones.

Pensadores cristianos, como el teólogo Ladislao Boros, han postulado que sí es posible fundamentar tanto racionalmente como filosóficamente la naturaleza trascendente de la conciencia, éste último escribió un ensayo excepcional que tituló en Latín: “Mysterium Mortis” y que fue traducido al español como “El hombre y su última opción”, (The Mystery of Death. New York: Herder and Herder, 1965/1973). En este ensayo postula que el “punto último del tiempo cósmico” -del hombre en el momento de su muerte- da paso al “primer punto del No-Tiempo y No-Espacio”; y es precisamente en esta impensable transición en la cual el hombre es capaz de optar o rechazar a Dios como la fuente de su ser y a quien se debe por la eternidad. Simple y sencillamente infiriendo el potencial de su mente inteligente, su alma y espíritu in-materiales.

Yo sólo añadiría el postulado de San Agustín según el cual -de increíble manera- el afecto es el poder del hombre capaz de dirigir y dar sentido a su existencia, recordemos aquel: “nos hiciste Señor, para Ti y nuestro corazón no descansa hasta que reposa en Ti”. La fuerza argumentativa de este aserto agustiniano radica en que si el afecto nos hace querer y desear algo inexistente, entonces el hombres es un ser condenado a lo absurdo, porque buscaría intencionalmente algo que no tiene subsistencia. Simplemente dicho seríamos seres arrojados, sin sentido, a la existencia. Y, como dijo Einstein, Dios no juega a los dados.


Pues bien, esta capacidad del “pensamiento cognitivo” puede abatir tiempos y espacios, porque tiene la cualidad de comprimir al estricto máximo los condicionamientos materiales del Universo. Ergo, si los mexicanos, o todo hombre de la Tierra, se aplica a ejercitar asiduamente su pensamiento, estará trascendiendo épocas, eras o edades; sin necesariamente pasar por el expediente que PISA postula para un tiempo unilineal irreversible, apodíctico y francamente trágico. Lo que tendríamos que hacer sería dejar atrás las necias, torpes e imbéciles -perdón por la expresión- miras de sindicatos o burocracias educativas que no logran trascender la mirada de sus propias narices; sino que debemos aplicarnos a intensificar el ejercicio del músculo de nuestro cerebro a ritmos más veloces, de manera que efectivamente comprimamos y abreviemos el tiempo extenso del universo en el tiempo intensivo de nuestra consciencia humana. Deseo para todos una Feliz Navidad y un Venturoso Año Nuevo.

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