- Quieren culpar a Ulises Morín Ortiz de ser el jefe de la banda de robacasas que asaltó la de Sergio Reynoso Talamantes
- De lo único que me acuerdo es que me metieron a un cuarto oscuro y me empezaron a golpear
El médico optometrista Arturo Ortiz Llinas, es hermano de María del Carmen, esposa de Fidel Morín Guerrero, padres de Ulises, cuyos hermanos mayores son la CP Maricarmen y el también ingeniero de minas Fidel. Ambos radican fuera de Aguascalientes.
En la mejor época de su vida, Fidel Morín Guerrero fue propietario de una mina de oro en Chihuahua y después –mal negocio- la cambió por un aserrado allá mismo y el tiempo lo trajo con su familia a Aguascalientes. Maricarmen estudio en la Universidad Bonaterra y Fidel, en la Autónoma de Guanajuato; Ulises Morín Ortiz, en la Universidad Cuauhtémoc, la licenciatura en Administración de Empresas.
Debido a los bajos salarios de Aguascalientes, aún para los profesionistas, Ulises se revelaba a los sueldos en las empresas donde trabajó antes de independizarse. El joven es el único que vive con sus padres, su tío Arturo es su vecino. Éste observó en un familiar el gran cuidado que tenía con su jardín y optó por hacer lo mismo en su casa.
A Ulises le gustaba el jardín de su tío Arturo y decidió independizarse. Poco a poco se hizo de su propia herramienta: podadora, un mosquito, tijeras, etcétera, y empezó a trabajar por su cuenta.
El 12 de noviembre pasado, Ulises fue a visitar a su tío Arturo y le pidió 50 pesos prestados, para la gasolina de la camioneta que su papá le prestó; el optometrista le dio un billete de 200 pesos y obligó a su sobrino a aceptarlos. En esos días hacía su recorrido a los cotos o fraccionamientos –como el de San Nicolás, clave en este relato- para cobrar los trabajos que hacía.
Al filo de las 14:00 horas del martes 19 de noviembre, el abogado y consejero del Instituto Estatal Electoral, Luis Fernando Landeros, recibió una llamada telefónica de Ulises diciéndole que se hallaba detenido en la ministerial y necesitaba ayuda.
Landeros acudió al Ministerio Público en la Procuraduría General de Justicia, a preguntar por él. Le dijeron que ahí no se encontraba.
En la esquina de Nacozari y Virrey de Mendoza, en la colonia San Luis, el jurista observó un tumulto de gente en dirección a la calle Damasco: “Es un atropellado”, le dijeron, pero no atinó a ir a investigar de quién se trataba. El caído era Ulises.
A las 17:30 horas, Luis Fernando recibió otra llamada telefónica, era de Locatel, en la que le informaban que Ulises Morín Ortiz hacía 40 minutos que había ingresado al Hospital Hidalgo y que había intentado suicidarse arrojándose de un cuarto piso.
Maricarmen y Fidel aún no llegaban, Arturo Ortiz Llinas tomó el control a nombre de la familia; su hermana María del Carmen, enferma de neumonía y con peligro de trombosis, se quedó en casa y nunca puso un pie en el hospital, donde se impidió el paso a visitas; estaba prohibido por órdenes de la policía, porque se trataba “de un delincuente muy peligroso”.
Ortiz Llinas penetró por el hospital privado y se encontró con el doctor Víctor González, quien le informó que ante la ausencia de familiares, había tomado la decisión de practicarle una operación quirúrgica de emergencia: Le sacaron dos litros y medio de sangre del estómago, tenía el pulmón izquierdo deshecho, múltiples fracturas y daño cerebral.
Luego de varias horas de prohibición y ya cuando Maricarmen y Fidel arribaron a Aguascalientes y se trasladaron al nosocomio, los familiares pudieron ver al paciente, entubado e inmóvil.
La familia observó muchas cosas raras en torno a Ulises. El miércoles 20, familiares reciben un mensaje de alguien conocido: “Quieren culpar a Ulises de ser el jefe de la banda de robacasas que asaltó a la de Sergio Reynoso Talamantes”.
Después del pánico y con el apoyo de otro abogado, Julio Serna, se acordó convocar a conferencia de prensa para contrarrestar la acusación contra Ulises. Arturo preparó el texto, con la supervisión del jurista y el sábado 23 de noviembre se llevó a cabo la rueda con los medios.
