No sé en qué momento de la noche la fiesta se transforma en franca borrachera familiar, sino hasta que uno abre los ojos al ritmo del ponche con piquete y el recalentado que -todos los sabemos- durará al menos un par de días más. Me refiero a aquellos que cerramos los ojos, porque tengo bastantes amigos que francamente amanecen enfiestados y prácticamente no pegan el ojo en toda la noche, incluso alguno me mandó mensaje a las 8 de la mañana del 25 de diciembre para que me incorporara a su posada (sic) sin que sospechara que a esa hora aquellos que somos padres sufrimos la inclemencia de la cruda entre saltos, gritos y juguetes de nuestros pequeños hijos que no respetan para eso de la levantada ni siquiera los días de guardar.
Y cuando despertó, la cruda todavía estaba ahí… 25 de diciembre, natalicio de Jesús Cristo, día de guardar, de fiesta o de descanso, como le queramos llamar. Para aquellos que llevan la juerga a extremos, es en realidad la pesadilla después de navidad. Un día que conforme al artículo 74 de la Ley Federal del Trabajo se considera como no laborable, hasta hoy no he visto en esos laicistas y antirreligiosos que abundan en la sociedad digital ningún grinch que se atreva a desdecir la decisión estatal de consagrar al 25 de diciembre como día feriado. Sí, los hay que aleguen que es una fiesta que proviene de costumbres paganas, que en la posmodernidad su único fin es capitalista, de mercadotecnia y ventas, en fin todas esas cosas de los izquierdosos, antisociales o haters que abundan; pero todos, o casi todos, terminan de igual forma en una fiesta familiar (en su sentido amplio, es decir con consanguíneos o amigos) disfrutando de esta canonjía estatal.
Ponche, tamales, pozole, los más fresas pavo o bacalao; los más tradicionalistas rezan el rosario, rompen la piñata de los siete picos y piden posada. Y sin embargo, estas tradiciones se van perdiendo, sí, léase la frase anterior con aire de nostalgia y de resignación. Las tradiciones son eso, tradiciones, por ello en la medida de que dejen de ser practicadas se pierden. Y es que ya no es tan común adorar al niño dios, o esa piñata que representa los pecados capitales, esas cosas que mi generación vivió con más intensidad que las de ahora. Y es que los papás de mi papá eran de esos que consideraban tener hijos como una bendición, de tal forma que soy afortunado en contar con 12 tíos. Los primeros 6 siguieron esa santa costumbre de los hijos que dios les dé, en cambio a partir de mi papá (que es el de en medio) se optó por familia estilo pocos hijos, para darles mucho (eslogan de control poblacional de los noventas). Entonces las fiestas de cuando era pequeño se vivían a lo grande con las decenas y decenas de primos en la casa de la abuelita, y por supuesto todo giraba en torno al nacimiento, el acostar al niño dios y fundamentalmente pasar a adorarlo, darle un beso y pedirle el juguete que al día siguiente aparecería en el tradicional arbolito.
Sin embargo, cada generación interpreta las costumbres y las vive a su manera. En mi familia, si bien se rezó el rosario, la mayoría de los primos jóvenes (de esas pequeñas familias de dos o tres) no seguían el ritmo de mismo, sobre todo en esa parte fundamental y tan fuerte como lo es la letanía. Donde sí todo el mundo cantó a grito y pulmón fue en la petición de posada, en especial cuando se da albergue a los peregrinos, que todos cantamos al más puro estilo de Tin Tan en Viaje a la Luna (1957) “Entren santos péeeeregrinoos, péeeeeregrinoos…. péeeeregrinoos”, en realidad todo el diálogo tintanesco sobre pedir posada con su carnal Marcelo es una delicia.
Cada generación interpreta a su manera las tradiciones, tal vez por eso la referencia a El extraño mundo de Jack (1993) como se le llamó en México, esa cinta clásica del stop motion y que la mayoría de gente considera de Tim Burton cuando él fue sólo el productor, pues el director fue el también autor de Coraline (2009) Henry Selick. La historia se centra en Jack, cuyo principal trabajo es encabezar la noche de brujas, pero que aburrido de lo mismo, y al descubrir la navidad, decide encabezar esas fiestas desde su muy terrorífico punto de vista, con resultados navideños bastante abrumadores y divertidos sobre todo para los amantes de las fiestas de brujas.
Sea como sea, para los tradicionalistas de rosario, los borrachos de toda la noche, los haters de reunión con los amigos, los capitalistas de regalos de boutique, y hasta los intelectuales de presentes cortazarianos, para todos la navidad ciertamente se trasforma en un día en que la mayoría convive bajo esa idea del amor que casi todos los dioses pregonan. Por todo ello desde esta columna les deseamos a todos feliz navidad y próspero año nuevo.