No hay conciencia nacional sin conciencia del pasado
Edmundo O’Gorman
Dice el gran jurista y arqueólogo, el sabio don Alfonso Caso que “el historiador no se conforma con explicar el hecho histórico por sus antecedentes. Su misión, como la de todo conocimiento, es servir al presente y al futuro. Él desea explicar el presente en función del pasado… la vida que anima el cuerpo de la sociedad moderna está sostenida por el esqueleto del pasado” en esa medida las instituciones jurídicas y políticas deben tener un porqué, no ser creadas -por regla general- por el capricho de nadie, por ello de manera personal considero que al momento de plantear modificaciones legales, los antecedentes históricos son un derrotero que debe guiar cualquier ruta que se emprenda. De ahí que nazca el título de este artículo y que tenga que ver con una posición muy personal respecto a uno de tantos tópicos de la reforma política aprobada en la cámara de senadores esta semana.
No reelección. En 1960 fue filmada La sombra del Caudillo, una excelente producción cinematográfica de la novela del gran Martín Luis Guzmán, una obra maestra encabezada por el gran director de cine mexicano Julio Bracho y que fue vetada por el celo de los militares lo que provocó que su primera exhibición en México fuera 30 años después de su filmación. Lo importante es que narra el conflicto que se suscitó cuando el caudillo Calles elige como su sucesor a Obregón y no al general Serrano y cómo este rompimiento provocó su asesinato a manos de los dos primeros. Como todos recordarán, Obregón rompió con el principio por el que tanto luchó Madero, por el que tanto luchó Porfirio Díaz, el que nació de igual forma del daño que nos hizo Santa Anna cuando estuvo 11 veces en el poder: la no reelección. El destino final de el manco de Celaya fue sellada por de León Toral que lo asesinó no tanto por la reelección sino por su anticlericalismo radical. Sin embargo un principio histórico quedó ligado de manera contundente a esta serie de hechos, la no reelección como base fundamental del sistema mexicano. A partir de ahí incluso el propio general Calles evitó la tentación de la reelección y en todo caso gobernó bajo una figura tácita que conocemos como maximato, pero nadie volvió a mencionar la reelección. Sé de antemano que parte de ser una nación madura implica liberarnos de esa clase de clichés y que por ello tal vez la reforma tenga de suyo un gran avance, sin embargo desde una perspectiva histórica en lo personal me inclino por conservar la reelección bajo las ideas que aún rigen el sistema político mexicano: no en tratándose de presidente de la república y gobernadores, permitirla de manera no consecutiva en el resto de los puestos públicos.
Plurinominales: los hechos sangrientos del 68 y el 71 marcaron de manera definitiva el destino del país desde el punto de vista político. El excelente documental El grito (1968) de Leobardo López Aretche es un retrato íntimo y desde dentro de lo que sucedió en Tlatelolco. Esta represión gubernamental violenta de la época creó un círculo vicioso: lanzó a los grupos disidentes a la guerrilla, a refugiarse en la selva y plantear formas violentas de dar cauce a sus inconformidades, como respuesta el estado creó guardias blancas, secuestros, desapariciones, en general graves violaciones de derechos humanos. Para suerte de este país y del propio sistema, un hombre brillante, don Jesús Reyes Heroles, pasó a formar parte del gobierno de López Portillo. El autor de la fundamental El liberalismo mexicano planteó una reforma que no sólo permitiera a los partidos políticos acceder a los medios de comunicación y a diferentes prerrogativas, reconoció a muchos grupos políticos que se encontraban, vía el moralismo anticomunista, en la marginalidad (precisamente el partido comunista mexicano) y además posibilitó que creciera en 100 el número de diputados plurinominales para cada partido que no alcanzará por lo menos 60 lugares por la vía directa. Esto trajo como consecuencia la despresurización de los grupos rebeldes en las selvas y su incorporación al sistema mexicano vía los representantes por vía plurinominal. Este sistema llevó, como muchos lo reconocen, a que en 1997 experimentáramos por primera vez un congreso auténticamente plural. De esta forma, varios partidos pequeños y diversos grupos de poder han podido acceder al Congreso siendo así los representantes plurinominales más que una carga, un mecanismo de acceso democrático para las minorías. Por ello no puedo estar bajo ninguna óptica a favor de su eliminación, pues los argumentos, a la luz de los hechos históricos reseñados, son pálidos y minúsculos y más aún provocarían, en la práctica, que se consoliden dos o tres partidos hegemónicos. Cuestión aparte es que muchas de estas pluris sean cooptadas por partidos pequeños y sus familias, el problema debe ser combatido por otras vías, por ejemplo las candidaturas ciudadanas que permitirán que más ciudadanos, ya no sólo de esos partidos familiares, se incorporen a los poderes legislativos.
Por todo lo anterior, y bajo esta perspectiva histórica, soy un opositor a la eliminación de las candidaturas de representación proporcional y a la idea de la reelección inmediata.