A través de una exhortación apostólica, una categoría de documento utilizado por los jerarcas católicos para comunicar directrices de acción de la Iglesia, el Papa Francisco atacó el capitalismo sin límites como “una nueva tiranía invisible” e instó a los líderes globales a combatir la pobreza y la creciente desigualdad. El documento “Evangelii Gaudium” (La alegría del Evangelio), difundido la semana pasada, se basa en las conclusiones del Sínodo de Obispos sobre la Nueva Evangelización, celebrado en octubre pasado, y ha sido completado con reflexiones del pontífice. En éste, Francisco I establece una plataforma para su pontificado, pidiendo una renovación de la Iglesia Católica y ampliando las visiones que ha difundido en sermones y comentarios hacia todo el mundo.
Más allá de sus comentarios previos respecto a atacar la “idolatría del dinero” y suplicar a los políticos que garanticen a todos los ciudadanos “trabajo digno, educación y cuidado de la salud”, en este documento el pontífice critica al sistema económico global, acentuando que “esa economía mata”. Por ello, argumenta que así como el mandamiento de no matar “pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad”. “No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa”.
Es de destacar que más allá de sustentarse en aspectos doctrinarios y teológicos, el primer Papa electo en el siglo XXI soporta lo expresado en la carta en argumentos de carácter económico: “Algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante”.
“Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas”.
“En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”.
“Cuando la sociedad -local, nacional o mundial- abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz”.
El Papa cuestionó una cultura en la que “se tira la comida cuando hay gente que pasa hambre” y alertó que “ya no se trata simplemente del fenómeno de los excluidos o explotados, sino de considerarlos como desechos, sobrantes”. “Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera, y atacando las causas estructurales de la inequidad no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”.
La inequidad económica se presenta como uno de los temas que más preocupan a Francisco, quien llama a una revisión de todo el sistema financiero y advierte que la distribución desigual de la riqueza inevitablemente lleva a la violencia.
Cabe destacar que la crítica expresada en el documento no apunta al mercado por el mercado, como lo hacen los ideólogos del socialismo científico. La dura crítica recae sobre el sistema político, que ha permitido crecer la cultura del consumismo y voracidad individualista, al no tener la cooperación y la inclusión de los débiles en su foco. Por ello, implícita en la forma que se expone la crítica a la economía preponderante, se encuentra una alusión a los derechos económicos del ser humano. La violencia estructural que el mercado impone a los individuos se manifiesta, no por una perversión inherente a éste, sino por la ausencia de un Estado de Derecho, de una política, que limite los excesos de unos cuantos sobre los demás.
El mensaje del Papa que ha sujetado a estricto escrutinio las actividades del Banco Ambrosiano, según el teólogo italiano Massimo Faggioli, experto en el Concilio Vaticano Segundo; la reforma anunciada pone a la Iglesia Católica en curso de colisión con el pensamiento católico neoliberal, especialmente en Estados Unidos. Con esa observación, se subraya una novedosa característica de esta carta: al no ser una encíclica ni dogma, exhorta a quien tenga oídos y oiga, a ejercer acciones civiles y defender los derechos de las personas. En aquel país donde el individualismo y el éxito expresado en la capacidad de acumular dinero son doctrina preponderante, cualquiera podrá denotar que la tiranía del mercado es consecuencia de una superestructura político-cultural impuesta desde los círculos de poder.
La exhortación apostólica de este pontificado que prefiere “una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”, reclama no sólo la conversión de sus feligreses, sino la acción civil contra la cultura política que favorece la voracidad de unos cuantos en detrimento de los derechos fundamentales del ser humano.
@jlgutierrez