En el puntual relato de la familia y abogado, se planteó: “Ulises fue privado de su libertad, presuntamente torturado por agentes ministeriales, orillándolo a poner en riesgo su vida, sin mencionar el daño moral recibido por los boletines de prensa emitidos por la Procuraduría General del Estado de Aguascalientes a todos los medios de comunicación, señalándolo como un presunto delincuente”.
El director del hospital, Rodolfo González Farías, explicó a La Jornada Aguascalientes que sólo con un escrito firmado por los familiares podría permitírsele el acceso al paciente. Las medidas de seguridad se intensificaron en el nosocomio, hasta cinco agentes con el “detenido” al lado de su cama, y otros cinco afuera y en la calle.
El doctor Salvador Martínez Razo, del Hospital Hidalgo, tenía a los familiares al corriente de la evolución del paciente. Sin embargo, ante las protestas de los familiares, hasta las enfermeras se referían a Ulises como “el detenido”.
El secretario de Gobierno, Sergio Reynoso Talamantes, recibió la visita de los familiares, entre ellos Arturo Ortiz, conocido del funcionario, el coincidir en las reuniones del Club Rotario, aunque de diferentes distritos. Le dijeron que Ulises no era un delincuente. Sin duda hábil el abogado Serna, había amparado a Ulises, “por aquello de no te entumas”.
El martes 3 de diciembre, aún persistía la consternación en la familia porque desde los primeros días de hospitalización Ulises saltaba con facilidad de la coherencia a la incoherencia, por ejemplo:
“Me caí patinando”, decía en un momento; “Cierra esa ventana, estoy en mi casa”, en otro, aunque en un instante de lucidez le dijo a alguien muy querido para él: “¿Tú crees, tío, dicen que me aventé de un cuarto piso? ¡Ni loco que estuviera!”
En su última semana en el hospital Ulises recibió dos visitas inesperadas: la primera, sin pedir autorización al director González Farías, para que médicos de Servicios Periciales le sacaran sangre al paciente; y la segunda, para filmarlo y fotografiarlo totalmente desnudo, con los mismos motivos.
Igual, agentes del Ministerio Público le tomarán declaración, a la que los familiares se opusieron hasta en tanto no estuviera el abogado Serna presente. También le pidieron al doctor González Farías que firmara un parte médico distinto al del hospital y el funcionario galeno se negó; “es una orden”, y reiteró su negativa.
Esa semana se habían ido ya los agentes ministeriales y sustituidos por policías municipales -eso decía el uniforme que portaban, pero se comportaban de otra manera- el miércoles 4 quedó un solo gendarme que al tomar su turno quiso esposar a “el detenido” y la familia lo impidió.
Ese miércoles 4 de diciembre, el neurólogo y neurocirujano, además ex director del Hospital Hidalgo, Jerónimo Aguayo Leytte, informó a los familiares que Ulises sería dado de alto al día siguiente, a lo que los familiares se opusieron, pues aún se hallaba ostensiblemente en malas condiciones.
No valieron los ruegos y Ulises fue dado de alta a las 19:00 horas del jueves 5 de diciembre. Lo recibieron su papá Fidel Morín Guerrero, sus hermanos Maricarmen y Fidel, así como su tío Arturo y el abogado Serna.
El lunes 9 de diciembre, el procurador Felipe Muñoz Vázquez recibió a los familiares de Ulises y su abogado. Después, notablemente consternados, Fidel abordó su avión rumbo a la ciudad donde trabaja y Maricarmen, su vehículo para dirigirse a su casa en otro estado.
Este sábado 14 de diciembre, finalmente, le fue entregada a la familia -Arturo y Serna- la camioneta que tripulaba Ulises el día de su levantamiento, ocurrido en el fraccionamiento Coto San Nicolás, de donde se llevaron la unidad a la Procuraduría, para peritajes, y en la fecha citada la devolvieron a su lugar y llamaron a los familiares para que la recogieran.
Ulises, hombre joven y fornido, ya camina y convalece con mucha lentitud. Su condición jurídica es aún desconocida, aún no se hace oficial, pero ya le quitaron la custodia policiaca.
“¿Tú crees, tío, dicen que me aventé de un cuarto piso… No me acuerdo de nada; de lo único que me acuerdo es que me metieron a un cuarto oscuro y me empezaron a golpear y ya no supe nada hasta que desperté en el hospital… No me aventé, ni me aventaron desde arriba, sólo me tiraron ahí donde me recogió la ambulancia”.
Foto: Facebook “Justicia para Ulises Morín Ortiz”