Este fin de semana tuve la oportunidad de asistir a la presentación de Loba, novela ganadora del Premio Internacional de Novela Juvenil Gran Angular, en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. Loba es una gran noticia por varios motivos: para empezar, es la primera vez que este premio lo gana una novela escrita por una mexicana (el Premio Gran Angular tiene varias ediciones cada año, incluyendo una en México; pero el Internacional, que se convoca desde España, recibe trabajos de todos los países donde se habla castellano); para continuar, la mexicana que lo ganó es nada menos que Verónica Murguía, autora de varios libros hermosísimos, entre ellos varios para niños y/o adolescentes. Y, para terminar, porque Loba es un librazo. De verdad. ¿Creen que se los recomendaría si no lo fuera? Y miren que lo he leído ya tres veces (no es poca cosa, creo, sobre todo si consideramos que se publicó a mediados de este año y que tiene más de 500 páginas).
La primera vez que lo leí fue porque soy una persona suertuda y metiche: Verónica le había mandado su último borrador de la novela a mi esposo (son muy amigos) y lo vi tan interesado en la lectura que aproveché un descuido suyo para robarle el Kindle y ponerme a leerla yo. Desde la primera página quedé embobada y no solté el aparatito hasta que terminé la lectura. Me pasó algo que no me ocurría desde mi adolescencia: que al leer se me desdibujara el mundo a mi alrededor, al grado de no escuchar si alguien me hablaba o si en el departamento del vecino sonaba alguna rola espantosa. No sólo eso: cuando dejaba el libro a un lado (lo de no soltarlo fue una metáfora: a veces hay que comer y dormir, ya saben) mi cabeza se quedaba en la historia que estaba leyendo y me dedicaba a repasar los pasajes que me habían emocionado más. Cuando acabé, tuve que parpadear varias veces y mirar alrededor para asegurarme de que había dejado el mundo de Loba y había regresado al mío, así de profundo me había clavado.
Pasaron los meses, Verónica siguió corrigiendo el libro y lo mandó al Premio Gran Angular. Fue una gran alegría que lo ganara, por supuesto; y más todavía cuando lo vi ya impreso. Esa fue la segunda vez que lo leí. Tardé un poco más que la primera porque ya no sentía la ansiedad de saber qué pasaría; pero eso no quiere decir que se volviera menos emocionante. Por el contrario, fue como regresar a una ciudad que te gusta mucho pero hace tiempo no visitabas. Al no tener tanta prisa de saber qué le pasaba a cada personaje, pude dedicarle más tiempo a la belleza del lenguaje y a las cuidadas descripciones. También me tomé el tiempo para googlear términos, nombres, lugares y descubrí con sorpresa que, a pesar de que se trata de una obra de ficción que ocurre en un mapa imaginario, está estrechamente en contacto con lugares reales. De hecho, Verónica Murguía hizo una exhaustiva investigación de usos y costumbres medievales de Europa y de Asia para tener una base firme para su historia. Más importante todavía, luego de la investigación hizo un trabajo muy delicado de contextualización, de modo que todos esos datos verídicos se funden armoniosamente con la narración y, si no te interesa la Historia (así, con mayúscula) ni cuenta te das que estás sumergido en ella.
Mi tercera lectura de Loba fue por el puro gusto: como teníamos dos ejemplares en casa, decidí regalarle mi copia a mi hermano, que vive fuera de México y es gran fan de la fantasía épica. Antes de enviarla le di una leída, nada más por no dejar. En esta ocasión me detuve más en mis pasajes favoritos (que son muchos y estaban subrayados a lápiz, de tanto que me gustaron) y nuevamente fue un deleite, esta vez debido a la elocuencia y la fuerza narrativa de la autora.
Loba está etiquetada como “a partir de 14 años”; pero he sabido de niños de once que se la leen sin el menor problema. La protagonista, Soledad, es una princesa que quiere ser guerrera y que, por amor a su padre y a su reino, emprende un viaje para enfrentar a un fiero dragón. Su coprotagonista es Cuervo, un joven mago que se siente culpable de las tropelías del dragón, ya que fue él quien lo despertó, con la intención de enviarlo a acabar con sus enemigos, y cuando se percata de las consecuencias de su acción busca remediar los daños causados por su impulsividad, aún si el precio es tener que unir fuerzas con el reino enemigo. Curiosamente, a pesar de que ambos inician la travesía sedientos de conflicto y llenos de rencor, descubren en su trayecto que la guerra no es lo que ellos pensaban y que jamás podría ser algo deseable. Eso vuelve Loba un libro muy pertinente para los tiempos que vivimos, como si no fuera suficiente con el hecho de que es un libro interesante, bello y bien armado. En resumen: una novela que no deberían perderse, digo yo.
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